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Dejémoslas volar
Las palabras han sido, en las últimas jornadas, el poderoso motor del cual se han servido miles y miles de ciudadanos a propósito de los más recientes acontecimientos suscitados en Estados Unidos y en nuestro País. A través de ellas se han concretado acciones, materializado los sentimientos, enfrentado y radicalizado posturas. Mediante las palabras, un hombre dicta y millones reaccionan.
En los últimos días, las informaciones se han sucedido con rapidez relampagueante. Así, cuando en un mensaje transmitido en cadena nacional el presidente de México, Enrique Peña Nieto, sostenía que nuestro País no pagaría el muro propuesto por Donald Trump, enseguida las informaciones estaban en el sentido de que lo mejor sería que el Mandatario mexicano no viajara a Estados Unidos, transmitidas por aquél en su acostumbrada cuenta de Twitter. Momentos después, fueron también las palabras las que emitió Peña Nieto para señalar que había comunicado a la Casa Blanca que no asistiría al encuentro que sostendrían el 31 de enero. En breve, Trump afirmaba que ambos lograron un consenso y que dejarían la reunión para después. Luego de esto, de nuevo, las comunicaciones: no se hablaría más en público del tema. Y entre un comunicado y otro, agresivos tuits de Trump.
La poderosa palabra. Ella pesa y determina. Figura clave en esta convulsa época de internet. Con ellas, las imágenes que cruzan con facilidad pasmosa los océanos, y de la misma manera atraviesan las mentes.
En el momento que vivimos, con la palabra como supremo valor, nuestro deber es atender su importancia y respetar su significado. Esta hora, que no admite indecisiones, tampoco debiera permitir, por lo mismo, un mal uso de la palabra, torciendo y trastocando su más sagrado significado.
La que se agita valientemente, ardorosamente; la que reclama justicia; la que exige tolerancia y respeto; la que, ondeando dignidad, se yergue por encima del verdugo. Es, ahora, la palabra la que ha destacado también. Es la palabra mostrándose en los cartelones que han demandado al Presidente republicano que respete los derechos humanos y en donde se le ha mostrado un público rechazo a las medidas que intenta establecer en contra de países como el nuestro. En esos cartelones, la muestra de que la palabra es poderosa para asumirse como representantes de lo más sagrado de los hombres, lo más íntimo e invulnerable, que es el amor propio y el orgullo. La nación de México, unida en el significado de esas dos palabras: dignidad y orgullo.
Y para ello, la decisión de hacerse respetar. No están solos, se unieron también los representantes de muchos países. La expresión de su simpatía hacia México es alentadora, como alentadores los mensajes emitidos por los mexicanos a través de las distintas redes sociales, en lo personal: boca a boca y en los medios de comunicación. México vive un momento explosivo en lo que se refiere a utilización de las palabras. Dejémoslas volar en el ambiente de libertad en que vivimos, pero no olvidemos que nosotros mismos merecemos respeto. Utilicémoslas con la inteligencia que deban ser usadas y que se empleen para dar a nuestro País la cara que necesitamos brindar al enfrentar al enloquecido Presidente norteamericano. No se auguran los mejores tiempos, pero debemos encontrar en ellos lo mejor de nosotros. Y mucho de esto inicia en nuestro pensamiento y la expresión de ese pensamiento.
Tan fuertes son, tan intensas y poderosas que sólo pierden sentido cuando lo inevitable sucede. Y lo único inevitable es la muerte. “Cuando la muerte se presenta, todo calla”, dice Federico Gamboa en su novela “Santa”. Es verdad, pero como también se ha dicho, mientras hay vida hay esperanza, una esperanza que podemos construir todos hasta volverla realidad.
Que sean las palabras, entre las esferas gubernamentales y los ciudadanos de a pie, lo que distinga a los mexicanos en esta desigual lucha. Palabras que nos honren. Palabras que honren la buena estirpe, la madera de la que estamos hechos.MAría c. recio