El pluralismo tiene que ver con la tolerancia y el reconocimiento, lo demás es autoilusión complaciente

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El pluralismo tiene que ver con la tolerancia y el reconocimiento, lo demás es autoilusión complaciente

A lo largo y ancho de mil 973 millones de kilómetros cuadrados presumimos de bailes, comidas, vestimentas, música, expresiones religiosas, estructuras arquitectónicas, 68 lenguas distintas y más de 110 grupos étnicos. Por ejemplo, ¿sabía que el 5 por ciento de la población en México está compuesta por afroamericanos? ¿Y que, en el País, hay 25 millones de personas de pueblos originarios?

Pero no solamente eso, nuestra nación está conformada por personas venidas de todos los continentes y de diversos países que nos han aportado, enriqueciéndonos como sociedad. A todas las manifestaciones y expresiones de un pueblo se les llama cultura. Por tanto, somos un mosaico multicultural y requerimos ponernos de acuerdo y entender que son más cosas las que nos unen que las que nos desunen.

De manera general, el multiculturalismo debiera entenderse en una doble acepción, como un concepto sociológico que describe hechos sociales heterogéneos de tradiciones culturales, por un lado; y por el otro, como un proyecto político que apunta hacia una consideración no cumplida, la consecución de una sociedad con una infinidad de manifestaciones y expresiones, es decir, una sociedad multicultural.

El problema siguen siendo las pretensiones colonialistas que están en el fondo y que mantienen vivo un fundamentalismo que se encarna en ideologías y políticas, que rechazan cualquier aporte cultural que viene de otras culturas y en muchos casos con un sustrato religioso extremo que tiene como soporte el clasismo.

La lógica de estos fundamentalismos se basa en la reivindicación de su identidad, la protección de su cultura, la idea particular de progreso, la conservación del poder y la confianza en el dinero. Por eso ha sido difícil armonizar la sociedad. Más cuando no tenemos la base de una idea clara de lo que implica la dignidad humana. En ese orden de ideas, el multiculturalismo es a la sociedad lo que el pluralismo a la democracia, pues surge como aceptación gradual de la diversidad.

En su “Democracia en América”, el Barón de Tocqueville descubre en la “igualdad de estima” que se practica en el incipiente pueblo norteamericano, una idea común, la pluralidad. Aunque la tolerancia y la pluralidad son conceptos diferentes, se encuentran íntimamente ligados porque el pluralismo presupone la tolerancia, lo que significa que un pluralismo intolerante sería una contradicción.

La diferencia entre ambos conceptos está en que la tolerancia respeta valores mientras que el pluralismo postula valores. Para el pluralismo la diversidad es un valor. Creo que ahí está la clave en nuestro País. Muchos no han entendido ni quieren entender que la diversidad de razas, de costumbres, cosmovisiones e ideologías es el principio que nos enriquece como sociedad.

En ese sentido, la visión neoliberal del mercado y la globalización no pueden proponerse como la panacea de la felicidad solamente. Michael Walzer en las “Esferas de la Justicia” afirma que el multiculturalismo no sólo es producto de una mayor igualdad social, sino también un programa para alcanzar esta igualdad. El respeto a la persona exige, por tanto, el respeto a la cultura. Cultura y democracia hacen un maridaje perfecto, porque la democracia es un espacio de expresión de las diferencias.

Diferencias que son necesarias, porque disentir en todas las dimensiones de la vida es algo normal, más en el plano político. Ahí es donde se entiende la importancia de la tolerancia como base de la pluralidad, otra vez; la tolerancia respeta formas de ser, de pensar, de sentir, de actuar. El pluralismo genera la intersección entre esas distintas formas de manifestarse.

Lo contrario al pluralismo sería el monismo que nos presenta una sola cosmovisión, una sola idea de cultura, una sola religión, un sólo proyecto político válido. Ahí está empantanado nuestro País en este momento. Por una parte, el México de AMLO que invita a la definición. Por el otro, el proyecto alterno de intelectuales orgánicos, empresarios, partidos políticos y ciudadanos marcados por el clasismo que sigue atomizado; sin liderazgo visible, sin un proyecto claro. Que han puesto su confianza en la descalificación, a la denostación y a la cancelación de la democracia. ¿Pluralidad?

Ambos proyectos tienen como base la cerrazón, la intolerancia, el fundamentalismo, la ceguera y el egoísmo; lo que han promovido es el encono y la división social. Su mejor divisa tendría que ser el diálogo, la tolerancia y, por supuesto, una idea sana de lo que implica la pluralidad.

El pluralismo en política tiene que ver con la tolerancia y el reconocimiento de diferentes grupos, ideologías, creencias religiosas y posturas. De los que no son, no sienten, no creen, no piensan y no actúan como tú. Tiene como base la libertad de expresión, de manifestación, de asociación y parten del respeto mutuo. Hagamos un check list y veamos nuestros niveles de democraticidad. Mientras tanto, todo será autoilusión complaciente. Así las cosas.