Democratizar México V

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Democratizar México V

A estas alturas, ya deberíamos saber que la democracia no se reduce a votar en las elecciones, ni culmina por el hecho de elegir entre candidatos, al que preferimos, por creer que es mejor o menos peor que sus adversarios.

Hemos vivido esta lección en repetidas formas: consumada la Independencia, después de la última caída de Santa Anna, consumada la Reforma, consolidado el porfiriato y, convertida en régimen, la Revolución. La lección más reciente data del año dos mil, tal parece que nuevamente nos estamos levantando para evitar que la regresión autoritaria se fortalezca y consolide.

¿Y ahora que sigue? El PRI perdió estas elecciones. ¿Cómo le irá en 2017? Digamos que perderán también la elección presidencial del 2018, y que lo festejamos, nos congratulamos y recargamos la esperanza. ¿Y luego? ¿Qué sucede un día después de que el Gobierno rinde protesta? 

Ahí radica la verdadera disyuntiva que enfrenta el País entero y cada nuevo gobernante. Ahí radica la causa que malogra la efectiva democratización del país, que sigue siendo un sueño y un ideal inacabado. Lo hemos visto una y otra vez, elección tras elección, de alcaldes, gobernadores y presidentes de la república. Lo hemos visto en el Legislativo.

La disyuntiva es muy sencilla: O se apuesta a la democracia mediante la formación ciudadana y la construcción de instituciones a prueba de las personas; o se busca un pacto “realista” con el autoritarismo, apostando a que, desde el poder público, todo lo pueden. Dictan instrucciones a diestra y siniestra, creen hacer el bien, pero a fin de cuentas sólo resultan instrumentos del más rancio autoritarismo. 

Desde el mensaje más sencillo, la obra pública, los útiles o los desayunos escolares, ¿podemos imaginar un gobernante que resista la tentación de presentar sus actos como un don personal a la comunidad? Casi todos se resisten a decir la verdad: toda acción de gobierno, todo “apoyo”, toda inauguración de obra pública, toda entrega de recursos públicos son obligación del servidor público, salen sobrando los eventos fastuosos, los besamanos y los agradecimientos. Se vale, cuando mucho, felicitar al pueblo porque sus impuestos dieron fruto.

Ello sería un ejemplo sencillo de cómo iniciar un largo y complejo proceso de formación ciudadana, porque la democracia no funciona sin ciudadanos y sin gobernantes demócratas. El gobernante no es un gran “proveedor”, es un administrador de los bienes públicos, a quien ordenamos cumplir el programa de gobierno que resultó más votado. 

Este principio también aplica para mensajes más complejos, profundos y más difíciles de explicar. Se requiere humildad, aversión al cortoplacismo, apostar a la transformación profunda, superar la visión coyuntural. Empieza reconociendo que no existe gobierno que camine por la sola voluntad del gobernante, pasa por saber que la burocracia no va a obedecer en todo, cuenta con las inercias y resistencias del sistema. El gobernante que se cree capaz de gobernar a su antojo, no es otra cosa que la proyección de su soberbia y vocación autoritaria, enraizada profundamente en él.

Si de nueva cuenta vamos a emprender la lucha democratizadora de México, nos haría bien aprender las cuatro lecciones anteriores. No repitamos los errores de siempre.

Si los recién electos gobernadores de oposición, o un futuro Presidente ajeno al PRI, asumen y ejercen la autoridad como lo han hecho sus antecesores autoritarios, —con soberbia e ineptidud—, no esperemos resultados diferentes. Años más tarde, estaremos lamentando las malas decisiones y los graves daños de otro mal gobierno. La democracia electoral, sin demócratas, habría fallado una vez más.

Pero si desde ahora mismo exigimos a candidatos y gobernantes, acciones e ideas innovadoras, realistas y democráticas, que no partan de su ego; sino del esfuerzo ciudadano conjunto para democratizar y modernizar la sociedad, estaremos, ahora sí, haciendo historia, tanto la generación impulsora de la democracia, como el gobernante con ánimo demócrata. Lo contrario llevará, a gobernantes y particulares, al tiradero de la Historia. 

Twitter: @chuyramirezr
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