Desde la cantina con Jesús de León

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Desde la cantina con Jesús de León

El escritor se vió inmerso en el cosmos de las cantinas desde niño, su padre era cantinero. / Jonathan Duarte
Una cantina es el refugio de los hombres, un lugar donde se tenía prohibida la entrada a las mujeres, niños y boleros. A Jesús de León, desde pequeño le importó poco esa regla, corría al “Columpio” en busca de su padre. Un cantinero que día a día escuchaba fascinantes historias. Hoy, el escritor Coahuilense le dedica a su padre su más reciente libro: ‘Este bar se llama...’.

Lo mejor hubiera sido ir a una cantina, encerrarnos ahí por horas y conocer desde dentro el corazón de este libro, pero por cuestiones de tiempo tuvimos que saltar esa parte y nos vimos en la necesidad de reunimos con Jesús de León en un lugar sin alcohol, ni botana: un café.

“Pancho Villa aquí se sentiría mejor que en su hacienda Chihuahua. Las meseras saben más que tu vieja en lo referente a tus gustos, con la ventaja adicional de que no rezongan ni piden que te lleves bien con la familia: si quieres estar solo te dejan solo y, sino, te cobran una módica suma. Puedes ver peleas y/o películas por cable y la rocola ofrece buen repertorio. Nomás dan cacahuates, pero jamás te los regatean. Las paredes están llenas de fotografías del centauro del Norte y el personal se guía por un lema: ‘Te sirven primero, después viriguan”, relata De León en su más reciente libro “Este bar se llama”.

El libro, editado bajo el sello “La terquedad”, es el primero de lo que el escritor denomina “Biblioteca Jesús de León” y que integra la colección “La jaula de las obras” la cual reúnirá los libros inéditos del escritor. 

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Para el narrador Saltillense cada cantina es un microcosmos y cada parroquiano, al ingresar en dicho lugar, sufre metamorfosis que lo convierten en un ser anónimo abrumado por los problemas cotidianos de un personaje insólito, maravilloso o atroz. Todo depende del nombre que ostente la fachada.

Jonathan Duarte

Desde las primeras paginas, el creador de la Editorial Independiente “La Terquedad”, habla de cómo las cantinas comparten una curiosa característica: su nombre, el cual en la mayoría de los casos no alude al producto que venden, sino que corre en sentido inverso, para que cuando a un hombre le pregunten a dónde va, el pueda responder a “La oficina”. 

“La esquinita”, “La oficina”, “El consulado Americano”, “El parlamento Inglés”, “La cabaña del abuelo”, “La Isla del Padre”, “El pedestal”, “El olvido”, todos son nombres de los bares que aparecen en las narraciones de Chuy.

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“Uno ve afuera que dice ‘El amazonas’, con respecto al nombre no hay ninguna similitud más que una mujer apodada Anaconda. Cuando ves por fuera un bar y ni siquiera te imaginas lo que te vas a encontrar, dice: La cajita de cerillos y no te imaginas que te vas a encontrar a un montón de piromaniacos. Una vez uno me platicó que encabronado le prendió la caballera a su mujer, es un universo cerrado de voces mudas”, explica Jesús de León, “Lo que nos falta de ambiente nos sobra de inspiración”.

El también editor que ha sido responsable de la publicación de títulos que tienen los sellos del Consejo Editorial del Estado de Coahuila y del Centro de Estudios Sociales y Humanísticos, A.C. y hasta hace poco era el jefe del Departamento Editorial del Archivo Municipal de Saltillo, donde dirigió la “Gazeta del Saltillo”, explicó cómo entró a este mundo. 

Jonathan Duarte

“Casi nadie habla de ciertos oficios, mi papá se dedicaba a ser cantinero en un lugar que se llamaba El Columpio, un lugar al que tenía que ir con mi papá cuando le tocaba cuidarme. Un oficio que todos consideran vergonzante, pero no”, contó De León sobre como desde pequeño se vio inmerso en el mundo de las cantinas, conociendo personajes inolvidables e historias fantásticas. 

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“El mundo de las cantinas, es un universo masculino, antes era prohibida la entrada a mujeres, militares, niños y boleros, pero en un momento dado el hijo del cantinero podía entrar. Esa atmósfera me llamaba mucha la atención. Es muy difícil atreverte a entrar a una cantina, pero todavía es más difícil salir de ella”, dijo. 

Las narraciones van cargadas con un explosivo humor satírico, son un conjunto que tiene su origen en la columna del mismo nombre que Jesús de León sostuvo en la revista zacatecana “Corre, Conejo”, del 15 de noviembre al 15 de mayo de 2015. 

El libro se encuentra a la venta en la librería Carlos Monsiváis y puede conseguirse contactando a Jesús de León por Facebook.

¡Búscalo!
>  “Este bar se llama” / La Terquedad Ediciones
>  Diseño editorial: Nereida Moreno
>  Ilustraciones: Alejandro Cerecero

La Alcoba
>  Aunque no lo crean un bar así existe. Las mujeres que andan de juerga acostumbran dirigirse hacia “La Alcoba”, evidentemente no a dormir, sino a beber, echar madres, jugar cubilete o dominó y, de vez en cuando pelearse. 
Pobre del borracho que se le ocurra asomarse. Sería peor que meterse por equivocación al baño de un club feminista o un refugio para esposas golpeadas. De esa clase de pesadillas lo más prudente es despertar de inmediato. 
Y cuando despertó, la cantinera todavía estaba ahí. 
Y cuando desperté, la cruda todavía flotaba de mí.
Y cuando despertamos…
En síntesis, lo espantoso no es dormirse en un bar: lo espantoso es despertar en “La Alcoba”.