El país del absurdo

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El país del absurdo

Fue algo así como esos momentos de iluminación que nos vienen de tarde en tarde. Tras varios días de enfermedad en que los mediodías se hacen lentos y aburridos, de pronto descubrí en mi interior que México ha llegado a una situación de impasse, quiero decir a un atolladero. Sentí tristeza al pensar que casi todo está saliendo mal en los terrenos o temas que nos caracterizan o deberían hacerlo. Ejemplos sobran: teníamos esperanzas de que los compatriotas se lucieran en Río de Janeiro; habíamos creído en la palabra del Secretario de Hacienda cuando dijo que no subiría la gasolina en lo que queda del sexenio; pensábamos que después que el Presidente pidió perdón por la Casa Blanca se habrían acabado los escándalos de corrupción; sabíamos que la CNTE estaba en tratos con Gobernación y que el conflicto terminaría; nos informaban que se había atrapado a la mayoría de los capos de la droga y que cedió la violencia; en resumen, considerábamos, ingenuamente, que el País había retomado el rumbo.

De que la televisión influye en el criterio de la gente parece que no debe dudarse. El caso de las Olimpiadas es revelador. Como no estamos en el medio, no podemos saber quiénes han destacado en alguna disciplina del deporte, menos aún cuáles serían sus competidores. Pero la fe estaba entera: vamos a ganar tales y cuales medallas. No las hubo.

Y no es que debamos hacer un tango pero sí fue un poco penoso, pensando en los pobres atletas. De veras, saber que nuestros trescientos mejores deportistas se sienten fracasados es ingrato. Todos los ojos se volvieron hacia el Comisionado Castillo al que una vez más se le acusa de maleta e incapaz. Hasta el Presidente del Partido

Revolucionario Institucional dijo que lo va a llamar para regañarlo (¿quién es este hombre y qué ínfulas tiene para creerse una autoridad no sólo del deporte sino de la conducta de un funcionario?) Tal vez Castillo es gris, pero es peor Enrique Ochoa Reza, que ya se cree jefe de la nación. Total, andamos mal en varios rubros y también en deporte. ¿Qué le hicimos a Dios?, ¿por qué el Destino nos ha llevado al atolladero?, ¿todavía nos queda un pedacito de orgullo en el alma?, ¿Y si gana Trump?

El ejemplo de los Juegos Olímpicos es uno más. Alguien deberá pensar en el asunto alguna vez. Pero otras cuestiones tienen mucha mayor importancia y también nadan en el mundo del absurdo. En este sentimiento originado en la enfermedad (la fiebre siempre añade un factor de incoherencia) pensé en que el mundo anda mal y en que México no está bien. Salieron a flote datos  acerca de la más baja calificación que se le haya dado a un presidente: casi ochenta por ciento de rechazo. ¿Cómo es posible?, ¿Por qué lo escogió el PRI y el mismo Grupo Atlacomulco? Hasta ahorita, lo que vemos en las noticias es que tanto él como Aurelio Nuño aparecen casi siempre en el Estado de México. El Presidente ha resultado el mejor gobernador de ese Estado, pero somos 32.

El absurdo es un término que ha dado pie a no pocas reflexiones. Es absurdo lo que es contradictorio, lo que es incoherente. Si seguimos el origen de la palabra sabremos que absurdo es lo que surge de la imposibilidad de escuchar qué es lo que parece que te dicen sin saberlo. Precisamente en la etapa de la filosofía existencial se habló del absurdo de la vida. ¡Qué pena que lo tengamos que experimentar ahora! Lo que sería injusto es que llegásemos a creer que nuestra vida no tiene sentido porque los gobernantes, los creyentes, los maestros… nos estén demostrando que, en efecto, todo es insensato. Es el momento para decidir qué queremos para México y para nuestros hijos y nietos. Basta de rollos. Entrémosle a la búsqueda del cambio.

¿Algo de qué alegrarse? Claro, de las derrotas de varios gobernadores corruptos, de la rendijita que permite que la luz penetre en la penumbra en forma de poema, de la certeza de que todavía hay gente valiosa, honesta (poca, pero hay). Me alegró que la mayoría de atletas fallidos dijera que deben trabajar más y prepararse. No culparon a nadie, creyeron que cada uno tenía que ofrecer una respuesta y una alternativa.