El fanatismo siniestro

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El fanatismo siniestro

La trasquilada de los maestros en Comitán es una llamada de atención para todos. La memoria nos conduce a muchos otros ejemplos de castigo de aquellos a quienes se considera disidentes u opositores. En la China maoísta se cortaba la trenza de los mandarines para privarlos de su símbolo de autoridad intelectual y mostrarlos ante el pueblo como simples mentirosos. También en la Revolución Cultural se ponían letreros a los enemigos del régimen maoísta en los que el mismo que los portaba parecía decir que era un traidor imperialista. En una de las grandes purgas de Stalin no pusieron esos letreros pero obligaron a cada uno de los intelectuales condenados a declarar ante la radio nacional, en vivo, que eran unos burgueses enemigos de la patria socialista.

Humillar de alguna manera a las personas quitándoles un trozo de sí mismos, poniéndoles algo (como unas orejas de burro), o haciendo que ellos mismos se denigren supone un mecanismo de avasallamiento y deshonra porque el ofendido participa de su propio escarnio.

El procedimiento no es novedoso sino todo lo contrario. A aquel hombre que iba en contra de lo establecido, después de abofetearlo, escupirlo y coronarlo le pusieron un rótulo como remate en la cruz de la que pendía, con la frase: “Jesús, el nazareno, rey de los judíos”. Y en la edad media la Santa Inquisición sometía a los acusados de herejía a llevar temporal o definitivamente el “sanbenito”, que podía ser una capa o un escapulario que indicaba su pretendido crimen. Los padres peregrinos de las primeras colonias americanas usaban algo similar haciendo que las mujeres, a las que acusaban de brujas, llevaran en sus vestidos una gran letra que indicaba su crimen.

¿Hay ejemplos mexicanos de algo parecido?, por supuesto. Durante la etapa de la Educación Socialista, entre 1934 y 1945, se trasquilaba a las maestras y se cortaban las orejas a los maestros que habían llegado a enseñar en las comunidades indígenas y campesinas. Esta práctica se llevó a cabo en Michoacán, Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato… Los católicos dejaban una marca física perenne en los rostros de personas que no hacían más que ganarse el pan de una forma digna.

Otro ejemplo de mutilación, pero que tiene una  interpretación diferente, es la forma de castigo que aplicaron a los indígenas coahuilenses a los que consideraban rebeldes, y consistía en que les cortaban los pulgares (para que no pudieran utilizar el arco) y se les mutilaban los dedos gordos de los pies (para que no pudieran correr). Pero los españoles quedan como niños exploradores frente a la colonización de los belgas en el Congo: éstos cortaron a 100 mil negros una pierna o un brazo con el mismo pretexto de nuestros antepasados hispanos: todo bajo la mirada complaciente del rey Leopoldo de Bélgica. ¿Y dónde dejamos la estrella amarilla obligatoria para los judíos en la Alemania nazi?, ésta correspondía, increíblemente, a la pequeña insignia nazi que portaban los fascistas en su saco. La llevó en la solapa el gran filósofo Martin Heidegger, de ello hay fotografía.

Así que los sucesos de Comitán de las Flores, población muy pacífica en otros tiempos, es una muestra más de que no existe un Estado de Derecho. Digo, si esto se suma a los muchos actos de golpeados, quemados y asesinados en el Estado de México y el de Guerrero. Y dejo de lado a los incinerados de Ayotzinapa.

Nadie ha demostrado, que yo sepa, que fueron los dirigentes de la CNTE los que ordenaron la tusada de los maestros chiapanecos. Una de las profesoras a las que trasquilaron de manera forzosa dijo que no eran del sindicato. Vale. No obstante, vemos que se están repitiendo con demasiada insistencia hechos parecidos en que la gente toma la justicia en sus manos. ¿Muestra de que hay un Estado fallido? La cantaleta regresa a las mentes. Es fallido desde el momento en que cada quien puede decidir lo que significa el derecho y puede castigar o linchar a la persona que cree culpable de algo, y esto sin intervención de jueces, policías o enunciando leyes específicas.