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¿Dónde quedó la dignidad de los capitanes de la IP?
A don Eugenio Garza Sada y a sus pares, los presidentes de México les preguntaban si podían asistir a una reunión, en aquellos años, en Los Pinos.
A los actuales “dirigentes” de los organismos intermedios del sector privado los citan a Palacio Nacional como si fueran del gabinete o subordinados de la 4T.
Les platico: La mayor parte de la carga presupuestal que implica la reforma de las pensiones, le toca aportarla a los empresarios.
Y a pesar de eso, échenle un ojo a estos simbolismos que ocurrieron en el pomposo anuncio en la mañanera de antier:
1.- A Carlos Salazar Lomelín -presidente del CCE- lo sentaron en 2ª fila.
2.- López Obrador utilizó la expresión “ponerle una estrellita” al representante de la IP, como si fuera un niño de kínder que se portó bien e hizo la tarea.
3.- A la hora de las presentaciones, AMLO hizo como que tenía qué leer el nombre de Carlos, para hacerle entender a la gente: “ni sé cómo se llama”.
Este incidente confirma que el modelo de representación empresarial de las cámaras que padece el empresariado mexicano, es obsoleto, servil al gobierno y a los intereses de los oligopolios, y le da la espalda a más de ocho millones de pymes que sufren las de Caín para sobrevivir no solo a ésta pandemia, sino al gobierno fallido de la 4T.
El CCE, Coparmex, Canacintra, Concanaco, y las cámaras locales como Caintra NL, Canacintra Jalisco y todas, están borradas del escenario nacional porque sus presidentes -herederos o empleados de los santones de la IP- no quieren participar en política, pues consideran que se enlodarán con dicha actividad, que es no propia de sus pedigrís.
En noviembre del año pasado, en el último evento nacional de Coparmex, escuché decir a José Antonio Fernández Carvajal, a Enrique Zambrano Benítez, a Federico Toussaint Elosúa, a Gustavo de Hoyos Walther y a toda una pléyade de la estirpe empresarial de México, que la responsabilidad de la IP va más allá de los intramuros de sus negocios.
Como si siguieran un guion, los mensajes de ellos giraron en torno a la importancia de que los empresarios participen en temas públicos, pero se cuidaron muy bien de no mencionar -nunca- la palabra POLÍTICA.
El único que se salía de ese molde fue Gustavo, pero ahora que se dio a conocer la reforma de las pensiones, fue de los primeros en soltar loas, caravanas y alabanzas al gobierno por tal acción.
Espérenme tantito, señores de la IP, el único mérito del gobierno de la 4T en este asunto, es poner la caja a donde los empresarios y los propios trabajadores apoquinarán más de lo que hoy apoquinan para las pensiones de éstos últimos.
En términos monetarios es tan pesado el tema de las pensiones, que lo único que consiguieron los “negociadores” de la IP fue que les dieran 8 años para subir del 5.15% actual de sus aportaciones, al 13.87% que contempla la reforma.
Nadie está en contra de beneficiar a los trabajadores, pero las empresas tendrán que apoquinar varios billones de pesos -sí, con “B” de burro- echando mano de:
1.- Optimización de sus gastos.
2.- Reducción de inversiones, planes de crecimiento y -muy importante- modernización de plantas y procesos.
3.- Trasladar a proveedores y clientes el costo de sus aportaciones a las pensiones de los trabajadores.
El 2º que pasa a la báscula es el trabajador, que tendrá que aumentar en 2.7 veces lo que actualmente aporta para su retiro.
Y -aquí está el truco republicano- el único que no sale bailado en este baile, es el gobierno, porque la iniciativa que seguramente será aprobada por el Congreso de la Unión pintado de Morena, establece que las aportaciones del IMSS ($300 mil millones de pesos al año) y el ISSSTE ($700 mil millones de pesos anualmente) NO CAMBIARÁ, según dijo textualmente Arturo Herrera, Secretario de Hacienda.
CAJÓN DE SASTRE
“Entonces, ¿qué celebran los de la IP?”, dice la irreverente de mi Gaby.