¿Qué vendían los comerciantes saltilleros de hace cien o más años? Mucho de lo que venden ahora; las cosas que el hombre ha necesitado siempre para vivir la vida de todos los días.

Pero vendían además otras cosas de las cuales ahora no se tiene ni noticia, porque dejaron de usarse, porque el viento se las llevó, o porque servían para atender necesidades que ya no tenemos hoy.

Una breve enumeración de efectos que ahora nos parecen exóticos o extraños nos da también idea de la vida que hace más de un siglo vivían nuestros antepasados.

Sacada de la Ley de Tarifas de Mercancías, tarifas que debían pagar los comerciantes, he aquí una lista de tales objetos raros, interesantes o curiosos que se vendían en el Saltillo de 1886:

Corsés; pecheras de algodón para camisas; puños y cuellos; enaguas; albornoces; moños de seda; piedras de amolar o mollejones; piedras de chispa; pizarras y pizarrines; damajuanas y garrafones; asentadores de todas clases para navajas de afeitar; bola, betum y charol para calzado; cohetes chinos; cortinas transparentes pintadas al óleo o al temple; esqueletos para paraguas, sombrillas o quitasoles; faroles y linternas de todas clases, inclusas las lámparas hidroplatínicas; fuelles de mano para chimeneas, pianos u otros usos; limpiadientes de todas clases, que no sean de oro o plata; mechas de algodón para quinqués y para eslabones; pábilos de algodón; peines de caña de China, rascaderas; floretes con o sin puño; pistolas, carabinas y bastones de viento; muebles con embutidos de concha, marfil, carey o metal; papel de estraza, estracilla, sin cola, de media cola, florete, medio florete, marca, marquilla, bristol, albuminado, de porcelana, embreado, alquitranado, enlienzado y para tapiz que no sea dorado, plateado ni aterciopelado; babuchas, chinelas y pantuflas; guantes, petos y piernas para esgrima; café medicinal; cantáridas; castóreos; elixires medicinales de todas sustancias; esencia de zarzaparrilla; liquidámbar; litargirio; opio; parches de todas sustancias y autores; píldoras, perlas, grajeas, confites y gánulos; sinapismos y papeles revolventes; tártaro crudo; valerianatos; vinos medicinales de todas sustancias y autores; ábacos con varillas de concha, marfil o carey; cera virgen (el que se resbalaba con ella decía: “Si hubiera sido cera puta me habría matado”); destrozos de cachalote (?); esperma de marqueta; sombreros de jipijapa y, finalmente, velas esteáricas y de sebo prensado y sin prensar.

¡Caramba, me parece que antes se vendían más cosas que ahora!