El libro de los oficios tristes

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El libro de los oficios tristes

El lavaplatos: “Es el último en la cadena alimenticia / Se come a veces / las mitades de pastel / dejadas por las muchachas / arrepentidas del azúcar // De los arrepentidos es el pan de los lavaplatos // No le preocupa / si han dejado sobras / porque están rancias / ni que se contagie / alguna enfermedad / por comer segundas // Su tristeza es otra / acariciar a su mujer / con las yemas de los dedos / arrugadas por el agua / sentir las cosas / con el tacto de un viejo // Solamente una vez a la semana / las mujeres que él toca  / las siente a su tiempo // De un día por semana es la juventud del lavaplatos”. Así, al abrir el libro, éste fue el poema. Su limpia y concentrada luz resonó en lo profundo. Y falté, como faltamos muchos: desee haberlo escrito.

Recibí el libro de Miguel Maldonado de manos de mi hermana. Estuve de viaje y no pude dale un abrazo. Pero así son sus mensajes: palabras soportadas por un hermoso papel. Y con el recuerdo de haberlo conocido en Villahermosa, Tabasco, hace años ya, en un encuentro internacional de poesía, me llevé sus palabras a casa.

Comencé leyendo en silencio, y luego en voz alta cuando compartía los poemas más entrañables en un café o restaurante con algunos amigos. El lavaplatos y otros poemas, dan noticia de los afanes humanos que no reciben laureles. Conforman “El libro de los oficios tristes”, editado pulcra y elegantemente por Ediciones Monte Carmelo de Francisco “Chico” Magaña, poeta, pintor y editor de casi dos metros de altura, en coedición con Destrezas Ediciones.

Miguel Maldonado se ocupa de cosas importantes, por eso escribió este libro. Él está doctorado en teorías de la cultura por la Universidad de las Américas en cotutela con la Sorbona; es maestro en ciencias políticas y reciente ganador del Premio de Poesía Joaquín Xirau  2016, entre otras distinciones.

A veces con su mirada en oriente, otras con su atención en asuntos de equidad de género, ahora nos ofrece mirar a los que no se quiere ver, a aquellos que son invisibles, como “el asistente del asistente”, o “la señora que lava ajeno”, “el jornalero”, “los que se rentan para probar medicamentos”.

En especial, ya que mi padre trabajó como obrero, cito un fragmento del poema sobre este oficio:  “Cuando nos juntamos al descanso / todos los que estamos / no tenemos sueños / nadie presume sus labores / ni se intriga por ascenso / No hay miedo a la caída / porque estamos en la base. / Por primera vez / todo lo debemos / a las manos / ni al amigo / ni al diploma (…)”.

Celebro la aparición de este libro y la digna hermosura de su edición. “El libro de los oficios tristes” editado en 2015, coloca sus luces -como lo hace la literatura universal que ha pasado a la historia- sobre los grandes temas, repetidos pero re-significados en cada tiempo; habitados y narrados de acuerdo al espíritu de la época vivida.

En este libro, Miguel Maldonado sumerge su corazón en las aguas humildes del mundo. Y como en mucho se me da la elegancia fallida, mejor aquí termino, en espera de recibir nuevos poemas de su parte, tal vez, por qué no, de manos de “el mandadero”.   

claudiadesierto@gmail.com