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Crónica de un suicidio anunciado
Gdansk.- Por supuesta que no se llamaba Alfonsina. Su nombre era menos poético y más prosaicamente mortal que ese, pero aquella noche estaba en el mar. Y no en el arrogante y presumido de La Plata, sino en el olvidado, indolente, melancólico, frío, distante y embravecido en marzo Báltico de la ciudad Estado polaca.
Igual que la Alfonsina de los versos de Félix Luna inmortalizados por la música de Ariel Ramírez, ella había vivido una azarosa secuencia de vaivenes emocionales mal tipificados como depresivos y cuando quiso vestirse de mar, éste, enojado la escupió hasta la orilla del Gdansk viejo gritándole: “Ni madres, vete a morir a otro lado”.
Entonces, al tener el agua llegándole apenas a los tobillos, dimensionó los motivos que habían estado a punto de mandarla a donde Alfonsina Storni sí había logrado llegar, cuando -según los más poéticos- se sumergió poco a poco en el espigón del Mar de Plata hasta que murió apaciblemente ahogada y otros -los más vulgares, corrientes, insulsos, triviales, ramplones, insustanciales, fifís, neoliberales, conservadores, imperialistas y cacas- se tiró de cabeza desde una escollera en uno de los afluentes del Río de La Plata, que -por cierto- ni a mar llegaba.
Escupiendo las espumas malolientes del reservorio de drenajes, epidemias, covids-19 y otras lacras a donde ilusamente se había querido ir a vestirse del mar polaco, se sacudió el agua de sus cabellos, se apresuró a volver a su departamento para quitarse la ropa malolientemente mojada y tras una ducha, se sirvió dos humeantes tazas del café mexicano producido en la región serrana de Tabasco, que había comprado durante su último mes viviendo en ese vapuleado país.
Había votado por MALO dándole el beneficio de la duda ante tanta inmundicia de gobierno que le habían recetado a México los anteriores priistas y panistas.
El “me quiero morir” que repetía cada vez que el mal llamado presidente profería una de sus muchas ocurrencias, quiso convertirlo en realidad, porque está para morirse el soportar a un gobierno como el que México padece desde 2018.
Está bien, está bien, a lo mejor sí eran ciertos los diagnósticos tempranos de depresión que le habían endilgado en sus consultas los facultativos de la mente, pero muy a su pesar se lamentó de no poder seguir viviendo en un país donde no solo el presidente, sino también su gabinete y los monaguillos que servían en sus misas diarias desde el púlpito de Palacio, le achacaban al pasado y a los que habían gobernado antes, todas las desgracias que flagelan el presente de México en seguridad, salud, educación, economía, legislación y administración de la justicia.
Su primera reacción fue largarse de su propio país y convertirse en un número más de los emigrados que ya están huyendo a carretadas -los que pueden- ante la inminencia de un gobierno totalitario al que no le van a ser suficientes los seis años de este sexenio político.
Y fue así como llegó a Gdansk, atraída por la fuerte empatía y simpatía de los polacos hacia la cultura mexicana.
Pero ni estando fuera de su país lograba sustraerse de ese sentimiento de impotencia que asola a millones de mexicanos, arrepentidos los unos por haber votado por MALO y desesperados los otros por que algo suceda finalmente en México, que catalice la inconformidad planetaria de muchos más millones que los primeros, ante la falta de resultados del gobierno.
De poco servían a sus estados de ánimo, las muestras de solidaridad de los polacos con quienes convivía en sus afanes por ganarse la vida tan tristemente lejos de los suyos. “Soy una brasera universitaria”, se decía, al referirse a su trabajo como editora de textos para la casa Marek Lewinson, en uno de los pintorescos callejones del centro de Gdansk.
Antes de salir esa noche de su departamento con las negras intenciones de acabar con su existencia como lo hiciera Alfonsina, había escrito una larga carta a manera de epitafio, donde señalaba uno a uno los motivos que la habían llevado a tan funesta decisión:
“Dos son los únicos culpables de esta muerte mía: 1.- Mi ansiedad maniaco depresiva derivada de que siento que soy un hombre en el cuerpo de una mujer (diablos, ésta es la única alusión que la conectaba con Alfonsina) y 2.- La impotencia universalmente grande que siento porque los mexicanos no pasamos hasta ahora, de enredarnos en discusiones que no llevan a nada, defendiendo unos a MALO y atacándolo otros porque su única capacidad es la del engaño.”
Llenó cuatro cuartillas con una lista que tuvo que interrumpir porque quería morirse precisamente ese día y no mañana y si le seguía, capaz de que no se moriría ni pasado mañana, de tan larga que resultaría.
Bateó por última vez los twitts babosos de los acólitos etílicos del régimen de la 4T, que la defendían usando términos como “imperialismo yanki”, “zares inmobiliarios neoliberales” y otros apelativos más chairos que el chairo mayor.
Le escribió uno a Javier Lozano diciéndole cómo lamentaba que defecara twitts a todas horas y que por rémoras como él -priista, panista y luego otra vez priista- MALO justificaba sus ataques contra medio México.
Desde que le había servido de recadero a Meade en su fallida campaña, el pipope Lozano se había refugiado en las tierras de Barbosa, sí, el mismo que mandó imprimir la propaganda goebbeliana de Morena en todas las placas de vehículos poblanos.
Cuando salió de la regadera, encontró su carta de “no se cumple a nadie de mi muerte” en la mesa del comedor y no resistió la tentación de leer las cuatro cuartillas que había escrito.
Una a una fue leyendo las fallas de MALO y su gobierno:
1.- La burrada de mantener al frente de la Guarida Nacional al inepto de Durazo, aún después de que el embajador de EU en México, Christopher Landau, lo regañara de la manera más degradante en público, al decirle que de nada sirve tener tantas reuniones con palabras bonitas y abrazos no balazos, cuando son deprimentes los “resultados” en materia de seguridad.
2.- La epidemia de culpar al pasado de sus propios errores del presente.
3.- La estupidez de pregonar a los cuatro vientos, que por primera vez en no sé qué tantos años, la CFE del rata Bartlett presenta número negros, callando mañosamente que esos resultados se deben a que desde el 2 de diciembre de 2018 hasta ayer 29 de febrero, la CFE no ha gastado ni un centavo en el urgente mantenimiento de sus redes que se caen todos los días.
4.- El asesinato del Seguro Popular y el nacido muerto INSABI, para desgracia de 70 millones de los mexicanos más pobres.
5.- Promover sordeadamente al gringo comunista John Ackerman para que sustituya a Lorenzo Córdova como consejero presidente del INE.
6.- Urdir la toma del Poder Judicial al meter ahí a pura gente suya.
Y cuando estaba a punto de leer el punto 7 de los 41 que llenaban su escrito, volvió a dejar las cuatro cuartillas en la mesa donde estaban y se encaminó de nuevo hasta la orilla del astillero de donde hace un montón de años salió Lech Walesa, y ahora sí, a pesar de que el embravecido Báltico quiso escupirla otra vez a la orilla, poco a poco se fue sumergiendo en las olvidadas, indolentes, melancólicas, frías y distantes aguas donde inició la 2ª Guerra Mundial, hasta quedar vestida de mar….
CAJÓN DE SASTRE
“Qué poética forma la tuya de narrar el desmadre de gobierno que padecemos en México”, dice la irreverente de mi Gaby.