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El humanismo, tan necesario por estos tiempos donde se carece de solidaridad y empatía
La palabra humanismo fue acuñada en el siglo 19, aun cuando el fenómeno que se identifica con ese concepto había nacido en el siglo 14. Tiene el inconveniente de todos los ismos. Los ismos encajonan el pensamiento y a sus portadores en celdas, impiden el desplazamiento de la creatividad y sirven para arrojar de ahí a quienes consideran enemigos. No es este el caso.
“Humanista” había aparecido antes que humanismo, a comienzos del siglo 16 (Ferrater, 1979) se usaba para referirse a quienes destacaban en el estudio de las artes liberales, esto es: historia, poesía, retórica, gramática, literatura y filosofía moral.
Si humanistas fueron Tetrarca, Boccaccio, Salutat, también fueron humanistas anteriores a ellos Homero, Platón, Aristóteles, Virgilio y muchos otros que fueron leídos y releídos colocándolos como precursores incógnitos del mismo, pues tuvieron al ser humano como centro de sus preocupaciones.
Es muy difícil resumir las innovaciones y aportes de este humanismo, pero podríamos decir que si algo introdujeron en el mundo fue la valoración del hombre al servicio de la humanidad, la idea de que esta tierra es y puede ser un lugar bello para vivir si tenemos como objetivo la promoción de la persona humana y si confiamos en nuestras propias fuerzas para hacerlo.
Ante el paradigma teocéntrico, fue el interés por las cosas mundanas lo que caracterizaría al humanismo, y será ese interés secular, que había estado perdido por más de un milenio a causa de la preocupación del cristianismo por el destino final de las almas, lo que había hecho perder el atractivo por el tipo de vida que se podía lograr en la tierra.
Los bosques, las especies animales y vegetales, la democracia, los derechos de las minorías, han sido sobrepasados ya por la proliferación de las drogas, el desempleo, la desigualdad, la discriminación en cualquiera de sus múltiples formas; las formas de esclavitud que aún persisten: la prostitución, la explotación infantil, el tráfico de personas, la trata de blancas, el narcotráfico, el secuestro, las enfermedades, y la idea parcial de la democracia que por esta semana experimentamos en el país más democrático del mundo.
La humanidad ya no está dividida en dos superpotencias, pero esto ha complicado más la seguridad de la misma. La creencia dogmática de que el libre mercado puede curar los males sociales no concuerda con la realidad económica, menos con la realidad social que experimentamos.
Con la pandemia hay un nuevo reto para quienes formamos parte de la sociedad actual y particularmente de la sociedad mexicana; una vuelta a nuestra esencia como familias, como seres humanos, pero sobre todo como humanidad.
En ese sentido, lo más rescatable y urgente que nos caracteriza desde el humanismo es la idea de solidaridad, pues es una condición que nos corresponde por ser seres humanos.
Requerimos urgentemente un retorno a la empatía, que es la fuerza del humanismo, pues la solidaridad expresa la condición ética de la vida humana. La “regla de oro” que constituye la norma moral básica, no es más que el desarrollo enunciativo de la solidaridad: “lo que quieras que hagan por ti, hazlo también a los demás”. Si la empatía es la base de la solidaridad, su cúspide es el compartir.
La solidaridad se realiza haciendo que todos los seres humanos participen del conjunto de los bienes disponibles. Estos han de ser divididos, repartidos y distribuidos sin excluir a nadie para el reparto, sin acaparar unos a costa de la privación de otros, y sin introducir en la distribución medidas discriminatorias. El compartir humano supone que los bienes son escasos frente a las necesidades que hay que satisfacer. La forma justa de compartir los bienes escasos se rige por la ley de la solidaridad; los bienes son “de” todos y “para” todos. A su vez la solidaridad culmina en el justo compartir humano.
La solidaridad no solamente es una “virtud”, es decir, un dinamismo que transforma moralmente a las personas, sino también un criterio que exige la transformación de la realidad social, esta es la base del humanismo que hoy con urgencia requerimos practicar. Así las cosas.