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El bosque, el coronavirus e Inglaterra
Se filtra el viento helado entre las montañas. Pasa con él la niebla. Claudia y yo estamos a cielo abierto.
-Mira este pino, por aquí pasó el fuego, muy cerca, se llevó a estos otros pero a la cabaña no le pasó nada, la huella del fuego está a un metro de ella; por eso le decimos El Milagro, dice Claudia.
Y así es, es un milagro este momento en plena crisis y psicosis. Placidez, aromas de resina y madera. Traigo una chamarra que me prestó. Disfrutamos el clima cambiante. Antonio alimenta el fuego.
Hay quietud en este sitio alejado lo suficiente para no escuchar mucho de los sonidos de la comunidad más cercana. Pienso que esta cabaña bien puede funcionar para un retiro espiritual.
Seguimos y conversamos sobre temas recientes: el 8M. Claudia me cuenta que le dio el día libre a quien le ayuda con la limpieza de la casa, pero que la chica se resistía; pensaba que se quedaría sin su sueldo. Claudia le aclaró que no se preocupara, se iría con sueldo pagado; solo le pidió que realmente hiciera la huelga.
Ahora estamos en temporada de ingreso a otro tipo de aislamiento, uno provocado por un virus. Nos compartimos datos, cifras y videos. Intentamos que la psicosis no nos invada. Me muestra el video de una joven mexicana que vive en Londres y se encuentra enferma, sin posibilidad de atención, pues los hospitales están saturados. Esta joven se encuentra en tratamiento casero, y parece que pronto saldrá de su temporada con el coronavirus. Luce cansada, ha perdido 4 kilos.
Y yo pienso en mi hija; hace una hora hablé por teléfono con ella, antes de llegar al bosque:
-¿Cómo sigue todo por allá?¿Cómo estás?
-Todo bien ma.
-¿Y Ricardo?
-No te quise decir, pero Ricardo regresa hoy de Inglaterra.
Claro, ya hace tiempo me habían dicho de este viaje. Lo olvidé.
-Está bien, le hicieron las pruebas ma. Y ha estado comiendo bien y sigue haciendo ejercicio.
Miro el hilo de agua correr hasta un pequeño estanque y apelo a continuar en calma, como la que hay en ese cuerpo de agua. Espero que Ricardo esté bien no solo porque es la pareja de mi hija, sino porque es un buen hombre.
Contacto a Ricardo. Mensajes por WhatsApp. Ha llegado a la ciudad de México luego de un viaje largo, vía Ámsterdam. Cancelaron una gira diplomática en la que estaba. Por suerte no hicieron escala en Estados Unidos ni en Francia; algunos tuvieron problemas; sus vuelos sí estaban conectados con esas escalas. Ricardo se quedará cuatro días en la gran capital, antes de ir a Xalapa con Andrea.
-La distancia es una forma de ofrecer amor, dice. Esperará para ver que todo esté bien y que no tiene síntoma alguno. De su grupo, ya todos regresaron a sus países y nadie tiene síntomas, pero están en aislamiento voluntario.
Agrega: -es siempre una paradoja la cuestión de la distancia, pero es un gran ejemplo para ayudarnos con el desapego. Todos los seres humanos estamos juntos en una red pero como entes individuales. Dice que está tranquilo y que es un momento para que todos conectemos cabeza con cuerpo y corazón.
Me pide: -mantente de buenas, ríete, disfruta del sol, del aire, respira en lugares al aire libre; vete a caminar a la sierra, a la naturaleza, porque necesitamos guerreras que se encarguen de pedirle perdón a la naturaleza, a quien tanto daño le hemos hecho; estas cosas son también parte de esta situación.
Me quedo con estas palabras de Ricardo: -la propagación del miedo provoca caos. Y allí el ser humano tiene la capacidad de interpretar todo ese caos y volverlo materia creativa y materia amorosa, y es posible partir desde allí para ligarnos más fuerte emocionalmente.
Recuerdo las horas en el bosque con Claudia y Antonio, y su tribu; la lluvia, el granizo, la noche, el atasque de la camioneta en el lodo el filo de una inclinación. Las risas luego del susto; el calor pues, de la amistad.