Corea del Norte de nuevo: el mensaje

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Corea del Norte de nuevo: el mensaje

Justo cuando la atención de Occidente se concentra en los riesgos procedentes del Medio Oriente, Kim Jong-un regresa a escena para recordarnos que, en materia de guerras psicológicas y guerras de nervios, él también es un joven maestro. 

Al anunciar su cuarto ensayo nuclear, Pyongyang señaló dos elementos que pusieron a muchos a temblar: (1) Según las autoridades norcoreanas, la bomba, en esta ocasión era de hidrógeno, no de uranio o plutonio, y (2) El dispositivo nuclear ya había sido miniaturizado, condición indispensable para posteriormente montarlo en un misil y enviarlo a algún objetivo. En caso de verificarse esas aseveraciones, Pyongyang habría incrementado su capacidad nuclear de manera dramática e imprevista. Sin embargo, no habían pasado muchas horas cuando Seúl y Washington, buscando restar intensidad al golpe psicológico, indicaban que la bomba no era de hidrógeno. Entonces, ¿cuál es la lógica que mueve esta nueva prueba nuclear? y, ¿en todo caso, para qué exagerar el anuncio? 

Primeramente, el régimen norcoreano se autopercibe bajo constante amenaza de desaparecer, más aún tras el fin de la Guerra Fría, o cuando en 2002 es incluido dentro del “Eje del Mal”. Por consiguiente, la lógica primaria que mueve sus acciones tiene que ver con garantizar su supervivencia y asegurar el control del país. En la visión del régimen, la capacidad nuclear otorga a Pyongyang la herramienta disuasiva necesaria para impedir ser atacada y para conseguir un trato distinto de enemigos y aliados. Adicionalmente, este tipo de ensayos normalmente tienen un componente interno. Mediante la exhibición de fuerza, Kim manifiesta que tiene el control del régimen en su totalidad. 

La clave entonces no necesariamente se encuentra en la fuerza de la bomba, sino en el mensaje transmitido: (1) Tanto el programa nuclear como el programa de misiles norcoreanos siguen vivos y se mantienen progresando, (2) El proyecto atómico norcoreano no está sujeto a negociaciones. De hecho, incluso si Corea del Norte estuviese aún lejos de la bomba de hidrógeno, el haber colocado el tema en la agenda, señala que la intención es no detenerse en conseguir cada vez mayores capacidades atómicas, (3) Todo ello, a pesar del aislamiento diplomático y las sanciones a las que el país ha sido sometido. 

Además, a Kim Jong-un no parece importarle la reacción de China, su máximo aliado y sostén. Al margen de la magnitud de la explosión, China ha quedado nuevamente enfurecida por este ensayo puesto que incentivará una mayor presencia de Washington en la zona e incrementará la carrera armamentista que ya se viene dando desde hace años en esa región, situaciones que Beijing no desea. Sin embargo, China tampoco puede darse el lujo de permitir la desestabilización del régimen y el joven Kim lo sabe bien. Así que, hidrógeno o no hidrógeno, la realidad es que tanto los enemigos de Corea del Norte como la comunidad internacional cuentan con pocas opciones para responder. Todo parece indicar que Obama se tendrá que llevar a casa la “paciencia estratégica” con la que propuso hace años atender la cuestión norcoreana, porque el niño Kim le salió más irreverente de lo que originalmente se pensó. 

Twitter: @maurimm

(Analista internacional)