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De Coatza vengo
Hace unos días fui a Coatzacoalcos, Veracruz. Sus habitantes no llaman así a la ciudad: le dicen sencillamente “Coatza”. Cosa igual hacen quienes viven en Minatitlán, población casi gemela de ésta. Ellos llaman “Mina” a su comunidad. Y es que ambos nombres son tan largos que se abrevian en la economía del habla coloquial, y también por cariño.
Otro diminutivo: el mejor restorán de Coatza es el Piquitos. Ahí gusté dos inéditos -para mí- manjares suculentos. Uno es la hueva de nácar, de exótico sabor paradisíaco; otro es el filete de minilla, pescado de inefable gusto. Esa palabra, “inefable” es difícil de definir, pues inefable es todo lo que no se puede explicar con palabras. Por ejemplo el amor, o “El capital” de Marx.
Fui a Coatza a dar una conferencia. Por considerarlo de interés para mí transcribo el texto de la crónica aparecida en el Liberal del Sur, mi periódico allá. La nota es de Sendic Aguirre:
“Un lleno espectacular en los tres auditorios de la Casa de la Cultura. La razón no podía ser más obvia: un invitado de lujo estuvo en ella. Armando Fuentes Aguirre presentó su plática ‘Charla con Catón’. Por espacio de una hora puso a un millar de personas a reír, llorar y, sobre todo, reflexionar. Sus opiniones y pensamientos, siempre aderezados con buen humor, dejaron huella en todos los asistentes a esa apoteósica noche.
“Catón dijo al principio de su charla que todo lo que iba a decir eran simples reflexiones de un mexicano común. Cierto: reflexiones que hicieron mella en el público, y que movieron la mente y la imaginación de todos para la búsqueda de nuevas ideas.
“Cuando Catón hablaba todos prestaban fija atención; cuando callaba era por dos razones: porque la risa de la gente lo interrumpía (más de uno tenía que sacar su pañuelo o kleenex para secar las lágrimas de risa) o porque todos lo aplaudían al unísono.
“El lleno total fue previsto, pero no lo que sucedió afuera, al aire libre. Un nuevo espacio tuvo que ser creado rápidamente con una pantalla gigante y un buen equipo de sonido, para que quienes no pudieron entrar no se perdieran esta magistral plática de uno de los columnistas más leídos del País.
“Al acabar Fuentes Aguirre su charla todos los asistentes se pusieron en pie para ovacionarlo. El éxito fue rotundo. Fue entonces que decenas de personas fueron hacia Catón para saludarlo, felicitarlo, pedirle un autógrafo o su firma en uno de sus libros. Incluso hubo uno que se esperó hasta lo último para contarle un chiste. Humilde, como siempre, el columnista atendió a todos y cada uno de ellos.
“Catón, con su peculiar visión de la vida, optimista, siempre deja un claro camino a seguir: el de la esperanza”.
Tendrán que perdonarme ustedes la prolija transcripción de esta nota. La hice con la mayor humildad posible, para no dejar mal a mi colega, que me describe humilde. Y lo soy. A humilde nadie me gana.