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Este 15 de abril se cumplieron 60 años de la trágica muerte de Pedro Infante, aquel ídolo mexicano que representaba al hombre sencillo, trabajador, de escasos recursos, carismático y ¡por supuesto! muy macho. Además el próximo 18 de noviembre hubiera cumplido cien años de vida. Para las nuevas generaciones, es probable que su nombre no signifique mucho. Si acaso lo reconocieran sería como “el charro ese que cantaba las canciones que le gustaban a mi abuelito”. Pero ¿saben que es lo más triste? Que en realidad llevamos en el ADN mexicano mucho más de Pedro Infante de lo que quisiéramos aceptar.
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Ahora bien, no digo que sea triste porque el Ídolo de Guamúchil sea por sí mismo un mal ejemplo a seguir o porque hay sido una mala persona. Al contrario, a pesar de no haber sido el mejor actor del mundo, Pedro Infante era tan carismático y se conducía de forma tal, que todo el mundo lo adoraba. Su presencia en las películas que hacía, era garantía de éxito en taquilla, aún y cuando en su prolífica carrera hubo cintas de todo tipo y diferentes niveles de calidad. El problema en la actualidad no radica en su persona sino en el legado que nos dejó con el personaje construído a partir de sus características.
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Sucede que Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Emilio Fernández, Luis Aguilar y Arturo de Córdova nos mostraron a través de sus personajes en la pantalla grande, todas aquellas virtudes y valores que en aquel entonces se pretendía tuvieran los hombres mexicanos. “Yo soy macho, parrandero y jugador” decían muy orgullosos. Los problemas empezaban a aparecer cuando a un niño que sufriera por cualquier razón, su madre le espetaba “¡Los machos no lloran!” y la pobre criatura tenía que tragarse el dolor, las lágrimas y cualquier capacidad de expresar sus emociones.
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A propósito de esas madres promotoras del machismo, el cine mexicano de la llamada Época de Oro, también trajo otras figuras que llegaron a reforzar los ideales de la masculinidad de la época. Para conocer la contraparte femenina de los machos mexicanos, baste recordar a la principal promotora de aquellos personajes de “madrecita santa y abnegada”. Sin duda me refiero a Sara García quien estaba a la cabeza del ejército de diabólicas madres manipuladoras, con Libertad Lamarque y Prudencia Grifell como principales cómplices. ¿Cuántas personas no entenderán que “abnegación” significa renuncia voluntaria de sí mismo? Y si alguien renuncia a sí mismo ¿cómo podría entregar algo que no tiene a los demás?
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Esas contradicciones absurdas propias del binomio “macho mexicano-madrecita abnegada” son las que sembraron semillas de comportamientos no deseables en el inconsciente colectivo de los mexicanos. El machismo creció, fuerte y sano, para llegar a ser parte muy importante de la personalidad de los hombres en nuestro país. En algunos casos llegó incluso a convertirse en verdadera misoginia que trajo desgracias tan grandes como las Muertas de Juárez y a personas tan detestables como Marcelino Perelló. Y antes de que me digan que el machismo es propio de personas mayores y que los jóvenes actuales “ya traen otras ideas”, de inmediato les pondré un ejemplo devastador: los Porkys.
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Por eso es sumamente importante ver a Pedro Infante con la visión inteligente que podemos obtener de la perspectiva histórica. Me queda claro que el señor era sumamente agradable e incluso buena persona. Conozco anécdotas encantadoras de primera mano que me platicó en vida la querida y extrañada María Eugenia Llamas “La Tucita”. Pedro la trataba con la gentileza y el cariño de un padre amoroso. ¡Bien por él! Aquí no estoy hablando de la persona sino del personaje. Tenemos que dejar de aplaudir al macho que grita, arrebata, domina, jamás llora y siempre tiene la última palabra. Vivir como un hombre de sentimientos castrados trae muchas desgracias a corto, mediano y largo plazo.
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No se trata de satanizar, lo importante es entender. Esos personajes nacidos hace 70 años en la pantalla grande tuvieron terreno fértil en un país que necesitaba construír su identidad nacional en un mundo sumido en la Segunda Guerra Mundial. Por eso mismo, el cine mexicano floreció: Hollywood estaba ocupado en hacer propaganda bélica y sus presupuestos eran escasos. Recordemos a Pedro Infante el próximo 18 de noviembre en el primer centenario de su nacimiento y celebremos a la persona, al actor, al mexicano. Pero ya no al personaje. Para combatir el machismo necesitamos dejar de ser hombres y mujeres para convertirnos todos en personas.