Días de peste, ante la pandemia del COVID-19 en Saltillo

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Días de peste, ante la pandemia del COVID-19 en Saltillo

Mucha tinta ha corrido desde que se desató esta pandemia del virus chino. Mucha tinta va seguir corriendo y desde todos los ángulos y aristas posibles. Todo con el fin de encontrarle cuadratura al círculo de semejante demonio de salud. ¿Cómo le ha ido en su confinamiento, señor lector, si acaso es de los privilegiados que pueden vivir en su bola o burbuja de cristal y sin salir de casa en dos, tres, cuatro o cinco meses como lo quiere hacer el gobierno federal? ¿A qué se ha dedicado en estas semanas de encarcelamiento? No puedo decirlo de otra forma: estar encarcelados.

Yo en lo particular y usted lo sabe y he estado insistiendo en ello desde hace varias lunas, he tratado de hacer mi vida normal. La normalidad en tiempos de peste. Usted lo sabe: no tengo televisor, no tengo Internet y muy a huevo tengo una computadora que enciende con bulbos. Espero no cierren mis dos cibercafés a los cuales voy regularmente para mandar mis textos a las revistas y diarios en el país donde me editan. Si los cierran, pues espero encontrar alguna solución. ¿A qué me dedico en días de peste? A lo mismo que hacía antes de la peste: vivir, leer, escribir, comer, beber. Desgraciadamente muchos de mis lugares favoritos están cerrados por pánico, no porque ande el virus entre las mesas danzando. Me he acoplado a otros lugares a los cuales antes no iba y ahora son los pocos abiertos y pues allí voy a disfrutar una Coca-Cola, un sándwich, una cerveza, un ron con hielo.

En estos días de peste me he recordado dos o tres textos que hablan de ello. Y como siempre, la ficción siempre le va ganar la partida a la realidad. Es el caso recuerdo, de una puesta teatral de Mario Vargas Llosa en Madrid, España, titulada precisamente “Los cuentos de la peste”, la cual realizó junto a Aitana Sánchez Gijón en 2015. Fueron textos leídos y dramatizados por el propio Premio Nobel de Literatura y su musa de cabecera en materia teatral. Y dichos textos, ocho para ser exactos, están basados en la lectura de “El Decamerón”, que a la vez usted lo sabe, son textos que hablan del aislamiento, confinamiento y la maldita soledad de los enfermos, todo ello cuando en 1348 en Florencia, se desata la peste bubónica. ¿Qué hacer ante circunstancias tan dramáticas y desoladoras? Queda la ficción, la palabra. La salida, nos dice Mario Vargas Llosa en su puesta en escena es la “fantasía”.

Y me voy enterando, al sacar el legajo respectivo del Nobel (recortes de periódico y notas sueltas) para escribir esta columna, que ya luego, Mario Vargas Llosa hizo meta-literatura de lo anterior. Es decir, escribió un texto de dicha propuesta teatral, se incluyó el mismo, los actores que presentaron la obra/lectura de teatro y claro, la musa Aitana Sánchez. El texto se titula “El hombre de negro”. Ficción de la ficción con protagonistas reales. Literatura sobre la literatura de Bocaccio. Para mi desgracia, no tengo el cuento cuando se publicó en su momento en una revista de la ciudad de México.

ESQUINA-BAJAN

¿Cómo le ha ido con estos días de peste señor lector? La gente en no pocas ciudades de México (incluido Saltillo), ha arrasado los supermercados y sus mercaderías. Un verdadero asalto. ¿Para qué? ¿Cuánto se puede vivir así, con pánico y la alacena retacada? Sólo para ver con angustia, como los bastimentos bajan día con día. ¿Para qué poner el presente en peligro con hartas compras y ver el futuro devastado? La irracionalidad se hizo presente con un bicho que por nuestra ubicación geopolítica y nuestro clima, no nos ha pegado con dureza, afortunadamente. Somos una franja de contención natural y esperemos esto así siga.

Hay dos novelas del siglo pasado, Ja, decir el siglo pasado. Son de escritores gringos, el mítico Stephen King y Dean R. Koontz, textos los cuales abordan la catástrofe mundial, el colapso planetario debido a una guerra bacteriológica. En el texto de King de 1978, un catarro mal cuidado se convirtió en una pandemia global que derivó en una feroz neumonía que extinguía a la humanidad casi completa. El texto se llama “Apocalipsis”, texto agotado en librerías desde hace buen rato, pero que se está reeditado en estas fechas (si el virus chino lo deja). El texto de Dean R. Koontz es profético y sintomático: éste sitúa en China un experimento de corte bacteriológico, para crear un arma letal y masiva, el virus “Wuhan-400.” Dicha arma bacteriológica sería letal e imparable. ¿Y sabe usted en qué año sitúa dicha trama el escritor gringo? En los meses finales de 2019 y principios de 2020.

La ficción siempre le va ganar la partida a la realidad. Al menos en este caso. Pero, lo bien cierto es de lo que le vengo advirtiendo en estos textos desde siempre: el impacto va a ser brutal luego de que pase esta emergencia y asilamiento en los hogares (los que pueden), en los bolsillos y la vida diaria de millones de mexicanos. La pobreza y miseria se va a cebar en nosotros. ¿Éramos pobres? Pues ahora vamos a estar peor de jodidos. Eso llamado pobreza cernirá sus alas sobre 48 millones de mexicanos terminando la contingencia epidemiológica. Los datos son de la Comisión Económica para América Latina y del Caribe (CEPAL) en voz de su titular, Alicia Bárcena. Y según la última medición de dicho organismo (datos de 2018): 415% de mexicanos vivían en la pobreza y un altísimo 10.6% en la indigencia. País de polaridades desde siempre y sin visos de cambio alguno. El virus no nos va a matar, nos va a matar el aislamiento, la soledad, el estar sanos y encogidos en un rincón del hogar, atiborrados de despensa, mientras 48 millones de mexicanos viven al día en esta contingencia…

LETRAS MINÚSCULAS

“El coronavirus será una pandemia pasajera”, dijo Vargas Llosa. La pobreza en México y como siempre, matará a miles y será eterna…