Crisis de héroes

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Crisis de héroes

Apenas hace una semana, en todo México y alrededor del mundo, gritábamos el tradicional ¡Viva! Entre los vivas del grito de independencia se incluye siempre uno por “los héroes que nos dieron patria y libertad”, seguido de algunos nombres que van desde los muy conocidos Hidalgo, Morelos o la Corregidora, a otros que si se hicieran encuestas difícilmente moverían la aguja de la popularidad entre la mayoría de quienes gritan (gritamos) un fuerte y convencido ¡Viva! después de escuchar su nombre.

Es tiempo de preguntarnos qué es realmente un héroe. ¿Cuáles son las características que debe tener un ciudadano que pueda considerarse un héroe para un país como México? Cierto, no podemos olvidar los logros o sacrificios (reales o legendarios) de aquellos que participaron en la guerra de independencia hace más de 200 años y que fueron quedando en los libros de la historia oficial del País. 100 años después de esos héroes de Independencia vinieron otros “héroes” de la Revolución, todos con sus cualidades y áreas de oportunidad, algunos que quedaron del lado equivocado de la línea que definía a un héroe. Y así llevamos más de 100 años sin verdaderamente generar nuevos héroes. La cantera que produce los héroes ha estado seca por muchas décadas. Una horda de políticos y mercenarios baratos tomó los “logros” de la revolución y los convirtió en un partido / sistema que ha sido el principal cáncer que ha aquejado al País. Un verdadero productor de villanos de película que han regido al País por cerca de 100 años. Para las últimas dos o tres generaciones de mexicanos ha sido muy difícil saberse parte de una nación que es (mal) manejada y básicamente saqueada por personajes omnipresentes y más resistentes que las cucarachas. Pasamos de los represores a los que decían defender al peso como perros a tener la esperanza del héroe reformador de poco pelo y orejas, cuyo tamaño aparente sólo competían con el de su inteligencia. Ese potencial héroe también nos quedó mal como vimos en 1994. Después vino el héroe vaquero de las botas que tuvo su kriptonita inicial en su pareja, pero que pudo pasar las llaves del reino al político de carrera de su mismo bando para solamente regresarle el gobierno a lo más podrido de ese cáncer político del pasado, que ni con peluca pasará desapercibido.

¿Y ahora qué? Tenemos una figura emanada de ese cáncer que pretende transformar al País a base de rollo, buenas intenciones, cheques, figuras heroicas instantáneas y una ideología que en momentos raya en el fanatismo. Pensar en cambiar un país a base de símbolos y de destruir lo que huela a pasado no es una estrategia, es un capricho. Ese tipo de destrucción selectiva del pasado se ha visto en agrupaciones como ISIS (organización terrorista) en Siria o Irak. Es como tratar de definirse solamente como distinto a todo lo anterior y eso hace que sea imposible rescatar algo bueno del pasado, porque eso sería ir en contra de la ideología del Robin Hood, del estás conmigo o contra mí, del todo o nada, una ideología binaria (pero siempre hueca) que no permite los tonos de gris o colores vivos, porque todo se ve negro o blanco. De pronto, el líder se convierte en ese ser infalible, incapaz de cometer un error, poseedor de la única verdad y rodeado de inútiles. Y así, el que pudo ser un héroe verdadero se va convirtiendo en el villano. Corremos el riesgo de que nuestro héroe, el capitán 4T, acabe siendo el 4Thanos al final de la película.

No, no podemos estar esperando a que los héroes de hace 100 o 200 años sigan siendo quienes carguen solos la historia del País. Esos héroes tienen un lugar reservado en rotondas o libros de historia, pero no son quienes construyen y mejoran a México hoy en día. Los héroes están entre nosotros, pero es indispensable que sean capaces de tener una mente e iniciativa propia, que no dependan de un cheque del gobierno en turno (en cualquiera de sus niveles y colores), que sean capaces de reconocer el valor de la niñez y la juventud, el de la educación (no, la CNTE no merece letras de oro en ningún lado) y el del esfuerzo, dedicación y trabajo cotidiano como un medio para lograr progreso. El desarrollo o el progreso de una nación no se dará con discursos de un alcalde, gobernador, diputado o presidente, menos si cualquiera de ellos no conoce nada más que la ubre presupuestal. Los héroes no son ellos, mayormente hechos de barro. Los héroes tienen que salir de entre nosotros. Somos muchos y seguro hay quienes ya están actuando como tales.

@josedenigris

josedenigris@yahoo.com