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El secreto para ser plenos en cada oficio
Para mi esposa y mi madre ¡Felicidades!
En 2013 la empresa de investigación Gallup desarrolló un estudio sobre la satisfacción laboral en el mundo.
Los hallazgos fueron sorprendentes. En el mundo hay el doble de trabajadores que “involucrados” a los que les gusten sus trabajos.
La encuesta también reveló que sólo el 13% de los trabajadores se sentían atraídos por sus empleos, lo que podría significar que es más una fuente de frustración que de satisfacción para casi el 90% de los trabajadores del mundo.
Para nuestra desgracia, México resultó ser el país con mayor insatisfacción laboral: Sólo el 12% de los trabajadores se sienten completamente satisfechos con su empleo, el 60% se encuentran desconectados y un 28% repudia su trabajo. ¡Increíble!
SI NO TRABAJO...
Pareciera que para muchas personas la verdadera vida comienza después del trabajo. Es común escuchar: “después de la chamba libre”, “cuando me jubile haré lo que quiera”, “si me gano la lotería dejaré de trabajar”, “trabajar es algo tan malo que hasta pagan”.
Y hasta chistes: hoy me he levantado con ganas de trabajar. - ¿Si? pregunta la esposa – así es, por tanto, voy a acostarme de nuevo a ver si se me pasa.
Personalmente, he escuchado que el trabajo es una maldición, esto tal vez derivado de la sentencia bíblica: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Sin duda, en muchas ocasiones, trabajar conduce al cansancio y la fatiga, pero verlo exclusivamente bajo la óptica del sufrimiento, de la mera obligatoriedad, como si fuese un callejón sin salida, como “si no trabajo me muero de hambre”, me parece una postura reduccionista, simplista que puede desembocar en el hastío, el sin sentido y el aburrimiento.
Me parece más acertado el punto de vista, que también se desprende de la Biblia, en el cual esta actividad es una consecuencia “del mandato de dominar la tierra”, lo cual implica creatividad, generación de realidades previamente inexistentes, decisión, empeño, desarrollo personal y bienestar social.
SABERNOS ÚTILES
Bajo este enfoque el trabajo dignifica, perfecciona, al tiempo que permite, al ser humano, enaltecer su propio oficio al concederle un sentido personal, trascendente y único.
Se halla el sentido al trabajo cuando se sabe que lo que hace propone nuevas y mejores realidades a los semejantes, cuando, mediante el oficio, esfuerzo y creatividad se crean mejores condiciones de vida.
Por medio del trabajo, se procura el sustento propio y familiar, pero también gracias a esta actividad las personas nos sabemos servidores de la comunidad y esto da sentido a la existencia: sabernos útiles, productivos, dignos de llegar a crear lo inexistente.
Con el trabajo no solo se “gana el pan”, sino se desarrolla la personalidad, se extienden hacia otros ámbitos las potencialidades de todo lo que ya somos y podemos ser.
Lo significativo no radica en el tipo de trabajo que desempeñamos sino, más bien, en la manera que lo emprendemos. Aquí también localizamos el ejercicio de dos fundamentales valores: la libertad de hacer lo que nos gusta, pero también el de hacerlo con responsabilidad.
EL TRABAJO VALE
No hay trabajos más grandes que otros, todos son cardinales, todos son útiles, todos contribuyen a construir una obra permanentemente inconclusa, todos son dignos; más bien, son las actitudes ante nuestro oficio las que pueden ser indignas.
El trabajo vale por que es “Juan o María”, quien lo desempeña (alguien con nombre, biografía y dignidad), de ahí que sea una tontería eso que hoy se dice “nadie es indispensable”, pues ciertamente podrá haber otras personas que desempeñen esa función que “Juan o María” realizan, pero nadie, absolutamente nadie, la podrá realizar como ellos porque son seres humanos únicos e irrepetibles, y ellos, al encarnar su oficio, dejan una huella personalísima.
De esto se desprende la responsabilidad de la empresa en crear condiciones laborales dignas para que las personas desarrollen sus valores creativos, eso que pueden ofrecer, dar, a los demás.
SENTIDO TRASCENDENTE
Mucha gente no comprende la razón por la cual existen personas que durante años permanecen en la misma tarea, en la misma empresa, de hecho a ellas se les critica con graves sentencias como: “Es un conformista”, “es tonta porque no aprovecha otras oportunidades” y así sucesivamente. Qué equivocados y absurdos juicios, que mentes tan estrechas, pues no se dan cuenta que es la enorme vocación, el inmenso amor al propio quehacer profesional que tienen esas personas lo que les hacen permanecer por muchos años o toda la vida, en la misma tarea, en la misma empresa o institución; realidad que nada tiene que ver con la resignación, menos con la mediocridad.
Esa gente que critica, ignora que esta permanencia debería ser aplaudida, olvidan que el trabajo no se mide exclusivamente por el sueldo, por el dinero, como si fuera lo único significativo, sino también por la felicidad que genera a quien lo desarrolla.
Las personas que relegan el sentido trascendente del oficio, destierran la visión de que el trabajo es el lugar en donde se perfecciona el ser humano, en donde se sirve a otras personas y que es también un medio para colaborar al progreso social.
VALORES CREADORES
Según Frankl, el ser humano cumple con el sentido de la existencia realizando valores creadores (que es aquello que ofrezco al mundo a través de lo que aporto, mi trabajo, la creación artística, etc); valores vivenciales o de experiencia (que es todo aquello que recibo del mundo, como es la naturaleza, las obras de arte, una puesta de sol, el amor, etc); y valores de actitud (cuando por hechos inevitables de la vida, tengo ante mi la posibilidad de asumir una actitud digna y valiente frente a ese destino doloroso que no puedo cambiar).
Frankl ubica a los valores creativos (esencialmente del trabajo humano), vinculados al hacer, como los primordiales para encontrar el sentido de la vida.
Para este autor, el hombre, al ser responsable encuentra su realización concreta en el trabajo. El emprender un oficio representa el espacio en el que la persona: única, irrepetible y finita, encuentra su vinculación con la comunidad.
Allí la existencia singular cobra sentido y valor. Más allá del trabajo específico importa la obra. “No, es por tanto, una profesión determinada la que da a el hombre la posibilidad de realizarse. “Ninguna profesión hace al hombre feliz”, además “no es la profesión la que hace a la persona insatisfecha sino la manera de ejercerla”.
Frankl piensa que, desde la originalidad y creatividad de cada existencia, cualquier trabajo (inclusive el mecánico y monótono) reciben ese algo personal y específico de cada uno.
Entonces la profesión, el oficio o aún la tarea a realizar son el simple marco de posibilidades de realizar una obra personal. La tarea se ve trascendida por ese “toque” humano.
PARA VIVIR
Al meditar sobre nuestro oficio es conveniente saber que siempre podemos encontrar un espacio para construir nuestra personal obra.
También sería bueno que todos los días antes de iniciar la jornada pensemos en las palabras del poeta Hillel: “si no lo hago yo ¿quién lo hará?, si no lo hago ahora ¿cuando lo haré?, si lo hago sólo para mí ¿quién soy? Que cierta sentencia, creo que lo grave de no hacer lo que se debe de emprender es que lo no hecho quedará inconcluso para toda la eternidad.
Y cuando en este ámbito la realidad nos empiece a sorprender recordemos lo que Ibsen dijo: “Yo vivo para hacer poesía, pero si las cosas cambian, voy a hacer poesía para vivir”.
El trabajo lejos de ser una condena es una verdadera bendición, es el medio que la existencia propone para que cada quien perfeccione lo que ya es.
“El secreto de la dignificación del trabajo está en el alma del que lo realiza”, por eso el peor de los trabajos es el que se hace como si fuera una terrible maldición, como si fuera tortura o esclavitud.
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey
Campus Saltillo