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Construyamos otro México entre todos
Esta situación generaliza el descontento, polariza a los votantes y hace que vuelvan la vista y la esperanza a caudillos, a mesías trasnochados, a liderazgos populistas. Y esto no es privativo de México, mire usted quien gobierna a los vecinos del norte. Las candidaturas de este año en México tienen que estar plenas de ideas y de anhelos, no de miedos y resentimientos.
El sector más grande de votantes son los jóvenes, que no lo pierdan de vista los aspirantes, a esta generación no la van a convencer con boberías. Están hartos del esquema sempiterno. Se requiere de una política distinta, sensible e inteligente. Es insoslayable en la política un salto de conciencia, que los partidos que la han convertido en bolsa de empleo o en instrumento de “borreguización” le devuelvan su esencia de generadora de bien común, de consensos y de acuerdos. Sino le dan la vuelta que se necesita, las elecciones cada vez tendrán menos legitimidad y por ende más rechazo, el país no crecerá económicamente y se pauperizará más espiritual y culturalmente. La gente quiere ver estadistas, no tristes administradores de rencores y miedo. La clase política tiene que aprender a respetar al pueblo al que pertenece y desvivirse por servirle, porque es su deber y simple y llanamente porque para eso les pagan, si lo queremos ver pragmáticamente.
Ante semejante escenario, ha llegado el momento de jugar limpio, de comprometerse y de rechazar cualquier viso de maniqueísmo —nomás yo soy bueno y todos los demás son malos — vertido en una sociedad que todavía no resuelve sus problemas de inequidad y de injusticia, porque eso es lo que traen la marginación material e intelectual que agobia a muchos hermanos nuestros, producto en mucho de la corrupción y la impunidad. Tenemos que escucharnos todos y convertirnos en promotores del diálogo que hermana, porque es el único camino para que México sea uno nada más.