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El (d)efecto Bartlett
Mucho se le cuestionó a AMLO su postura de puertas abiertas para personajes de todo tipo. Sobresalieron Nestora Salgado y Napoleón Gómez Urrutia tal vez por sus expedientes recientes y por la publicidad que se hizo de sus casos, justa o injustamente al calor de la campaña del miedo. También, después del 1 de julio, saltó a los reflectores la figura de alguien como Pedro Carrizales (alias “el Mijis”), simplemente por su pasado de chavo banda y por su apariencia poco común para un diputado. Sin embargo, entre esos cuestionamientos de personajes incómodos o atípicos, pasó muy por debajo del radar la figura de Manuel Bartlett Díaz. Pensemos por un par de minutos en lo que este señor representa, especialmente para quienes tenemos memoria y consciencia de lo que fue el PRI de los ochenta.
El (actual) senador por el Partido del Trabajo es un político nacido en Puebla hace 82 años, hijo de quien fuera gobernador de Tabasco y ministro de la Suprema Corte de Justicia. Becado para estudios en Francia e Inglaterra y con amplia trayectoria política que incluye posiciones como coordinador de la campaña presidencial de Miguel de la Madrid, secretario general del PRI, secretario de Gobernación –todo el sexenio de De la Madrid–, y junto con Alfredo del Mazo (padre) esperaba ser ungido por el “dedazo” de De la Madrid como candidato a la presidencia en 1988. Es ampliamente conocido por una frase que él niega haber dicho: “Se cayó (o calló) el sistema”, cuando el conteo inicial de votos en la elección de 1988 mostraba ventaja para Cuauhtémoc Cárdenas. Fue secretario de Educación Pública con Salinas, después gobernador de Puebla, senador por el PRI en el 2000 y a partir de 2012 renunció al PRI. Es, probablemente el político mexicano vivo con más años de militancia en el PRI (55 años: de 1957 a 2012).
En sus distintas biografías y datos personales no se puede confirmar que el señor Bartlett haya tenido algún trabajo formal fuera del Gobierno. No es claro, pero parece poco probable, que sepa lo que es pagar una nómina, emitir una factura, manejar proveedores, controlar inventarios, invertir en activo fijo, atender a un cliente, conseguir nuevos mercados, reducir costos. Sin embargo, en mi opinión es muy claro que el señor Bartlett es un pasivo para las ambiciones transformadoras del señor López Obrador. No solamente por tenerlo cerca o por confiarle tanto, sino porque el presidente electo acaba de señalar que el señor Bartlett será encargado de administrar la CFE con lo cual podemos de una vez esperar que el manejo de esta empresa tan importante será político y no técnico. No es claro cómo un abogado con nula experiencia financiera o de administración de empresas pueda no solamente sostener una empresa tan compleja sino transformarla en algo más que el monopolio de Estado que ya es. La CFE tiene ventas anuales por cerca de 26 mil millones de dólares y a diferencia de Pemex, sí ha tenido utilidades. Vienen a la mente malas memorias y sentimientos de tener a alguien con el perfil y pasado del señor Bartlett manejando los activos por 82 mil millones de dólares que incluían hasta fines de 2017 unos 3 mil 500 millones de dólares en efectivo.
No es mi intención ni mi interés criticar al Gobierno que aún no empieza, pero ni queriendo pensar bien puedo entender esta decisión. Tal vez un nombramiento tan desatinado como el de Bartlett nos hará sentir que cualquier otro nombramiento que haga AMLO en el futuro es realmente genial. Señor López Obrador, por favor tenga un poquito de memoria (aunque usted haya sido priista en aquel entonces) y no deje que su arca se le hunda a metros de la orilla por el sobrepeso de especímenes no necesarios.
@josedenigris