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Cumbres por conquistar
El día de ayer se conmemoró, en los Estados Unidos, el natalicio de quien fuera el decimosexto presidente de ese país y el primero por el partido Republicano. Me refiero al ilustre Abraham Lincoln (1809-1865), un hombre que se distinguió por su honestidad, profundidad de pensamiento y fortaleza de espíritu.
Lincoln es conocido por haber establecido las medidas que coronaron la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, además de ser el Presidente que evitó la desintegración de ese país; pero tal vez pocos conozcan de sus derrotas, de esas que él mismo aludió: “infinidad de veces he caído de rodillas ante la abrumadora convicción de no se abría ante mí camino alguno. Mi propia sabiduría, y la de todos los demás, me parecía insuficiente para ese día”.
Efectivamente, este hombre nacido en la pobreza, supo superar increíbles obstáculos y caídas, como ejemplo: en 1832, perdió las elecciones para la Legislatura. En 1834 fracasó por segunda ocasión en los negocios. En 1835, murió su novia, luego tuvo una crisis nerviosa que casi lo lleva al suicidio. En 1838, volvió a perder otra elección. Entre 1843 y 1846 fue derrotado en varias ocasiones al intentar ocupar una silla en el Congreso. También perdió las elecciones para la vicepresidencia y varias elecciones para una posición en el Senado. Finalmente, en 1860, fue electo presidente: había conquistado su montaña, la cumbre de la vida política del país. Lo pudo porque siempre tuvo la mirada en la cúspide.
Además, Lincoln sufrió la muerte de dos de sus hijos, cuando aún eran pequeños, uno de ellos falleció siendo ya presidente; se cuenta que, en su angustia, le dijo a la enfermera que atendía a su pequeño hijo: “Esta es la prueba más grande de mi vida. ¿Por qué ha de ser inevitable que esto tenga que suceder? ¿Por qué?
“Haz lo mejor que puedas y llega hasta el final. Si el resultado es positivo lo que sea dicho en contra de ti no valdrá nada. Si el resultado es negativo, inclusive diez ángeles jurando que tenías razón no harán ninguna diferencia”, esta cita de Lincoln habla de su fortaleza y determinación mismas que provenían de la oración y su fe en Dios.
Jamás desistir
En relación a este tema, recuerdo haber visto una película en la cual cinco alpinistas deciden conquistar la cúspide de una montaña. Desgraciadamente, en su intento, quedaron atrapados en una tormenta de nieve que intempestivamente surgió, tornando la visibilidad imposible, lo que provocó que empezaran a caminar en círculos hasta que el cansancio secuestró el ánimo de ellos, excepto el de un alpinista.
Este valeroso hombre intentó alentar a los demás a continuar caminando, pero ellos, exhaustos, prefirieron descansar hasta que el inclemente frío los indujo a dormir. En todo momento el alpinista que continuaba luchando les gritaba: “¡adelante! ¡No se duerman! ¡Dormir en el frío es morir! Pero de nada sirvió, los cuatro cayeron en un profundo sueño del cual jamás despertaron.
Unos minutos más
El hombre al saber que ya no podía hacer nada por sus compañeros se armó de energía para permanecer en marcha. Llevaba apenas unos metros recorridos, cuando, como un milagro, la tormenta súbitamente aminoró, la oscuridad cedió y entonces el hombre se percató que apenas a unos cuantos pasos se encontraba el campamento que previamente habían construido.
Si los compañeros hubiesen aguantado unos minutos más, indudablemente ellos también hubieran sobrevivido, pues ahí había víveres, auxilio y cobijo.
Muchos caminos
Las altas montañas siempre han ejercido una mágica atracción en la mayoría de las personas. En lo personal apreciar la majestuosidad y la perenne inmovilidad de una montaña que casi toca el cielo me llena de vida, su bellaza inspira a seguir adelante, genera pensamientos positivos y me recuerda la capacidad que tenemos para realizar los sueños que nos proponemos. Al contemplarlas pienso que cada persona tiene una personalísima montaña que le llama a escalar, ascender. Conquistar.
Si se mira detenidamente a una gigantesca montaña se podrá apreciar que existen innumerables caminos para llegar a la cima. Hay sendas escarpadas que directamente apuntan hacia arriba, que tienen prisa por arribar; otras que se dibujan lentas, que rodeando llegan también a lo alto; otras que son una locura pues se observan caprichosas para luego llegar a un desfiladero en donde terminan abruptamente. También existen rutas que desembocan en remansos, espacios verdes, superficies planas, que bien podrían servir a los escaladores de descanso para luego emprender la marcha hacia las alturas.
Muchos caminos se podrán percibir imposibles: maleza, espinas, piedras, troncos y ramas cierran toda posibilidad de transitarlos. Hay otros trayectos que son peligrosos: trepan para luego precipitadamente bajar en terribles pendientes. Desde luego, también existen estrechas avenidas que suben y luego caen, y así sucesivamente, hasta que finalmente terminan llegando a la cima.
Mucho por andar
También, cuando uno mira las montañas desde abajo, a prudente distancia, se antoja fácil subirlas, pero la realidad es muy distinta, solo basta dar el primer paso por una senda que apunte hacia arriba para percatarse de la necesidad de contar con excelente condición física, conocimientos, destreza y, sobre todo, una voluntad a prueba de caídas y cansancio; de agallas para luchar contra el desánimo que surge cuando se camina hacia lo alto y no se observa la cumbre o si se alcanza a mirar, pero se comprende que aún falta mucho por recorrer.
Llegar a la cima
Decía que cada persona tiene su propia montaña por escalar. Llegar a la cima no solamente es cuestión de altura o de las dificultades propias del camino o de las condiciones climáticas, sino del caminante, de su preparación física, mental y sobretodo espiritual, de la esperanza y el ansia por arribar.
Agonizante esperanza
Martín Descalzo no está de acuerdo que la gran enfermedad de las personas sea la falta de fe o la crisis moral que atraviesa el mundo, sino más bien piensa que lo agonizante es la esperanza, las ganas de vivir y luchar, el redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que existen en las personas y las cosas que los rodean.
Comenta: “el gran triunfo del mal consiste no tanto en habernos vueltos ciegos como en habernos puestos a todos unas gafas negras para que terminemos de creer que el mundo es mal y sólo en el mal puede revolcarse” y creo que tiene razón, los humanos en ocasiones andamos a ciegas, pareciera que solamente tenemos la capacidad para ver lo negro, ignorando la inmensa gama de colores hermosos y luminosos que nos rodean.
La existencia no siempre es agradable, en ella hay zonas grises y oscuras, pero podríamos aprender a descubrir oportunidades en los problemas.
Busca dentro de ti
Y si los problemas nos abruman o los fracasos arriban intempestivamente y no sabemos dónde buscar la senda. Entonces sería útil seguir el consejo de Amado Nervo: “Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales. Dentro de ti está siempre el secreto: dentro de ti están todos los secretos. Aun para abrirte camino en la selva virgen, aun para levantar un muro, aun para tender un puente, has de buscar antes, en ti, el secreto.
“Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes. Están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que cierran los caminos. Todas las arquitecturas están ya levantadas dentro de ti.
“Pregunta al arquitecto escondido: él te dará sus fórmulas. Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más dura, la pala más resistente, entra en tu interior y pregunta…
“Y sabrás lo esencial de todos los problemas y se te enseñará la mejor de todas las fórmulas, y se te dará la más sólida de todas las herramientas.
“Y acertarás constantemente, pues que dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos”.
Tal como
Entonces, hay que subir la montaña, hay que enfrentar gustosamente las subidas y bajadas, hay que asumir las desventuras que todo viaje ofrece, sin caer en la tentación de la angustia o la amargura; hay que aceptar el reto de dar un paso más a pesar del dolor o la desilusión; hay que estar convencidos que, aún cuando nuestros pies se atasquen en el lodo, siempre tendremos la oportunidad de mirar para arriba, de contemplar las estrellas, de admirar esas alturas, esas cumbres que han sido creadas para ser conquistadas. Tal como Lincoln lo hizo a pesar de tener, en muchas ocasiones, todo en su contra.
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo
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