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El mundo que deja Obama
“Del Yes We Can al arte de lo posible” fue el título del primer texto que este diario me hizo el honor de publicar. Era 2010. Ya desde entonces, muchos nos percatábamos de la brecha que se abría entre los siempre impactantes, emocionantes e inspiradores discursos de Obama, y las posibilidades reales de cumplir con las expectativas que esos discursos generaban. Sería injusto, sin embargo, no hacer balances adecuados, tarea imposible en un texto como este. Así que más que un balance, intento simplemente mirar, a vuelo de pájaro, algunos de los temas de política exterior que quedarán ahí para ser estudiados por los historiadores en el futuro.
Primero, el presidente de la máxima potencia está muy lejos, en el siglo XXI, de ser “todopoderoso”. Con una crisis heredada, un déficit y una deuda descomunal en crecimiento, dos guerras impopulares y estratégicamente cuestionables, Obama estimó que era necesario intentar un repliegue o retiro de cuestiones y regiones no prioritarias, y sustituir la presencia de EU mediante la intervención de actores locales aliados de Washington, además de emplear la diplomacia cuando fuese posible. Como resultado, en muchos casos se fue generando una percepción de vacío.
Tras la inestabilidad originada por la Primavera Árabe, Obama se vio obligado a moverse a través del muy estrecho margen que existía entre su discurso favorable a las libertades, y los intereses estratégicos de EU. Esto, frecuentemente llegó a ocasionar políticas erráticas y titubeos, los cuales, sumados al repliegue arriba mencionado, terminaron por invitar a otros actores, locales y globales, a ocupar espacios que en su percepción quedaban abiertos.
El vacío percibido tuvo también otros impactos: Rusia decidió actuar firmemente en sus zonas de influencia, intervino en Ucrania, se anexó Crimea y respaldó una insurrección armada en ese país. Adicionalmente, Moscú incrementó la dimensión y frecuencia de ejercicios militares masivos que simulan combates con la OTAN. En Siria, escaló su intervención desde lo político, financiero y armamentista, hasta una incursión militar directa, no empleando la fuerza necesaria, sino mucho más. China, por su parte, encontró espacios para expandirse en su región, posicionándose en territorios disputados y desafiando a los aliados de Washington.
Lo de Obama fueron los claroscuros. De un lado, Osama Bin Laden fue eliminado y las capacidades de la central de Al Qaeda en Pakistán fueron mermadas. Pero del otro lado, en 2016 hay 3.5 veces más muertes por terrorismo que en 2009 cuando él asumió la presidencia. Al Qaeda sigue viva, y una de sus filiales mutó hacia lo que hoy es ISIS. Bajo Obama esta nueva organización es combatida y se le arrebata más de la mitad de su territorio, pero algunas de sus filiales o células operan en 28 países. Por otra parte, se consigue un histórico acuerdo con Irán para limitar su actividad nuclear. Sin embargo, se permite el distanciamiento de aliados cruciales para Washington como Israel, Arabia Saudita o Turquía, originado en parte por ese acuerdo.
Esta es solo una incompleta mirada al mundo que deja Obama. Un mundo en el que su discurso se topó con una realidad tirana, con actores que no le perdonaron sus titubeos, y un mundo en el que el ex mandatario no siempre pudo moverse a través de las espinas que el puesto impone. Y claro, como siempre se dice, la historia juzgará sus logros y sus fracasos, pero la verdad es que, con todos sus defectos y virtudes, en un día como hoy debo confesar que creo que aún no hemos dimensionado todo lo que se le va a extrañar.
Twitter: @maurimm