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El Regalo

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera

El texto del telegrama que le enviaron a su padre decía: “Cuatro vuelos exitosos esta mañana, todos contra viento de veintiún millas, partieron desde nivel solamente con potencia del motor, velocidad media en el aire de treinta y una millas, el más largo de 57 segundos, informe a la prensa, en casa para Navidad”.

El 17 de diciembre de 1903, alrededor de las 10:35 de la mañana, representó un punto de inflexión para el futuro de la humanidad. El primer vuelo apenas duró 12 segundos y cubrió escasos 37 metros. Los hermanos lo habían logrado.

EL FRACASO

Samuel Pierpont Langley era experto en física y astronomía, además de ser ampliamente reconocido  por el mundo científico por haber escrito un libro sobre aerodinámica y, por si esto fuera poco, en ese tiempo era secretario del famosísimo Instituto Smithsoniano de Washington.

Samuel había dedicado gran parte de su vida al incipiente mundo de la aeronáutica, su intención era contundente: inventar el primer aeroplano, para así trascender en la historia.

DICIEMBRE DE 1903

Los experimentos de Samuel fueron financiados, con 70 mil dólares (un millón de dólares actuales), por parte del gobierno de los Estados Unidos y, a pesar de ser una persona muy desconfiada que guardaba celosamente sus secretos y proyectos, el Congreso y el Ejército seguían detalladamente sus experimentos.

Samuel sabía de los hermanos Wright; de hecho, siempre los menospreció al considerarlos un par de muchachos imberbes, improvisados, que sólo arreglaban humildes bicicletas y que tenían escasos estudios. Samuel se sentía en la cúspide: ya que era considerado como uno de los intelectuales más notables de Washington. 

Y fue precisamente el 8 de diciembre de 1903, cuando su proclamado experimento fue noticia inesperada: el avión terminó en el fondo del Potomac. Entonces la prensa, siempre hambrienta de crítica y sangre, hizo grande este fracaso y hasta que el Congreso reprendió fuertemente el proyecto: “lo único que Langley hizo volar fue el dinero del gobierno”, apuntó un congresista.

Por otro lado, los altos oficiales del ejército, que por obvias razones habían seguido los experimentos, concluyeron que volar con fines militares era sencillamente inviable.

El daño estaba hecho, no quedaba nada: los 70 mil dólares, el dinero de los contribuyentes, acabó junto con el avión en el fondo de un río.

Orville y Wilbur son testimonio del filósofo que sentenció: ‘si sabes el por qué y el para qué, encontrarás el cómo’

HACER HISTORIA

Dos semanas después, para el asombro del mundo y mala fortuna de Samuel, precisamente el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, Carolina del Norte, los “desconocidos” e “ignorantes” hermanos, Orville y Wilbur Wright, sencillamente hicieron historia y cambiaron el futuro del mundo.

Los hermanos previamente habían convocado a un periódico el cual, por simple curiosidad, envío un reportero a última hora a cubrir el evento, sin saber que éste sería testigo y daría fe a uno de los más trascendentales momentos para el porvenir del ser humano: ese día la era de la aviación inauguró su primer vuelo.

EL ORIGEN

La historia de este suceso tiene un sencillo origen, que se remonta a 1878, cuando el padre de Orville y Wilbur les regaló un sencillo e insignificante juguete que encendió para siempre su imaginación, era un banal “helicóptero” de juguete hecho de corcho y bambú, pero los dos hermanos quedaron fascinados con una idea que perduraría en su mente para siempre: la posibilidad de volar un artefacto mediante un motor. Así se dieron a la tarea de mejorar ese juguete y ya, para 1889, se habían metido a la cabeza una audaz idea: crear una nave voladora que pudiera transportar personas en largas distancias. 

Ese día la era de la aviación inauguró su primer vuelo"

PREGUNTAS ESENCIALES

Pero, por mucho, la diferencia fundamental entre el famoso Samuel y el éxito de los desconocidos hermanos Wright, radico en que el primero estaba obsesionado con la idea de ser recordado como el inventor del primer aeroplano; es decir, su atención estaba centrada en la fama y en el cómo llegar a ella, mientras que Orville y Wilbur, que solamente seguían en solitario sus propias ilusiones, estaban enfocados en diseñar un artefacto que pudiera  volar con personas y recorrer grandes distancias.

En otras palabras, ellos sabían el por qué y para qué de sus anónimos esfuerzos, a toda costa deseaban consumar los sueños que surgieron al querer perfeccionar el pequeño helicóptero que su padre, tiempo atrás, les había regalado.

Ellos sólo estaban siendo congruentes con sus ideas, mientras que Samuel, que posiblemente era un experto en el qué y el cómo,  tenía un problema que lo llevaría a la ruina: no sabía, y no tenía claro la esencia que origina todo genuino cambio y progreso, lo cual tiene sustento en la razón auténtica de ser.

Orville y Wilbur son testimonio del filósofo que sentenció: ‘si sabes el por qué y el para qué, encontrarás el cómo’. 

Extraordinario ejemplo de emprendimiento de estos dos hombres que, en su momento, fueron considerados por un experto como unos perfectos ignorantes. Fenomenal testimonio para los que hoy desean emprender, para los que tienen la fascinación de crear.

Es interesante saber que el contenido del telegrama que enviaron a su padre tuvo su origen años atrás: un simple regalo que alimentó los sueños de éstos dos hermanos, para luego dedicarse a hacerlos realidad y así cambiar el futuro de la humanidad.

Programa Emprendedor 
Tec de Monterrey
Campus Saltillo

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