El perro y el autobús

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El perro y el autobús

Sabemos que no necesita tener la tabla de horarios del autobús que pasa cada seis años. Para él era natural sentir que el autobús se aproximaba y empezar a ladrarle con convicción de que algún día sería escuchado y el autobús se detendría.

Por unos 15 años ha repetido la rutina, ladrido fuerte, casi siempre desde la acera izquierda. A través de ese tiempo, sus instintos han evolucionado y se ha dado cuenta que los tonos del ladrido, quién está a su alrededor y ladrar desde muy adentro de la acera izquierda le restan posibilidad de que el autobús se detenga. Un par de veces en los últimos 12 años el autobús ha bajado la velocidad y casi abierto la puerta, únicamente para llevarse la decepción cuando el autobús pasa y se aleja para seguir circulando por esas calles llenas de baches. Pero eso no ha afectado su convicción de que, algún día, el autobús se detendrá. Seguirá modulando el ladrido, el perfil de quienes lo rodean, su posición en la acera izquierda –incluso bajando a la calle y ladrando por segundos desde la acera derecha–.

No he podido confirmar si existe como tal una fábula o un cuento en el que el perro metódicamente le ladra a los autobuses que pasan sabiendo que ni le harán caso, ni se detendrán. Al no poder confirmar que exista un autor, omito citarlo, aunque le doy crédito si es que existe. No recuerdo cuándo o de quién lo escuché por primera vez; por muchos años he usado este relato del perro y el autobús para explicar o comentar de ocasiones en las que pensamos que queremos algo y lo buscamos tenazmente pensando que no es muy probable que suceda, únicamente para darnos cuenta que cuando sucede más vale que sepamos para qué le “ladramos” a esa oportunidad. Aplica en muchos ámbitos de la vida desde que tenemos uso de razón. A veces perseguimos algo sin saber qué haremos cuando lo tengamos en las manos. No tiene que ser algo muy complejo. Cuando tenía cinco o seis años me subí por primera vez a un subibaja. Sin mayor plan ni estrategia, decidí invitar a un compañero de la escuela para que se subiera del otro lado, solo para darme cuenta que él era más pesado que yo y no tenía la intención de “jugar”, sino dejarme en el aire todo el recreo (ya casi me recupero de ese trauma; también recuerdo el nombre de ese compañero). Este es un ejemplo simple. Nos metemos a algo sin un plan o estrategia adecuada desde que somos pequeños y de ahí así sucede toda la vida.

En el contexto del proceso electoral mexicano, esta es probablemente la duda principal que muchos tenemos acerca del candidato que lidera las encuestas. El señor López Obrador ha sido persistente, maleable y paciente. Será la tercera oportunidad de ganar la elección (subirse al autobús). Ha cambiado y adaptado el tono de sus discursos (ladridos), su posicionamiento ideológico (la banqueta) y ha expandido, de una manera que a muchos nos tiene con dudas, su lista de amigos y colaboradores (los perros a su alrededor). Se comporta como que el autobús se va a parar y él y los suyos tomarán el control con él al volante. No sabemos si respetará límites de velocidad, si invadirá carril, si se irá por pura terracería. Yo creo que será prudente y que sí tiene un plan para el autobús. No creo que lo lleve a la velocidad que debería ir, pero tampoco creo que lo incendiará. También debemos recordar que los autobuses en México circulan por el carril derecho y que alguien que quiera abordarlo debe bajarse de la acera izquierda, cruzar la calle y entrar por la acera derecha. Tal vez una buena señal.

*En agosto de 2005 apareció en este espacio una columna del mismo nombre, pero distinto contexto.

@josedenigris

josedenigris@yahoo.com