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Contexto histórico de El Quijote (2 de 2)
La población española en la época de El Quijote, integrada por alrededor de seis millones de personas, se concentraba básicamente –80 por ciento- en Castilla, donde se encontraba dispersa en numerosísimas localidades –más de 15 mil- y era predominantemente rural.
La alta nobleza estaba conformada por una pequeñísima minoría, inferior a un centenar de personas, como sigue: 18 duques, 38 marqueses y 43 condes. Noventa y nueve en total. Todas poseían cuantiosas fortunas, las que les permitían obtener una renta anual que en promedio se ha estimado en 20 mil ducados. Muy superior a los 50 ducados que era más o menos el ingreso de un campesino al año.
En contraste, la baja nobleza era muy numerosa y pobre casi toda. Como Don Quijote, que tenía el título de hidalgo igual que más o menos el 10 por ciento de la población, aunque con una distribución geográfica muy desigual, ya que su número era relativamente pequeño en Castilla y en el sur de España. A medio camino entre los hidalgos y la alta nobleza estaban los caballeros, típicamente urbanos, detentadores de cargos municipales y a menudo pertenecientes a las principales órdenes militares, como la de Calatrava, Alcántara y Santiago.
A fines del Siglo 16, el clero estaba compuesto por no menos de 100 mil personas, alrededor del 1.5 por ciento de la población de toda España, de las que tres de cada cuatro se ubicaban en territorio de Castilla; el clero regular era más numeroso que el secular. Una amplia mayoría de los obispos y de los canónigos de los cabildos de las catedrales pertenecía a familias de la nobleza.
Lo anterior es interesante porque al menos 15 de los más importantes personajes de la gran novela cervantina representan el prototipo de las diversas categorías sociales o actividades de la época, muy bien caracterizados por el autor, a saber: alta y baja nobleza, clérigos, barberos, labradores, artesanos, letrados, pastores, galeotes, venteros, bandoleros, arrieros, pequeños comerciantes y criados, entre otros.
En otro orden de cosas, a pesar de que al inicio del largo reinado de Felipe II, España parecía ser una gran potencia, con el paso del tiempo tuvo lugar un proceso de declinación. Éste hizo crisis en los años previos a su fallecimiento, ocurrido en 1598, cuando heredó el trono su hijo Felipe III.
Unos cuantos datos pintan claramente la gravedad de esa crisis. En el último año del reinado de Felipe II, los gastos ordinarios y extraordinarios de la monarquía dentro y fuera del reino ascendieron a 12 millones de ducados, de los que entre dos y medio y tres millones se cubrieron con lo llegado procedente de las colonias de América. Pero ya desde años antes, venía quedando un cuantioso déficit que debía ser financiado mediante endeudamiento público e incremento de los impuestos. A pesar de estos aumentos, los ingresos tendían a bajar, hasta que en 1596, la corona se declaró en bancarrota y suspendió pagos, lo cual naturalmente provocó incertidumbre y caos financiero. Fue por los años en que vio la luz la I Parte de El Quijote.
A pesar de lo anterior, un moderno cervantista francés, Jean-Frédéric Schamb, escribió que: “Visto desde los Países europeos, cuando Cervantes publica Don Quijote, al conjunto hispano se le concede aún mucho porvenir”.
En notorio contraste con lo anterior, el académico inglés I. A. A. Thomson, acreditado hispanista, en conocido ensayo opinó lo siguiente: “El mundo espiritual en el que nació Don Quijote era un mundo (el español) de desengaño, de fracaso, de pesimismo, de humillación, tal vez de desesperación”. Y en otro pasaje el mismo autor escribió: “A lo largo de estos años, (en los que El Quijote se publica), se tiene la impresión de un País (España) que se siente al borde mismo de la catástrofe, aislado del mundo entero, rechazado”.
Finalmente el español Juan E. Gelabert, historiador santanderino, ha escrito que “No hay duda de que España pasaba por malos momentos cuando Miguel de Cervantes publicó El Ingenioso Hidalgo” y que fueran “Tristes días los que alumbraron la salida del Quijote, días en los que se estaba ventilando el porvenir económico de la España de entonces”.
Crisis o no crisis, fue por esos años cuando, en palabras de Dostoiovski, brotó del ingenio de Cervantes la obra que por sí sola justifica plenamente la presencia del género humano sobre la Tierra. (19)