El B-17 y el amanecer

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El B-17 y el amanecer

Es común tener en nuestra memoria eventos que nos ponen a pensar en la fragilidad de la vida. Despertamos, hacemos de todo, dormimos y volvemos a despertar. Sin querer sonar dramático, es sencillo olvidar que algún día ya no despertaremos. No sabemos cómo ni cuándo, pero esa es una de las realidades innegables de la existencia humana y sobre la cual normalmente preferimos no pensar. En ocasiones recibimos señales que podemos ver o no y que nos pueden ayudar a recordar que tenemos un número limitado de amaneceres en nuestra cuenta. A veces las señales son muy claras y en otras nos toca a nosotros encontrarlas y darles forma, tal vez como una manera sutil de agradecer y apreciar nuestra existencia y esperar tener muchos amaneceres por delante.

¿A qué se debe la profundidad sobre amaneceres, señales y existencia finita? Bueno, trataré de compartirles las señales que recientemente encontré en eventos aislados y sugerirles que busquen señales propias que estarán más o menos claras en la mente de cada uno.

Hace unas semanas, un buen amigo y compañero de trabajo desde hace 14 años, me invitó a comer como lo hace dos o tres veces por año. He aprendido a apreciar esas reuniones cada vez más, tal vez por sentir que cada vez que me invita me queda una ocasión menos de aprender y ver las cosas a través de los ojos y la mente de mi amigo, quien a sus setenta y tantos años de edad me ha confiado que piensa ya en su retiro. No se trata de que me parezca correcto o atinado todo lo que él diga u opine sobre diversos temas (especialmente los políticos), sino que lo hace de una forma en la que me da oportunidad de entender por qué alguien que aprecio puede pensar, a veces, muy distinto que yo. En esta última comida con él, me dijo que ha determinado su fecha de retiro y para celebrar eso, nuestra amistad y relación de trabajo, él quería regalarme algo a mí. Me pareció algo poco común, pero muy acorde a su estilo. Me quería regalar un paseo en un avión B-17 de la Segunda Guerra Mundial. Me dijo que para él eso era algo realmente especial ya que su padre había sido piloto de uno igual volando misiones sobre Europa durante la guerra. Acepté su invitación y le pusimos fecha al paseo. El 11 de septiembre pasado, junto a mi esposa, y mientras mi amigo y su esposa nos esperaban en tierra, abordé el B-17 conocido como Yankee Lady desde un aeropuerto civil cerca de Detroit, justo a unos metros de donde Henry Ford estableció una fábrica –en tiempo récord– para producir otro avión de guerra, el B-24. Fue un paseo muy agradable en un avión fabricado hace más de 70 años y que hacía recordar la fragilidad de la vida y la estupidez de la guerra. Aterrizamos situados en el frente del avión y nos recibió nuestro amigo, grabando un video con una sonrisa tan o más grande que la nuestra.

Una semana después de ese paseo, mi esposa y yo habíamos ya planeado visitar a nuestra hija mayor, esta vez en un avión de línea moderno y en lo que generalmente es un vuelo de rutina. Ese viaje a y desde New Haven vía Hartford, Connecticut, pasó sin sorpresas. Se podría decir que de rutina en lo que al vuelo se refiere. Y es aquí donde viene la señal que mencionaba antes. Hace apenas unos días, uno de los menos de veinte B-17 que continúan en operación se estrelló, cobrando la vida de siete personas que estaban en un paseo similar al que tomamos mi esposa y yo, apenas tres semanas antes. El avión había despegado del aeropuerto de Hartford y al tener problemas en un motor intentó regresar sin éxito, estrellándose en ese mismo aeropuerto. Es en este día que celebro mi cumpleaños que no puedo evitar saber que en las últimas semanas estuve en un B-17 y en el aeropuerto de Hartford y que estoy aquí, escribiendo estas líneas, festejando un año más de edad. Puedo afirmar que, sin contar a los seis sobrevivientes de Hartford, las probabilidades de que alguien que en el último mes estuvo en un B-17 y en el aeropuerto de Hartford esté vivo son prácticamente nulas, y eso me hace estar muy agradecido.

@josedenigris

josedenigris@yahoo.com