Deserción escolar: ¿cómo vamos a contenerla?

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Deserción escolar: ¿cómo vamos a contenerla?

Cada niño, cada adolescente, cada joven que abandona sus estudios implica la posibilidad de que una vida se trunque

Una de las consecuencias indeseables de la pandemia es la que se traduce en la deserción escolar de miles de niños y adolescentes de las instituciones de educación pública. Y es indeseable porque se trata de una afectación de la cual acaso no puedan recuperarse quienes la padecen.

Se ha dicho en otras ocasiones pero habrá que repetirlo: son justamente los más pobres quienes más están sufriendo esta consecuencia y el hecho de que la padezcan implica que la educación no se traduce entonces en la posibilidad de que escapen a su condición de marginación social.

Por ello es que el fenómeno no puede ser visto como un simple hecho anecdótico, sino que debe asumirse en su justo contexto: un reto mayúsculo para las autoridades de todos los órdenes de gobierno, que se encuentra directamente relacionado con sus responsabilidades fundamentales.

Como lo establece el reporte que publicamos en esta edición, el problema de la deserción escolar no solamente afecta a los alumnos de educación básica, sino que es transversal a todo el sistema educativo e incluso alcanza a los estudiantes universitarios.

Y es que de acuerdo con datos de la Universidad Autónoma de Coahuila, al inicio del actual semestre se ha detectado que alrededor de 2 mil 600 alumnos han desertaron de sus estudios por diversas razones, principalmente asociadas a la pandemia por el COVID-19.

El número no es menor: se trata del doble de los alumnos que normalmente desertan a estas alturas del ciclo escolar, de acuerdo con las estadísticas de la máxima casa de estudios de nuestra entidad.

“No podemos ocultar que la situación económica le está pegando no sólo a nosotros las instituciones de educación superior, le está pegando a la economía, y si le pega a la economía, le pega a las familias”, ha dicho al respecto el rector de la institución, Salvador Hernández.

Los datos estadísticos, sin embargo, son solamente el diagnóstico del problema y no podemos limitarnos simplemente a reiterarlos. Lo que sigue es plantearnos cuáles son las acciones concretas a implementar a fin de evitar que la situación se agrave, pero también a evitar que se vuelva irremediable para quienes han abandonado sus estudios.

En una sociedad como la nuestra, la educación constituye el principal factor de movilidad social, es decir, la única oportunidad que tienen quienes han nacido en la pobreza para mejorar su destino.

Si esta oportunidad desaparece lo que estaremos atestiguando es la profundización de las asimetrías sociales que caracterizan a nuestra sociedad. Nadie puede -ni debe- permanecer impasible ante esta realidad.

Se trata de una auténtica tragedia que rivaliza con el dolor que nos produce las decenas de miles de muertes que se ha venido acumulando en los últimos meses debido a la presencia de la pandemia.

No es un dato anecdótico, sino una llamada de alerta. Cada niño, cada adolescente, cada joven que abandona sus estudios implica la posibilidad de que una vida se trunque.

La diferencia está en que no seamos indiferentes ante este hecho.