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El Caballero de los Leones
Vladimir Nabokov (1899-1977), prolífico escritor nacido en Rusia, quien a mediados de los 50 del siglo pasado, alcanzó fama internacional por su polémica novela Lolita, fue un crítico feroz del libro Don Quijote de la Mancha y de su autor Miguel de Cervantes.
En 1952, como profesor visitante, Nabokov impartió en Harvard 6 conferencias sobre El Quijote. Treinta años después, éstas se publicaron en inglés y hace poco más de 20 años en español bajo el título Curso sobre El Quijote. En éste, el ruso expresa numerosos juicios adversos sobre la novela de Cervantes, tema sobre el cual posteriormente haré amplia referencia.
Por lo pronto, procede decir que Nabokov distingue entre los diálogos y los pasajes descriptivos contenidos en El Quijote. De los primeros dice que son vivos y de los segundos que son muertos. Tiene una explicación al respecto: “el arte del diálogo –dice- se desarrolló y perfeccionó mucho antes que el arte de describir, o mejor digamos, de expresar la naturaleza”.
Continúa Nabokov su exposición así: “En 1600 el diálogo es ya excelente en los grandes escritores de todos los Países: natural, flexible, vistoso, vivo. Pero la traducción de los paisajes a palabras tendrá que esperar hasta, más o menos, los comienzos del Siglo 19 para alcanzar el nivel que el diálogo había alcanzado 200 años antes”. (pág. 54)
A pesar de los juicios en extremo negativos que Nabokov aplica a los pasajes de naturaleza descriptiva de El Quijote, no es, sin embargo, consistente en su crítica, pues califica de magníficas algunas descripciones concretas que aparecen en la novela. Es el caso de las que vienen en los capítulos 8, 17 y 19 de la I Parte.
A contrapelo de lo afirmado por Nabokov, para que el lector aprecie el talento descriptivo del autor de El Quijote, va un ejemplo al canto. Corresponde al capítulo 17 de la II Parte, donde se narra el enfrentamiento que el hidalgo manchego insiste en sostener con uno de los leones que, enjaulados, envía el general de Orán a la Corte, como regalo al rey de España. Forzado el leonero por Don Quijote a abrir la jaula, Cervantes describe así al:
“…león, el cual pareció de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fue revolverse en la jaula, donde venía echado, y tender la garra, y desperezarse todo; abrió luego la boca y bostezó muy despacio, y con casi dos palmos de lengua, que sacó fuera, se despolvoreó los ojos y se lavó el rostro; hecho esto, sacó la cabeza fuera de la jaula y miró a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademán para poner espanto a la misma temeridad. Sólo don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase ya del carro y viniese con él a las manos, entre las cuales pensaba hacerle pedazos”.
Magnífica aquí la fuerza descriptiva. Por cierto, a partir de esta temeraria aventura, Don Quijote se llama el Caballero de los Leones. (34)