Cómo destruir a alguien con un clic

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Cómo destruir a alguien con un clic

Si tras morir descubro que, en efecto, nuestra esencia perdura en otro plano existencial, y me entero además de que sí somos creación de un Ser Eterno; y resulta que dicha Divinidad sí esperaba que moderásemos nuestra conducta a través de un sistema de castigo-recompensa y –si por puro churro– ocurre que con no haberle jodido la vida al prójimo alcanzo los puntos para acceder a ese estado perpetuo de gracia llamado La Gloria, le voy a pedir a Diosito que mejor me acomode en el Cielo de los Perros, porque no quiero pasarme la eternidad entre mis congéneres.

Aquí tres hechos para sustentar mi peculiar petición:

1.- Hace unas semanas, la piñata de las redes sociales fue el empresario jalisciense Enrique Michel Velasco, presidente del consorcio de las golosinas Dulces de la Rosa S.A. de C.V., y aspirante a la candidatura por Morena para la Gubernatura en su entidad. ¿Su crimen? Celebrar su cumpleaños ofreciendo una fiesta temática, ni menos ni más ridícula que las decenas de fiestas de cumpleaños a las que me han invitado.

Tuvo la apetencia mi tocayo tapatío de disfrazarse como un rey prófugo de algún cuento de los hermanos Grimm: corona, cetro y regia capa rematada con dorados ribetes. Ello bastó para que se le diera (siempre en redes) el trato reservado para los traidores de la Patria: La Malinche, Santa Anna, “El Tuerto” de “Ustedes los Ricos”, Luis Videgaray, etcétera.

Que si aquello era un gesto de delirio por el poder. Que si de llegar a la Gubernatura jalisciense iba a tratar a todos como vasallos. Que iba a reinstaurar el derecho de pernada y a todo aquel que se opusiera lo encerraría en la mazmorra de la torre más alta de su castillo y/o lo arrojaría al foso de los “chocodrilos” (¡Hmmm, “chocodrilos”!).

Una sarta de pendejadas que prácticamente ya dieron al traste con la aspiración de quien quizás, por ser un empresario exitoso y no un vil parásito de la política y del presupuesto, hubiera sido una buena opción en la boleta electoral de los jaliscienses así como un valioso activo para el partido de Su Majestad Verdadera, el Peje I.

Don Enrique Michel se celebra cada año como mejor le dicta su humor, que parece ser bonachón, ya que en otras ocasiones se ha disfrazado como jeque, como pirata y hasta como magnate de Playboy. ¡Y cómo no va a celebrarse en vida el empresario que le ha dado al mundo El Pulparindo!

Pero allí está toda la cíberborregada, trepada sin boleto en el tren de la felación, y sin tener noción de quién, cómo o a razón de qué, ya virtualmente destruyeron una candidatura en favor del partido oficial.

Fue más obscenamente ostentoso el cumpleaños de Riquelme y no armaron tanto guato ni detuvieron su candidatura. ¡Gracias!

2.- Un individuo identificado como Moisés Cohen enciende las redes como polvorín tras publicar un infundio, sobre un supuesto indigente golpeado por el propietario de un restaurante de barbacoa en la delegación Álvaro Obregón de la otrora Gran Tenochtitlán, hoy CDMX.

Para cuando se aclaró, con todo y videograbaciones, que el indigente se lesionó sin ayuda de nadie (por una caída, vaya) y que el restaurantero de hecho intentó ayudar, era ya demasiado tarde. La campaña contra él y su establecimiento había contagiado a decenas de miles de personas.

Los llamados a boicotear su establecimiento daban risa comparados con las amenazas contra su integridad y la de su familia.

Cabe mencionar que en este bulo cibernético cayó hasta el activista Fernández Noroña (quien al poco tiempo se retractó). Así que no le sorprenda que a la fecha haya necios que aún quieren ir a linchar al comerciante con palos, trinches y antorchas. Lo bueno es que hablamos de gente fodonga que sólo se limita a vociferar en redes, lo malo es que sí causan un daño en la reputación de una persona y éste es muy difícil de restaurar.

El responsable de todo el embuste, al verse descubierto (se cree que lo hizo de mala fe para extorsionar al establecimiento), se disculpó con dos líneas e insiste en que hizo lo correcto, obedeciendo a su civismo, no obstante casi arruina a una familia y les ganó la animadversión con miles de internautas descerebrados.

3.- Desde Saltillo, un extraño video activó el estrógeno: una mujer, identificada como una escritora local, aparece aparentemente agredida, en compañía de sus hijos. Pese a que está muy desorientada se cerciora en identificar a su pareja, con nombre y apellidos, como su agresor.

No pide ayuda, sólo se asegura de que todo el mundo se entere de quién fue su presunto atacante.

Al día siguiente y sin tener más evidencia que un muy sospechoso video lleno de inconsistencias, un montón de feminazis (sorry, ahora sí se lo ganaron a pulso) clama por la cabeza del individuo al que tildan de “feminicida en potencia”. La virulencia de los comentarios hace perfecto maridaje con la viralidad con que se esparce la campaña en contra del, siempre presunto, agresor.

El indiciado se presenta ante la autoridad, rinde su declaración y tanto el pleito como el proceso siguen su legal curso. Y hasta el momento, no se han encontrado elementos para condenar a nadie por “intento de feminicidio”.

Sin embargo, otra vez, el daño en el honor de esta persona, linchada a puros botonazos por cibernautas con criterio minúsculo pero dedo muy suelto, está hecho y es quizás irreparable.

Las tres opciones constantes en las principales redes sociales son: publicar algo, manifestar nuestra aprobación a lo que otros publicaron y compartir la publicación de alguien más.

Esta última es de un gran poder que nadie se detiene a reflexionar antes de oprimirla. Pero es capaz de arruinar un negocio, una carrera, una reputación, una vida, o de poner en franco peligro la integridad de alguien. Lo peor es que los cibernautas más irresponsables todavía se ufanan de haber obrado compelidos por su sentido del deber.

Lo sostengo, si esta es la humanidad, no me apetece pasar la eternidad en su compañía.

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