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El Góber con tenis…
Siendo honestos, los gobernadores priistas son menos nocivos cuando tienen que rendirle cuentas a un jefe máximo
Una de las muchas promesas incumplidas del hoy Secretario de Acción Electoral del PRI nacional, Rubén Moreira Valdez, fue bajar esa panzota que se carga y que, bien lejos de moderar, para el fin de sexenio parecía de embarazo múltiple en su último mes de gestación.
Como cada vez que hago referencia a esto, debo advertir que el aspecto de un funcionario público es cosa que nos debe tener muy sin cuidado.
Sin embargo, fue el propio Moreira II quien desde la investidura del Ejecutivo estatal hizo ese compromiso e incluso gastó dinero público en publicitar una cruzada por el acondicionamiento físico, de cuyo fracaso es su pozolera figura la viva estampa.
Lo cierto es que los tenis de don Rubén se quedaron nuevecitos, en su caja, esperando a ver si mejor los subastan por E-bay.
El que en cambio sí se colocó los tenis fue el sucesor del hoy Secretario de Tortas y Acarreo del CEN del Revolucionario Institucional.
Desde antes de ingresar al Palacio Rosa don Miguelón Riquelme se puso un calzado que no hiciera ruido para que sus pasos ni se sintieran.
Es que me refiero a los metafóricos tenis de la discreción. En lo que va de su sexenio, medio año y contando (¡Wow! ¡Ya nos echamos la doceava parte de su gestión!), Riquelme apenas y ha dado de qué hablar.
Tímidas notas de eventos oficiales perfectamente controlados en los que nada puede salir mal, es todo lo que se consigna en los periódicos, acaso los cambios y enroques en su gabinete, pero hasta allí.
Casi ni se siente que haya Gobernador y la verdad es que se siente bien. En teoría, tal debería ser el estado ideal de las cosas.
Pero lo cierto es que no deja de ser contrastante luego del doble sexenio de los Hermanos Macana, digo, Moreira, cuya omnipresencia resultaba altamente intoxicante para los pobres ciudadanos.
Padecimos sobre todo al primero, ya que en sus tiempos no se había legislado aun sobre el uso de la imagen personal en la publicidad oficial. Así que tuvimos Humbertito materialmente hasta en el papel de baño (se asustan porque el Peje es mesiánico, dicen. A mí no me la cuentan, soy sobreviviente del moreirato).
Luego ya con Moreira II que ni la gracia de su hermano tiene para bailar o enamorar luchonas, la publicidad oficial estaba reglamentada en ese sentido. Pero por supuesto, se las arregló para estar presente todos los días en la prensa aunque lanzara puros dislates como la ya citada campaña por la nutrición y el acondicionamiento físico, “el chicletón”, (una jornada encabezada por él y su señora para despegar goma de mascar de las banquetas) o el anuncio de una nueva constitución estatal, idea que por fortuna nadie le secundó.
De esa forma y pese a la ausencia de un verdadero proyecto (y de presupuesto, of course), Rubén se las arregló para convertirse en esa presencia abrumadora, faraónica, que significa ser Gobernador por estas tierras.
En cambio de Riquelme, como ya mencionamos, casi nos tienen que recordar de su existencia. Lo último que vi de él fue a propósito del Día del Niño, por unas fotografías de su cuenta oficial de Twitter, donde sale asustando a unos pobres chamacos.
Pero ya le digo, su presencia no es la sombra de lo que fue la de sus antecesores. ¿Por qué? ¿A qué obedece la inusitada mesura en un cargo que vuelve loco al que lo ocupa como si se tratara de una maldición egipcia?
¿Es que por fin llegó alguien que conoce el significado de la moderación a la oficina del Mandatario Estatal.
¡Para nada! Todo parece deberse a la incertidumbre sobre la sucesión presidencial. Seamos francos, si el Gobierno de Enrique Peña Nieto estuviera por lo menos en su tercer año, quizás el Gobernador coahuilense se sentiría respaldado.
O quizás si el amigo Pepe “Mid” se perfilara como el sucesor del copetón de Atlacomulco, don Mikey Riquelme sentiría que tiene algo de margen de maniobra.
Pero no, el sexenio de EPN agoniza y el candidato oficial está ridículamente abajo en las preferencias electorales. El Góber con tenis aun tiene un jefe (el primer priista de la Nación) pero no por mucho tiempo.
Siendo honestos, los gobernadores priistas son menos nocivos cuando tienen que rendirle cuentas a un jefe máximo. Es el modelo establecido desde tiempos de don Plutarco Elías Calles, el gran megalosaurio.
Porque en ausencia de un presidente priista, los gobernadores tricolores dejan de ser señores feudales y se convierten en reyezuelos de su comarca, tal como hizo Humberto Moreira durante su infame reinado, en el cual la figura del Presidente (un Chente Fox ya con visibles señales de deterioro mental) no le representaba más que una oportunidad nueva de echar bravatas.
¿Cuál será el destino de Riquelme? ¿Seguirá achicado en el cargo sin poderse legitimar y se extinguirá como enana blanca? ¿Esperará ansioso la llegada del Rey Pejelagarto para comenzar a escribir por cuenta propia la historia de su imperio sin tener que rendirle cuentas a nadie?
No sé qué pueda ser peor, pero que la Fuerza Jedi
nos agarre a todos confesados el día que don Migue decida quitarse los tenis y se calce, como quienes le precedieron, las pesadas, ruidosas y bien conocidas botas del autoritarismo.
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