Colombia y la paz, algunas lecciones para México

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Colombia y la paz, algunas lecciones para México

El pasado septiembre “tocó”, como dirían ellos, colaborar en un seminario en Bogotá para la policía colombiana sobre “Post-Conflicto”. El invitado de honor era el general Naranjo, quien ha participado de manera prominente en los diálogos de La Habana. Mi impresión, tras escucharle, así como a otros oficiales y participantes, es que tras décadas de conflicto están, al menos conceptualmente, años luz adelante de nosotros. “Haciendo un poco de pedagogía”, decía Naranjo, “no se trata de entrar en un ‘post-conflicto’, sino de empezar a hacernos a la idea de construir la paz; terminar el conflicto con las FARC es sólo eso, poner fin a esa fase, pero eso no es generar paz”. 

La paz está compuesta por factores negativos tales como la ausencia de violencia y el miedo, así como de factores positivos, su ADN: “las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a las sociedades pacíficas” (IEP, 2015). Por ejemplo, la investigación ha encontrado que factores como la desigualdad, la corrupción, las debilidades en el libre flujo de la información o la falta de respeto a los derechos humanos, se correlacionan con la violencia directa. A la inversa, construir la paz supone fortalecer a las instituciones del Estado, pero también supone reducir la desigualdad, promover el respeto a los derechos humanos, así como otras libertades, entre otros muchos temas. Podríamos resumirlo así: todo lo que integra a las sociedades es constructor de paz. Todo lo que desintegra a las sociedades destruye la paz. 

El general Naranjo lo ponía de la siguiente manera: Una vez que se firme el cese de las hostilidades con las FARC, será necesario, primero, crear condiciones para el cumplimiento del acuerdo; segundo, trabajar en su legitimidad; tercero, trabajar en la seguridad de los territorios interiores del país; cuarto, una fase de normalización. Y entonces, una quinta etapa: trabajar en el sistema regulatorio, en el fortalecimiento institucional, en la integración territorial y social mediante proyectos incluyentes, participativos, de fomento al desarrollo económico de todas las comunidades. 

Los retos para Colombia son enormes. Sin embargo, todo comienza en lo conceptual, en los diseños. En México nuestro discurso sigue hablando de la necesidad de “recuperar la paz y la tranquilidad”, asumiendo que hace sólo unos años nuestro país estaba en paz debido a que “nuestros hijos podían caminar tranquilos por la calle”. Me temo que la paz no consta (sólo) de gente caminando en las calles con tranquilidad, sino de los factores que producen las estructuras necesarias para construir sociedades democráticas, incluyentes, transparentes e igualitarias, donde las personas puedan tener acceso a educación y a oportunidades, y sí, con la fortaleza institucional necesaria para conseguir que el Estado funcione haciendo todo lo que tiene que hacer, incluida la provisión de seguridad y el fomento de un ambiente de legalidad para conducir nuestras labores y vidas cotidianas. Me pregunto, entonces, cómo hacemos para que pasemos de la concepción de la “devolución” de una paz que sólo está en nuestros mitos, a un concepto de paz mucho más integral, como el que escuché de los colombianos. 


Analista internacional
Twitter: @maurimm