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El 2 de la Candelaria
Este día, 2 de febrero, es día grande. El pueblo, único autor de las verdaderas consagraciones, lo ha consagrado como fecha de las “levantadas”. Al hacerlo muestra una profunda intuición religiosa, pues esta fiesa es la primera de las grandes celebraciones marianas. Primera en el año, y primera también en hacer su aparición en la historia.
Originalmente se celebraba en este día la Purificación de la Virgen. Era opinión de los antiguos que la mujer que daba a luz quedaba impura. ¡Como si fuese impureza dar la vida! Se consideraba que traer un hijo a este mundo tan lleno de miserias era una acción culposa por la cual la mujer debía pagar sacrificando una víctima propiciatoria: un cordero lechal, si era rica; una tórtola si no lo era. (También debía pagar cinco siclos -monedas de plata- a los sacerdotes. Es decir, algo para Dios y algo para sus concesionarios).
El varón no podía acercarse a la recién parida, y la mujer no debía acercarse al templo hasta después de 40 días de parir. Quizás en estos tabúes se esconde una secreta sabiduría que tiene que ver con la salud de la mujer y con su integridad frente a las acometidas del deseo varonil. El caso es que hasta nuestro tiempo -o casi- llegó esta idea, atavismo interesante. Todavía hace cinco o seis décadas la parturienta se quedaba 40 días en la cama, rodeada de cuidados, alimentada con atolitos, caldos de pollo o de pichón, y servida por una corte de mujeres -abuela, madre, hermanas, tías- que evitaban con celo hasta que le diera el aire. A ese período se le llamaba “la dieta”. Ha desaparecido. Hoy los doctores hacen que la recién parida se levante horas después de dar a luz, aunque lo haya hecho por medio de cesárea. Cambios que vienen con los tiempos.
La fiesta del 2 de febrero se llama actualmente de la Presentación del Señor. Conforme a la ley judía todo varón que abriese el seno de su madre, es decir, el hijo primogénito, debía ser ofrecido a Dios. Eso era trasladar a la familia la obligación de entregar a Dios las primicias de la tierra. Estas primicias no las podía disfrutar el Señor, pero sí sus sacerdotes. Quien a la Iglesia sirve, de la Iglesia come.
Ahora bien: ¿por qué el 2 de febrero se llama de la Candelaria? A veces esa fiesta se confunde con la de San Blas, que es el 3 de febrero, por la costumbre que había antes -no sé si ahora- de bendecir las gargantas de las personas, especialmente de los niños, con dos candelas -velas- encendidas que el sacerdote ponía en forma de equis ante el cuello de los fieles. La tradición cuenta que San Blas, mártir del siglo cuarto, salvó la vida a un hombre al que se le había atorado un hueso en la garganta, de ahí su patrocinio.
Esta fiesta, la de la Candelaria, es muy antigua. Se le menciona ya en el famoso libro de la peregrina Egeria, también del siglo cuarto. La fiesta comenzó en Jerusalén y pronto llegó a Roma. Ahí, en el siglo quinto, a una señora le dio por llevar velas encendidas a la celebración, y esa costumbre quedó como parte de la fiesta. Candelaria significa “fiesta de las velas”. Antes había muchos Candelarios y Candelarias. Ahora ya no tantos. A un cierto señor cura de Tabasco que tenía una criada llamada Candelaria ese nombre le parecía poco eufónico, y entonces inventó una variante en forma de anagrama que tuvo mucha moda: Narcedalia. Las mismas letras de Candelaria, pero en otro orden.
En este día el pueblo cierra el ciclo de la Navidad, que oficialmente concluye el 6 de enero. Hoy se quitarán los pinos, los nacimientos, y las luces que la gente pone en las ventanas. Habrá tamaladas, y pagarán su deuda aquellos a quienes tocó el monito al partir la rosca de Reyes. Preciosa fiesta ésta, llena de sentido y de tradición. Ojalá no se pierda como otras hermosas fiestas se han perdido.