El jugador clave de la elección en Coahuila

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El jugador clave de la elección en Coahuila

La votación para Gobernador del próximo 4 de junio en Coahuila tiene matices de los procesos electorales desarrollados en Tamaulipas, Veracruz y Durango hace un año; una tercia que, hasta entonces, no había experimentado alternancia en su Gobierno del Estado.

Allá enfrentaron por vez primera un elemento inédito: las candidaturas independientes. Acá, en cambio, contamos con dicho antecedente para comparar, dimensionar y ubicar en su justa dimensión su efecto, partiendo de una hipótesis probada: ¿en verdad las firmas de respaldo a los aspirantes funcionan como base para ganar una elección?

La experiencia de 2016 arroja un resultado muy claro: traducir las cédulas de apoyo en votos ha sido una experiencia fallida. Me explico.

En Tamaulipas el único candidato independiente, Francisco Chavira Martínez, entregó 133 mil 600 firmas de soporte al árbitro. En la jornada electoral, en cambio, obtuvo sólo 9 mil 151 votos. El 0.63 por ciento del total. Es decir, en una relación directa entre rúbricas cosechadas y sufragios emitidos, hubo una disminución de 93 por ciento.

Por su parte Juan Bueno Torio, en Veracruz, consiguió 256 mil 670 cédulas pero sólo logró 61 mil 487 boletas a su favor. El 2 por ciento de la votación. Haciendo el mismo ejercicio, disminuyó 76 por ciento el respaldo.

Y en Durango el único candidato independiente, Alejandro Campa Avitia, presentó 53 mil firmas contra 8 mil 024 votos que sacó, los cuales representaron el 1.15 por ciento. Dicho de otra forma: perdió 84 por ciento de aceptación.

Incluso en otros estados donde también ganó el PAN la gubernatura en 2016 ocurrió un fenómeno similar. En Puebla, la candidata independiente Ana Teresa Aranda Orozco recabó 154 mil 636 firmas, pero los ciudadanos le retribuyeron sólo 66 mil 766 votos. El 3.7 por ciento de la participación total. La relación disminuyó 57 por ciento. Y en Aguascalientes, Gabriel Arellano Espinosa alcanzó 50 mil 880 firmas contra 12 mil 722 votos. El 2.74 por ciento del total. La diferencia cayó 75 por ciento.

En las candidaturas independientes hubo perfiles variados: hombres, mujeres, carismáticos, desconocidos, paleros, populistas, solitarios, con pasado partidista o sin él. Cabe señalar que ni la competencia contra pocos o muchos candidatos, ni la extensión territorial de las entidades, fueron factor determinante del resultado. Y unánimemente jugaron bajo las mismas (y desventajosas) reglas.

En todos los casos, como sucedió con Javier Guerrero en Coahuila, superaron ampliamente el límite mínimo requerido de firmas, independientemente del tamaño de la lista nominal en el estado que compitieron: más amplia (Veracruz), más reducida (Durango) o prácticamente similar al nuestro (Tamaulipas).

Así, mientras las reglas de financiamiento no cambien, la dinámica seguirá siendo la misma.
El único caso de relativo éxito en candidaturas independientes ha sido el de José Luis “Chacho” Barraza, en Chihuahua, quien presentó 156 mil firmas y obtuvo 242 mil 756 votos, el 18.63 por ciento del total que lo ubicó en tercer lugar de la contienda, detrás de PAN y PRI respectivamente. Barraza nunca declinó pese a las múltiples invitaciones a formar un frente común contra el PRI. Y como a Guerrero, también lo apoyó “El Bronco” públicamente y lo respaldaron empresarios influyentes.

Cortita y al pie
Coahuila no es una isla independiente donde ocurrirán cosas distintas porque sí. Aunque las elecciones son completamente circunstanciales, hay poco espacio para sorpresas.

Ahora bien, Guerrero ha encabezado una campaña idealista cuya austeridad económica (es quien menos recursos públicos recibe, justo es decirlo) le otorga un toque romántico y tintes de proeza. 

Asimismo ha dado una batalla sana, propositiva y reivindicativa cuando tiene que hacerlo. Pero el comportamiento electoral de los independientes está medido y, salvo fenómenos de la mercadotecnia como “El Bronco”, su probabilidad de triunfo es muy reducida.

La última y nos vamos
Quedan 10 días de campaña y Guerrero es, claramente, el “veto player” de la elección, teoría del politólogo estadounidense George Tsebelis que se simplifica así: es un actor político que tiene la habilidad para inclinar la balanza entre posiciones antagónicas e irreconciliables. En este caso, entre PAN y PRI.

Si bien quien declina a favor de otro no tiene la facultad para arrastrar la voluntad de sus simpatizantes hacia un destino concreto (se trata de política, no sectarismo), sí puede cambiar el estado actual de las cosas pues tiene potencial para hacerlo.

En los próximos días puede ejercer esa posición y ser el jugador clave, o puede llegar hasta el final de la competencia y emular los pasos de “Chacho” Barraza en Chihuahua: aspirar a un 18 por ciento de la votación en el mejor de los escenarios, sin ninguna injerencia sobre los dos punteros y lejos de materializar la decisión mayoritaria de los coahuilenses: el cambio.

@luiscarlosplata

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