Don Quijote en México (2 de 2)

Usted está aquí

Don Quijote en México (2 de 2)

A mediados del Siglo pasado, el cervantista mexicano Julián Amo tuvo la paciencia de llevar a cabo un cuidadoso repaso de todas las obras de Miguel de Cervantes, con el propósito de determinar el número de veces que el insigne escritor hace referencia a asuntos mexicanos, a lugares de nuestro país o bien a contemporáneos suyos relacionados con la Nueva España. Y encontró nada menos que veintitrés alusiones.

Pues bien, mencioné aquí la semana pasada, que en El Quijote se encuentran tres de esas veintitrés alusiones –directas o indirectas- que Cervantes hace a nuestro país. Y dí cuenta de la primera, que aparece en la historia del capitán cautivo, capítulo 42 de la I Parte de la genial novela.

La segunda alusión, indirecta, se localiza en el capítulo 8 de la II Parte del libro. Se suscita durante un delicioso diálogo entre Don Quijote y Sancho Panza, camino al Toboso. Conversan en torno a las desmesuras de que han sido capaces a lo largo de la historia ciertas personas, con tal de ser reconocidas, trascender, alcanzar fama. El hidalgo manchego cita al efecto varios casos de la antigüedad, que remata con uno para ellos más reciente en el tiempo. Dice así Don Quijote:

“Y, con ejemplos más modernos, ¿qué barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo?”.

Es obvia la alusión, en el párrafo anterior, a la decisión tomada por Hernán Cortés en las costas de México al dar la orden de quemar las naves de su flota, con el propósito de cancelar en sus soldados cualquier intención de desertar.

La tercera alusión a nuestro País se encuentra en el capítulo 10, también de la II Parte. La escena corresponde al encuentro entre Don Quijote y una falsa Dulcinea, en realidad una pobre labradora a quien Cervantes describe como “no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata”, que Sancho se empeña en hacer creer a su señor que se trata de su hermosa amada, sólo que como el caballero manchego sufre de encantamiento, no alcanza a percibir su verdadera belleza.

Al tratar de huir en su borrica de aquel par de locos, la pobre aldeana cae por tierra y antes de que Don Quijote llegue en su auxilio la propia mujer se reincorpora y, escribe Cervantes, que: 

“…haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica y, puestas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dio con su cuerpo, más ligero que un halcón, sobre la albarda, y quedó a horcajadas, como si fuera hombre; y entonces dijo Sancho:

¡Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán (cierta ave de caza) y que puede enseñar a subir a la jineta al más diestro cordobés o mexicano!”

La anterior exclamación de Sancho Panza significa, entre otras cosas, que apenas ocho décadas después de la llegada de los españoles a nuestras tierras, los mexicanos tenían ya bien ganada fama de ser buenos jinetes. (33)

jagarciav@yahoo.com.mx