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Cómo ser feliz
Hay personas que disfrutan de la vida y otras que no. Pero el punto importante es que usted no debería estar entre estas últimas.
Ser feliz es relativamente sencillo. Le diremos las razones que dependen de usted para lograrlo.
Para comenzar huya de la ‘prontomanía’, esa obsesión por responder a todo de forma inmediata, como si el mundo se fuera a acabar en los próximos minutos.
Las nuevas tecnologías le están quitando los mismos minutos que usted cree que adelanta cuando resonde ipso facto a todo lo que se le presenta. Frene, pare. Usted y la gente que le rodea han decidido que son urgentes, tareas que no lo son.
No más. Comience por reeducar a su esposa y a su familia. De ahora en adelante las cosas se harán a su debido tiempo. Sin aceleraciones, pero sin pausa.
Disfrute de la vida social
Busque el placer en compartir con los amigos y la familia. Un estudio del profesor en Psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices en los momentos y las experiencias que vivimos con los parientes y los amigos, más que con cualquier objeto que compramos o que deseamos comprar.
Los momentos compartidos nos dan felicidad, incluso los recordamos siempre como placenteros, mientras que el valor de lo que compramos se olvida rápidamente.
Así que Invierta tiempo en experiencias personales, le será más gratificante que lo que gasta en comprar relojes y joyas.
Tampoco postergue la felicidad. No deje para la etapa de la jubilación todo lo que tiene pendiente: leer, vajar, aprender a dibujar o a tocar la guitarra. Las personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en el presente.
Ser responsable con las obligaciones es genial, pero vivir la agonía de que nunca puede estar tranquilo es un ‘sinvivir’. La vida tiene tanto de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo que la vida le ofrece ahora con las personas que quiere. Este es el momento de hacerlo.
Abrace, bese, toque, tome de la mano, acérquese…
El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta recíproca. El afecto se siembra. Y es contagioso.
Espere lo bueno de la vida
No se dedique a anticipar las desgracias, porque podría tener éxito. Es mejor pensar en que va a tener suerte y tener fe en que su gran momento le espera a la vuelta de la esquina. Tener esperanza le permite implicarse con más esfuerzo y dedicación en sus proyectos.
Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja a darlo todo. Es una profecía autocumplida.
Espere también cosas buenas de los demás, en vez de malinterpretar, ‘bieninterprete’ las intenciones y comentarios que reciba.
Cambie su enfoque
¿En qué está pensando, en lo que tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son, no porque tengan más que las demás, sino porque centran la atención en lo importante.
Dele otro valor a lo que siente.
Las emociones son buenas, todas. Incluso las que usted cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la tristeza. Son como termómetros indicadores de lo que está por suceder. El miedo y el estrés le advierten de que existen amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos encontramos.
Aléjese de esto
Deje de sentirse la víctima y de buscar a quien echarle la culpa. Eso le hace débil y no le permite reaccionar de acuerdo a sus emociones. Si la amenaza es verdadera, luche, corra… Y si lo está pasando mal, introduzca modificaciones en su vida. Pero si espera que las circunstancias cambien para empezar a buscar soluciones a sus problemas, se podría quedar sentado toda la vida.
Y no exagere lo que siente, no le dé más valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención a un sentimiento, sentirá las emociones más intensas de lo que son.
Deje la hipervigilancia a un lado. No supervigile lo que hace su esposo(a) o lo que hacen sus hijos. Busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, la plática con un amigo, un paseo por la Naturaleza, y un largo etcétera.
Se vale comparar
Siempre he dicho que uno es como es y que no debe compararse con nadie. Pero a veces las personas pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida.
Solo se miden por su estado de bienestar anterior o se comparan con quienes tienen más suerte o están mejor posicionados. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos.
Sea empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da ningún valor.
Usted merece ser feliz
¿Por qué tiene esa idea absurda de que a esta vida vinimos a sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle todo el jugo que se pueda.
Hay personas a quienes les da miedo ser felices. Tienen la creencia completamente irracional de que la felicidad se relaciona con sentirse culpables y atraer las desgracias. El pensamiento de esas personas es de este tipo: “me siento tan feliz que estoy seguro de que algo malo va a suceder”.
Estas ideas le llevan a frenar su estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte, a perder el trabajo, a enfermar o a que se muera alguien.
No hay una relación directa entre el disfrute y las desgracias. Lo cierto es que la vida tiene buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros.
Así que es normal encontrarse con dificultades en el camino, pero no son la consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan a todos, son parte del reparto de la vida. No se pierda en los detalles que se le escapan, buscando la felicidad en el mapa del tesoro.
Claro que podría estar mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le limita. Disfrute lo que tiene y no deje de seguir viviendo nuevas experiencias.
Benjamín Franklin, lo vio de esta manera: La felicidad no se logra con grandes golpes de suerte, sino con las pequeñas cosas que hacemos todos los días.
(La autora, Patricia Ramirez, es psicóloga, escritora, conferencista y articulista del diario El País)