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El mejor blindaje
Los expertos llaman genoma al conjunto de genes que integran el cuerpo humano. El genoma es como un libro en el cual está escrita la historia de todas y cada una de las generaciones que nos han antecedido.
Las largas luchas de nuestros antepasados contra las enfermedades infecciosas, también están escritas en nuestros genes, por eso cuando un microbio, como el virus de la gripe, ataca de nuevo, el invasor es derrotado.
Pero la resistencia genética no es el último recurso del cuerpo para luchar contra los invasores. Hay formas más simples de derrotar la enfermedad; por ejemplo, comer bien, dormir lo suficiente, reducir el estrés, mantenerse alegre y conservar un sistema inmune fuerte… Con eso usted resistirá mejor que nadie los embates de una infección.
En otras palabras, el genoma no es el único campo de batalla contra las enfermedades y tampoco lo es por sí solo el cuerpo o el cerebro. El cerebro, el cuerpo y el genoma están unidos, los tres en una sola danza. Y esa conjunción es la que nos permite obtener lo mejor de nosotros mismos.
La hormona controladora
Para entender cómo se integra todo ese mecanismo —cuerpo, cerebro y genoma—, consideremos un gene cuya función permita integrar las funciones de esas tres entidades.
El gene al que nos vamos a referir está íntimamente ligado a una condición crónica de la vida moderna conocida como tensión o estrés.
Hay un gene del estrés responsable de elaborar una enzima que permite que el cuerpo convierta el colesterol en cortisol (el cortisol es una hormona que participa en todos los sistemas funcionales del organismo, por tanto, es una hormona que integra genoma, cuerpo y mente).
El cortisol interfiere con el sistema inmune: cambia la sensibilidad de los sentidos y altera todas las funciones corporales y mentales.
Cuando uno tiene una gran cantidad de cortisol circulando a través de las venas, uno está, por definición, bajo tensión. En otras palabras, el cortisol es la hormona del estrés.
Pero lo que desencadena la presencia del cortisol, y por lo tanto del estrés, no se gesta en el interior del organismo, sino que llega de afuera. Por lo tanto, lo que desencadena el estrés, es un provocador externo —que es precisamente de lo que trataremos a continuación.
Lo que viene de afuera
La tensión es causada por lo que sucede en el mundo exterior, ya sea por un examen en la universidad, un trabajo no terminado a tiempo, algo preocupante que leyó en el periódico o el incesante agotamiento de soportar a alguien indeseable.
Es un hecho notable que las personas que se encuentran bajo tensión tienen más probabilidad de contraer resfriados y otras infecciones. Se debe a que uno de los efectos del cortisol es reducir la cantidad de linfocitos (los glóbulos blancos de la sangre), que son los que protegen contra los microbios que invaden el cuerpo.
El cortisol hace este trabajo a través de los genes. Los genes que activan el cortisol, activan a otros genes, y los genes que son activados activan a otros y a otros.
El resultado es que el cortisol suele involucrar decenas, o tal vez cientos de genes que impactan en los rincones más insospechados del organismo.
Es un sistema de complejidad abrumadora. Si comenzáramos a enlistar los caminos que siguen esas reacciones sería algo verdaderamente aburrido. Es suficiente decir que uno no puede producir cortisol sin involucrar en ello a cientos de genes, los cuales trabajan activándose y desactivándose unos a otros.
¿Qué mecanismo decide?
La pregunta que queremos traer a consideración es, ¿qué mecanismo decide cuándo empezar a liberar el cortisol? ¿La mente, el cuerpo o los genes?
Uno podría decir que son los genes, pero eso es falso, porque los genes no son los causantes de la tensión.
O podría decir que es el cerebro, pero esa no es una buena respuesta, porque el cerebro no decide qué debe llegar hasta él y qué no.
Por lo tanto, son los eventos externos los que están al mando de todo lo que nos sucede.
El mundo que nos rodea, con todas sus influencias y consecuencias, es el que comanda nuestra conducta.
Por eso conviene contar con filtros o escudos que nos protejan de las inevitables influencias exteriores.
Y por eso necesitamos cuerpos sanos y mentes sanas. Sólo así podemos tener el control, no sobre lo que nos llega desde afuera, sino sobre lo que podemos hacer para ‘a pesar de las adversidades de la vida’, estar tranquilos al final del día y no perder de vista la búsqueda de la felicidad.
¿Cómo hacerlo?
Este es el camino
Hay investigadores que plantean que la gente puede ser entrenada para enseñarse a ser optimista y a desarrollar su fortaleza de carácter. Pero quizá la búsqueda del bienestar y de la felicidad no necesite de tanta complicación, tal vez sólo se necesite entender y superar lo que ocurre a nuestro alrededor. Si así fuese, sería tan simple como practicar la antigua sugerencia de Aristóteles: “Lleve una vida activa y será sano y feliz”.
Las neuronas sí vuelven
Durante décadas, fue una verdad asumida por todos: el ser humano nace con un número finito de neuronas que se van degradando con la edad y que jamás son sustituidas. En otras palabras, creíamos que la vida le regalaba a cada ser humano un paquete cerrado de esas células, que debían ser cuidadas con responsabilidad, ya que nada las restituiría.
Pero ninguna verdad es absoluta: la ciencia se ha ocupado de probar que la ‘regeneración de las neuronas’, es una realidad, incluso a edades avanzadas y no solo durante la etapa embrionaria.
A ese proceso los expertos le llaman ‘neurogénesis adulta’.
El hallazgo y el aporte
Un grupo de investigadores del Instituto Médico Karonlinska, en Suecia, constató que “las neuronas se generan también durante la edad adulta y que esas neuronas pueden contribuir al buen funcionamiento del cerebro”.
Los investigadores han identificado cuatro mecanismos que estimulan la regeneración neuronal. Son los siguientes.
1. El ejercicio aeróbico. El ejercicio físico es una de las técnicas más adecuadas para aumentar la neurogénesis. Incluso la caminata se ha revelado como una práctica adecuada.
2. La alimentación. Las dietas hipocalóricas (como la dieta mediterránea) es una decisión acertada. También los flavonoides presentes en el té verde, las uvas rojas y los alimentos ricos en antioxidantes.
3. La meditación. Mantener el estrés y la ansiedad bajo control, es un factor determinante para el correcto funcionamiento del cerebro, y para estimular los procesos de ‘neurogénesis adulta’. Dedicar unos minutos del día a dejar la mente en blanco contribuye a la regeneración neuronal.
4. Una mente siempre activa. Estimular el cerebro de manera constante es quizá el elemento más efectivo: lwos ejercicios mentales, la lectura y el aprendizaje de nuevos conceptos estimulan diferentes zonas del cerebro y contribuyen a evitar su deterioro.
En fin, la ‘regeneración de las neuronas’ no es un mito: es una realidad que usted también puede experimentar.
(Alejandro Tovar/ © Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)