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Contribuir y trascender
Verdi, a los 80 años, compuso Falstaff, una de sus más notables óperas; Picasso, a los 90 años, pintaba incasablemente; Alice Herz-Sommer, que vivió 110 años, nunca dejó de tocar el piano y la inmensa Martha Graham, con 90 años, realizó la coreografía de “La Consagración de la Primavera”, de Stravinski.
En México hay un poco más de 16 millones adultos mayores, muchos de ellos sufren discriminación, otros se encuentran abandonados. Muchos también laboran activamente en muy diversas ocupaciones, contribuyendo con sus familias y comunidades.
Esto viene a colación, ya que este fin de semana he releído el libro “La vida es hermosa”, biografía de George Dawson, personaje que aprendió a leer y escribir a los 98 años (Dawson y Glaubman, “La Vida es Hermosa”, Editorial Garnica, 2002).
George murió en 2001; sin embrago, a sus 103 años, aún tuvo tiempo de escribir este espléndido libro, del cual en esta entrega hago referencia como tributo a toda la gente de la tercera edad que jamás cesa de existir intensamente.
¡HASTA QUE UN BUEN DÍA!...
George nació en 1898, en una paupérrima cabaña en Marshall, Texas. Era nieto de esclavos africanos y vivió sus primeros 98 años aprendiendo de todo en muy diferentes oficios y ocupaciones. Empezó a trabajar a los 4 años de edad y nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer ni tampoco a escribir
En 1996, casualmente, un recluta del Programa de Educación Básica para Adultos del “Lincoln Instructional Center”, tocó la puerta de su casa y Dawson, que firmaba con una “x”, tomó una trascendental decisión que cambió su centenaria vida e inspiró a miles de personas en muchos sentidos: empezó a ir a la escuela para aprender a leer y escribir.
George -que acostumbraba decir cada día: “vamos por buen camino”- a los 98 años se convirtió en un alumno célebre, en ejemplo de tenacidad para miles de niños, jóvenes, adultos e inclusive viejos, al ser testimonio de sus propias palabras: “me levanto todas las mañanas y me pregunto qué voy a aprender ese día. Nunca se sabe” (…) “Las clases empiezan a las nueve de la mañana, pero ya me despierto con ansias a las cinco y media para preparar el almuerzo, los libros, y repasar los deberes antes de salir. Desde que empecé a ir a clases siempre llego temprano. Si fuera pequeño nunca me habrían puesto ninguna falta en puntualidad”.
OCUPADÍSIMO
George, solía decir a sus amigos: “desde que cumplí 100 años, he estado muy ocupado”. Y, a pesar de haber vivido en carne propia los peores estragos del racismo norteamericano, de haber sido testigo de las bajezas más extremas y horrendas que los seres humanos le pueden infringir a sus semejantes por el color de su piel o condición social, su filosofía de la vida siempre fue maravillosa: “todo lo que haces en la vida vuelve tarde que temprano, sólo que unas veces tarda más que otras. Yo le digo a la gente que no se preocupe por nada, por tonterías, (…) que no se preocupe de las cosas, que viva con tranquilidad. Todo va a salir bien. La gente necesita escuchar eso. La vida es buena, y uno debe aceptarla tal y como es. No cambiaría nada en mi vida… La vida es sencillamente hermosa tal como es y hay que saberla vivir…”.
INVITADO
En una ocasión George fue invitado a platicar con jóvenes adictos y esto narra del encuentro: “¡Uno de ellos me preguntó si me drogaba! ¡Otro me preguntó si alguna vez había fumado mariguana! Les dije que yo no hacía esas cosas. La vida es buena tal como es; no hay que desperdiciar la vida, ni tan sólo un minuto de ella. Esos chicos se hacen los duros, pero no son más que críos. Podía ver que estaban dolidos; a ellos les faltaba algo en su interior.”
SEGUIR ADELANTE
En cierta parte del libro cuenta: “ver morir a mi hija fue lo más duro que me ha sucedido en esta vida. Han transcurrido ya varios años desde entonces y el dolor sigue ahí (...) La gente suele preguntarme << ¿Qué hiciste?>>. No había nada que hacer, más que seguir adelante. A todos les llega su hora, y cuándo llega esa hora no depende de uno. En esos momentos mi fe me ayudó a continuar. He sido miembro de la misma iglesia desde 1928”.
Luego apunta: “la gente cree que 100 años es mucho tiempo. Pero la mayoría no entiende. Mi vida no ha sido larga: a mí me ha parecido corta. Todo ha pasado muy deprisa. La vida es hermosa… Y va mejorando con cada día que pasa”.
ESPERANZA
¡Este libro es más que una biografía! ¡Es una lección de vida, un mensaje de esperanza que a todos nos debiera calar hondo!
George, que vivió en tres diferentes siglos, afirmaba que la existencia se vive con una inalterable fortaleza de espíritu, esperanzadoramente, con actitud positiva, aceptándola sin cuestionamientos, tal como llega, como sencillamente es.
Este hombre, “condicionado” por el color de su piel, descubrió en la práctica lo que tratados de filosofía intentan explicar: la calidad de vida y la felicidad, no residen en la acumulación de bienes materiales, sino en encontrar lo que ya poseemos, eso que gratuitamente se nos ha dado; es decir, llegar a ser lo que ya somos.
MIRANDO AL SOL
George comentaba que hay que vivir el hoy, el ahora, forjando un espíritu que sepa amar la vida, que aprenda a sentir lo hermosa que es, a pesar de las adversidades. Que “el ser humano nace para morir, pero que jamás debe obrar mal”. Que es fundamental escuchar, observar y aprender para estar preparado cuando llegue el momento, cualquier momento. Que siempre hay que poner la mirada en el horizonte, en el sol frente a nosotros, afrontando la vida día a día; sin temor.
Me entusiasma saber que el anhelo de aprender nunca muere, que es cuestión de actitud y un estado mental adecuado, que “la vejez” es una etapa más de la vida, pero es tan maravillosa y productiva como las demás.
CANSADOS DE LA VIDA
Observo -y también recuerdo- a personas como George. A tantos “viejos” llenos de vida, repletos de experiencias, colmados de esperanzas, que jamás aceptan la jubilación. Por otro lado, me entristece percibir a tantísimos jóvenes, cansados de la vida, narcotizados por el ocio o las diversiones vacías, aburridos de asistir a la escuela, desanimados. Sin esa actitud de aventura supuestamente característica de la juventud.
Me extraña ver a “trabajadores” jubilados prematuramente, satisfechos, cómodos, carentes de ideales, buscando atajos, lamentándose, criticando sin hacer, cultivando cuotas de poder, buscando excusas y objeciones para no emprender, para no vivir a plenitud, con sus almas en permanente duelo; personas con el freno puesto.
¡Qué época tan paradójica! Mientras que George, a sus 103 veteranísimos años, se levantaba temprano para cursar la primaria; muchas jovencísimas personas ni siquiera saben para qué viven, ignoran que cada día es una promesa, desconocen que es necesario trabajar arduamente todos los días para consumar sus personalísimas misiones de vida.
APRENDER
George Dawson vivió intensamente en tres diferentes siglos y su existencia representa una lección de amor, tenacidad y esperanza. Su enorme vitalidad se ve reflejada en las palabras que pronunció antes de morir: “sigo aprendiendo, continúo escribiendo”.
Dawson dijo: “Escribir mi nombre ha sido una de las cosas más grandes que he aprendido, antes firmaba con una equis. Ese fue mi nombre durante casi 100 años. Era todo lo que sabía. Ahora cada mañana me pregunto qué aprenderé ese día”.
En la edad de oro se sigue aprendiendo el difícil oficio de vivir y no representa obstáculo alguno para llevar una vida productiva y plena, como George mucho depende de la actitud, de la voluntad de continuar aprendiendo, de sentirse siempre útil. En fin, de las ganas de seguir contribuyendo y trascendiendo.
Todo lo que haces en la vida vuelve tarde que temprano, sólo que unas veces tarda más que otras. Yo le digo a la gente que no se preocupe por nada, por tonterías, (…) que no se preocupe de las cosas, que viva con tranquilidad”.
La vida es buena tal como es; no hay que desperdiciar la vida, ni tan sólo un minuto de ella. Esos chicos se hacen los duros, pero no son más que críos”.
“La gente cree que 100 años es mucho tiempo. Pero la mayoría no entiende. Mi vida no ha sido larga: a mí me ha parecido corta. Todo ha pasado muy deprisa. La vida es hermosa”.
Escribir mi nombre ha sido una de las cosas más grandes que he aprendido, antes firmaba con una equis. Ese fue mi nombre durante casi 100 años. Era todo lo que sabía. Ahora cada mañana me pregunto qué aprenderé ese día”.
George Dawson, escritor.
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo