El Reordenamiento Mundial

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El Reordenamiento Mundial

La candidatura de Donald Trump parece imparable. Hillary Clinton no puede concentrar sus baterías en vencerlo, porque en cada elección primaria otro outsider, Bernie Sanders le pisa los talones. En España un par de partidos políticos ajenos a la nomenclatura, “Podemos” y “Ciudadanos”, han sometido a la democracia española a su mayor prueba, desde aquel intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados.

En Guatemala, el expresidente Otto Pérez Molina fue detenido y ahora un comediante gobierna en ese país, el más fallido del mundo. En Tailandia calló el gobierno y la monarquía enfrenta una amenaza constante. En Brasil, tres millones de personas salieron a las calles a protestar contra la corrupción y a exigir la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff. En Argentina un empresario que creó su propio movimiento, se impuso en las elecciones presidenciales, mandando al kirchnismo a la banca. En Canadá, el retoño de un exprimer Ministro, resucitó a su partido de un lejano y olvidado tercer lugar, y lo llevó a gobernar uno de los países más grandes del planeta. 

Los mexicanos no estamos solos en esto de estar hartos de la nomenclatura. Todo parece indicar que el mundo entero está cansado de la política tradicional, del politics as usual. Quizá se deba a las redes sociales, al flujo instantáneo de mucha información, el mayor conocimiento y a cierto despertar crítico del electorado. Para hacer carrera política ya no basta con pertenecer a un partido político, cargar el portafolios del jefe o callar ante sus propuestas aberrantes y desinformadas. Parece que el mundo está viviendo una ola ciudadana que quiere tomar el toro por los cuernos, está sometiendo a los políticos profesionales, que han estado perdiendo poder conforme avanza la globalización.

En 2005 lo advirtió Thomas L. Friedman en “The World is Flat” (La Tierra es Plana), texto en que pronostica el derrumbe de las jerarquías tradicionales. El ciudadano ya no necesita al gobierno para solucionar muchas de sus necesidades. Nos lo repite en 2013 el venezolano Moisés Naim en “The End of Power” (El Fin del Poder): “El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas. Pero también esta cambiando en sí mismo: cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder”.

La partidocracia mexicana está resintiendo un fenómeno que ya es una realidad mundial. Esto no significa que el fenómeno en sí sea positivo. Resulta urgente y necesario discernir entre los elementos básicos del bien y del mal social o comunitario. Seamos cautelosos ante el canto de las sirenas. A estas alturas debemos entender que no existen soluciones fáciles, tanto en nuestra vida personal, como en la cosa pública. No es lo mismo Donald Trump que Mauricio Macri. Los dos son empresarios exitosos, pero el segundo es más responsable y cauteloso que el primero. No es lo mismo la lucha ciudadana de Venezuela o Brasil; que la lucha cuasi anárquica y sin soluciones realistas de “Podemos” en España.

Mientras todo esto sucede, otros países siguen peleando el centro político y se alejan de extremismos radicales para buscar solución a sus problemas. Se lucha por la prudencia y por resultados que terminan siempre por imponerse al discurso fácil del redentor carismático de ocasión.

Estos países tienen, sin duda, sus propios retos, pero ahí están, Alemania, Inglaterra, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Japón, Chile, Costa Rica y Suiza, avanzando a paso firme y seguro. Faltarán algunos en esta lista. Unos se ubican en la centro derecha; otros en la centro izquierda. En todos ellos prevalece la ideología del sentido común, el menos común de los sentidos. La caída del Muro de Berlín en 1989 dio paso a lo que muchos llamaron “el nuevo orden mundial”, todo parece indicar que ese orden está en proceso de reordenarse una vez más.

Twitter: @chuyramirezr
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