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Como la gata mora
Nuevamente a los panistas comarcanos se les hizo bolas el engrudo. No conformes con quitarle lo digno a la mismísima palabra dignidad, los azulados personajes hicieron todo tipo de malabares y pataletas con tal de mantenerse en el ánimo del respetable. Para atraer otra vez los reflectores, y ante la innegable disminución en su popularidad, cometieron otra gran pifia. Memo y su singular comparsa convocaron a una “mega manifestación” frente al Tribunal Electoral local para exigir a la y los magistrados domésticos que se pronunciaran respecto a la mal llamada “impugnación más documentada de la historia”. Hicieron lo de siempre: enviaron mensajes a través de teléfonos celulares y colgaron videos a la red para victimizarse y, de paso, invitar a la gente a sumarse a la mentada concentración. Apenas un puñado de personas se dieron cita a las afueras del llamado tribunalito. Los más descendieron de camiones rentados para la ocasión. Algunos de ellos manifestaron no saber a lo que iban, pero la promesa de una gratificación los había motivado a hacerse presentes. Al final, como suele ocurrir en estos casos, no sólo hubo poco ruido, sino además pocas nueces.
Pese a las descafeinadas consignas lanzadas por aquellos que se apersonaron en el acto y a los breves discursos pronunciados en el malogrado mitin convocado por el Frente por la Dignidad de Coahuila, el Tribunal Electoral hizo su trabajo y llevo a cabo, sin mayores contratiempos, la sesión previamente programada para resolver, nada más y nada menos, sobre la validez de la elección para gobernador de nuestra patria chica. La tarea de los miembros del referido órgano colegiado no se antojaba nada fácil. Había que privilegiar la certeza jurídica y la claridad, antes que ceder a la presión de resolver en forma rápida y sin un análisis profundo.
Decía don Héctor: el tiempo es buen amigo y sabe desengañar. A casi cinco meses de haberse verificado la jornada comicial, las aguas vuelven a su cauce. En cada órgano e instancia donde ha llegado a ventilarse el conflicto postelectoral coahuilense, se ha confirmado el triunfo que el priista Miguel Ángel Riquelme obtuvo en las urnas. Lo mismo en el IEC y el tribunal local, que en el TEPJF e INE. De hecho, fue justamente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el encargado de enderezarle la plana al desprestigiado órgano electoral nacional, ordenándole recalcular el supuesto rebase de tope de gastos de campaña que había dictaminado en contra del representante de la Coalición por un Coahuila Seguro, por el cual los panistas ya cantaban victoria y se frotaban las manos.
Como ya sucedió antes, el otrora aspirante a repartidor de chile, Guillermo Anaya, tratará de confundir a las y los coahuilenses mediante su interminable perorata. Seguramente se les irá a la yugular a los magistrados electorales coahuilenses (salvo aquel identificado como simpatizante panista); declarará a todo pulmón que impugnará la resolución emitida el día de ayer y repetirá que ahora sí, ¡pero ahora sí!, la anulación de las elecciones coahuilenses es inminente. Para esa tarea contará con la siempre gentil participación de los excandidatos reducidos a corifeos. Vendrán conferencias de prensa y la circulación indiscriminada de videos que muestran los rostros de la derrota disfrazados con aires de triunfalismo. Memo y sus porristas hablarán en forma repetitiva de la queja presentada ante el INE identificada con el número 141, y mentirán nuevamente diciendo que una vez que esta se resuelva se incrementarán los gastos de campaña de Riquelme. Buscarán por todos los medios la manera de mantener encendida una llama que irremediablemente se extingue.
Aquí en confianza, frente a las mentiras completas y las medias verdades, el ambiente político local empieza a descontaminarse de una vez por todas. Con las resoluciones del TEPJF, INE y la más reciente emitida por el Tribunal Electoral de Coahuila, las posibilidades de anulación de los comicios se esfuman del escenario por completo. Mientras esto escribo, las caras largas se dejan ver por los rumbos de la colonia El Rosario, en Saltillo. Los azules le apostaron a la presión política y perdieron la partida. Exigieron la resolución inmediata de su impugnación y ayer la obtuvieron, aunque fue contraria a su causa. Las huestes panistas ahora están como la gata mora: “si los aprietan chillan y si los sueltan lloran”.