Usted está aquí
Con profunda pena
Vivimos en un País en el que la corrupción y la impunidad han alcanzado niveles escandalosos. No existe ni el más mínimo prurito de vergüenza en los beneficiarios de un sistema político podrido hasta el tuétano. Ya ni siquiera se esfuerzan en cubrir las formas. El espectáculo del despido arbitrario del titular de la Fepade no tiene calificativo pronunciable, lo pretendido por el PRI y su mozo de espadas, el Verde Ecologista, en su servilismo, es deleznable. Vergonzosa y cobarde la forma en que el Gobierno peñista instruyó deshacerse del Fiscal Anticorrupción. A como dé lugar hay que dejarlo fuera porque se ha convertido en amenaza, pero eso sí, sin ningún raspón, recurriendo a la consabida simulación en la que tienen expertis probada, de verdad que ya perdieron conciencia del despropósito… Señores, se trata de que se están llevando al traste el funcionamiento de las instituciones públicas y eso es un bien superior, porque ahí enraíza la esencia de un sistema democrático. Se trata de un Gobierno y su partido actuando en su particular beneficio. Lo que está sucediendo en México no es asunto menor y tendrá sus consecuencias, no sólo jurídicas, sino también sociales y políticas. Ninguna mayoría parlamentaria, recalentada por su inagotable voracidad, tiene el derecho a vulnerar la legalidad constituyente. ¿Y sabe usted por qué pueden hacerlo, estimado lector? Porque tenemos un sistema basado en el control, la forma de gobernar no está democratizada, nunca ha funcionado con este componente sustantivo.
No hay una sola instancia en nuestro País que sirva de contrapeso al monstruoso poder ejecutivo. Al legislativo, que teóricamente corresponde esa función, no le alcanza. Todo el hacer político, según los cánones impuestos en nuestro País, gira en torno al PODER EJECUTIVO, como si fuera el sol del universo. El daño que nos ha generado como nación este malhadado entendido es inconmensurable, nos ha impedido construir una versión distinta del ejercicio del poder, acorde a los tiempos actuales. Si se pretende tener una sociedad libre y, por ende, participativa, es indispensable enseñarle a hacerse cargo de su investidura de dueña de México para que aprenda a actuar desde esa perspectiva y entienda que sus gobernantes están para servirle, no para servirse de ella. A una sociedad se le educa para alcanzar esto. Cuando nos referimos a la educación en el gran contexto integramos también los principios éticos, jurídicos y económicos de la libertad arraigados todos en el respeto recíproco. De degradarlos se ha encargado la manida prédica populista instaurada por el priismo. Un Gobierno, el que sea, está condenado al fracaso si pretende mantener sus instituciones con un respaldo populista. Si un día le funcionaron al PRI, hoy YA NO SIRVEN, hacen inoperante la función pública. Coahuila está deshecha, esta semana usted ha sido testigo de lo que ha sido capaz el Gobierno moreirista para imponer a su delfín en la gubernatura. El sometimiento del dizque árbitro electoral ya lo teníamos registrado, empezando por la señora que preside el Instituto, absolutamente rendida al priato. Y el acto más reciente, el de los jueces que se supone juzgan con imparcialidad… ¿Cuál? Respondieron con creces a las órdenes de su patrón. Los vínculos de los dos magistrados que votaron en contra de la anulación de la elección de gobernador con los colorados, son de sobra conocidos. Y por otro lado, haber mandado a la guardia pretoriana del gobernador Moreira y atreverse a rodear con vallas el edificio del Tribunal, como si quienes fueron a ejercer su derecho fundamental a la libre manifestación hubieran sido una turba de forajidos, es una falta de respeto absoluta. Son los dueños de Coahuila los que se presentaron a expresar su legítimo desacuerdo, son quienes cubren con sus impuestos la manutención de la infraestructura mastodóntica en la que se sostiene el priato moreirista... ¿Estamos? Pues contra ellos actuó todo el aparato del gobernador… ¿Y qué?
Hay tiempos en los que la realidad ya no es posible taparla con un dedo. Al final del día el payaso nos está cargando a todos. ¿No vamos a hacer nada? ¿Nos vale sorbete cuanto aquí suceda? ¿Ya decidimos prescindir de nuestros derechos y entregarnos de plano en manos del dictador que tiene 84 años mancillando a Coahuila? ¿No siente nada usted, amigo coahuilense? ¿Ya concluyó que es mejor rendirse que luchar y que los asuntos públicos no son asunto suyo? ¿Ya decidió que es tiempo perdido pelear por el imperio de la ley y la dignificación de la política? Yo no puedo, hoy estoy infinitamente triste, lo confieso, pero no dimito. Mi indignación, mi coraje, mi esperanza, mi fe en que sí es posible cambiar este despreciable estado de cosas, no me lo permiten. No se lo permita usted tampoco, por favor.