En un encuentro sobre humorismo al que fui invitado recientemente, alguien del público nos preguntó a los panelistas cuál era el mérito principal de un chiste bueno. Yo opiné que un buen chiste debe tener, entre otras cualidades, la de ser breve. En prueba de eso traigo ahora un breve florilegio  cuentos cortos.

Un muchacho llevó a su novia al romántico sitio donde se juntaban las parejitas por la noche. Dijo ella, emocionada: “¡Qué bonito se oye el canto de los grillos!”. “No son grillos -la corrigió él-. Son zippers”.

El borrachín pidió en la recepción del hotel unas monedas para el teléfono. Le preguntó el encargado: “¿Está usted hospedado?”. “Señor mío -respondió el temulento con mucha dignidad-, ¡estoy hospedísimo!”.

En el club acuático le dijo Pepito a su mamá: “¿Me das permio de ir al chapoteadero?”. Contestó la mamá: “Hace 5 minutos fuiste al chapoteadero”. “Sí -replicó el niño-. Pero ahora quiero ir a nadar”.

Un tipo le comentó a otro: “Todos tus hijos tienen nombres terminados en -ano: Emerenciano, Rogaciano, Bardomiano...”. Replicó el otro: “No. También tengo uno que se llama Próculo”.
Un individuo comentó: “Anoche cené huevos, y sentí como una patada en el hígado”. Le dio uno: “Qué bueno que no comiste hígado”. 

En el colegio de monjas la madre superiora les aconsejó a las alumnas: “No arriesguen toda una eternidad de castigo por una hora de placer”. Levantó la mano una chica y preguntó: “Madre: ¿cómo se le hace para que dure una hora?”.

La maestra les preguntó a los niños: “¿Saben ustedes de dónde proviene la lana virgen?”. Pepito aventuró una respuesta: “¿De las borregas feas?”.

La señora sorprendió a su marido en brazos de la criada. “¡Te me largas inmediatamente! -gritó hecha una furia. La criadita, avergonzada, se dispuso a salir. Le dijo la señora: “A ti no te estoy hablando”.

Le presentaron una señora a Babalucas. “La señora Cepeda y Silva”. “¡Caramba! -se admiró el badulaque-. ¿Las dos cosas al mismo tiempo?”. 

Estalló el tanque de gas en una casa. La explosión fue formidable. Sin embargo en el hospital la señora estaba muy contenta. Dijo: “Es la primera vez que mi marido y yo salimos juntos”.

En pleno acto del amor el señor se levantó de la cama, trajo unas flores y las depositó reverentemente sobre su esposa. “¿Por qué haces eso? -le preguntó ella, extrañada. “Perdona -respondió el marido-. Pensé que estabas muerta”.