Del pesebre a la cruz

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Del pesebre a la cruz

“No había sitio para ellos en la posada”. (Lucas 2,7)

La meditación en la fe de estas palabras ha encontrado en esta afirmación un paralelismo interior con la palabra, rica de hondo contenido, del Prólogo de San Juan: “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Para el Salvador del mundo, para Aquel en vista del cual todo fue creado (cf. Col 1,16), no hay sitio. 

“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). El que fue crucificado fuera de las puertas de la ciudad (cf. Hb 13,12) nació también fuera de sus murallas. Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. 

“Ya desde su nacimiento, él no pertenece a ese ambiente que, según el mundo, es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien, a fin de cuentas, todo depende. Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser y, con esta luz, llegar a la vía justa”.

Esto lo escribe Ratzinger, el teólogo que llegó a ser el  Papa Benedicto XVI, en su pequeño libro sobre “La Infancia de Jesús”. Es un tercer tomo de los libros que escribe sobre Jesús de Nazareth. Así queda, al final de esta trilogía, la reflexión sobre los principios de la vida del Salvador.

Estamos ya en la semana de la Nochebuena. Este mes de diciembre del 2017 tiene la particularidad de que, lo mismo la fiesta de Navidad que el primer día del año nuevo, caen en lunes. Esto hace que la comunidad de fe tenga, en el mismo día, la celebración litúrgica dominical y la misa nocturna en que ya se celebra el nacimiento del Salvador y también, en la última noche, la misa dominical que despide al año viejo y la bienvenida del nuevo.

El Hijo de Dios, que tomó la naturaleza humana en María virgen, concebido sin intervención de varón, por obra del Espíritu Santo, nace en un lugar que nos parece indigno pero al mismo tiempo discreto. La presencia del asno y el buey no tiene apoyo histórico sino teológico. La tradición la menciona como un simbolismo de la humanidad que se alimenta del Pan de la Palabra hecha Vida.

Se da la llegada del Ungido para salvación de quienes la acepten. Su nacimiento en Belén vence el afán desmedido de tener, como su vida en Nazareth es una victoria sobre el afán desordenado de poder y en la cruz de su sacrificio vencer a Jesús el afán desbocado de placer. 

No viene a tener éxito  sino a ser fiel. No viene a situarse en las falsas grandezas del mundo. Por eso “No habìa sitio para ellos en la posada y  nació en pobre y humilde pesebre, que es lugar en que se alimentan los rebaños y lo consuma todo en una cruz que es patíbulo de  ajusticiados... Pero vencerá a la muerte con su resurrección a vida gloriosa...