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El subibaja
La memoria más antigua que tengo de un subibaja es de cuando tenía 6 años de edad; es una anécdota que debo haber contado no menos de 50 veces. Si le preguntaran a mis hijos estoy seguro que ellos la podrían contar sin faltarles detalles relevantes. En un día normal de escuela, mientras cursaba preprimaria, se me ocurrió ponerme a jugar en el subibaja con quien después caería en cuenta reflejaría señales de lo que ahora se conoce como un bully. Eso me enseñó que a veces confías en otros que tienen el control de las cosas. También me enseñó que para que cualquier juego entre dos o más sea divertido, todos deben tener la misma noción de lo que es o no divertido. Finalmente, tuve un aprendizaje rápido de física básica. Sin saberlo entonces, tuve un curso de 5 minutos, que parecieron interminables, sobre leyes de la física. Aprendí, sin querer, sobre equilibrio, palancas, pivotes, inercia, gravedad, torque y que en un subibaja puedes quedarte arriba si el otro es más pesado y no coopera. Mi compañero de salón no tuvo que hacer mucho para hacerme ver quién tenía el control de las cosas. Sin que yo fuera alguien muy ligero o pequeño, claramente mi compañero de subibaja era más pesado que yo. Me dejó suspendido arriba mientras sonaba la campana llamándonos a regresar al salón. Juzgando por su sonrisa de burla; creo que él sí se divirtió mucho. Para mí fue también una primera señal de que a veces no hay que confiar ciegamente en las personas. Difícil pensar que algo tan simple puede dejar una huella por más de 40 años y una lección con muchos significados.
Esa anécdota del subibaja vino –otra vez– a mi mente esta semana cuando leí la noticia de que los profesores californianos Ronald Rael y Virginia San Fratello instalaron subibajas a través de la cerca fronteriza que separa a Ciudad Juárez de Sunland Park, Nuevo México. Las fotos mostraban a niños en ambos lados del muro fronterizo jugando inocentemente en subibajas rosas. No es claro quiénes eran los niños y familias que se congregaron a jugar, pero es aún más conmovedor pensar que sean primos o hermanos quienes puedan jugar al mismo tiempo viviendo dos realidades muy distintas. O niños desconocidos que se detienen a jugar esperando que alguien del otro lado los acompañe. Para un niño no es relevante si el del otro lado es documentado o no, si es güerito o morenito, pueden divertirse igual estando cada uno en un país distinto, así sea con los pies en la tierra o flotando momentáneamente.
Además del aspecto humano y la señal que envían estos coloridos juegos para niños, me fue imposible no ver mi subibaja de preprimaria reflejado en ese subibaja de la frontera, con un asiento del lado mexicano y otro del lado estadounidense. Claramente un juego desbalanceado donde uno de los dos es quien pesa más, quien pone las reglas, quien amenaza, extorsiona y seguramente seguirá actuando como el bully del salón. Se viene el ruido de las campañas en Estados Unidos con un Trump más fuerte que nunca y sin un adversario(a) que parezca poder ganarle. Si hoy fueran las elecciones, seguramente Trump sería reelecto. No es totalmente claro qué es peor para México, si 4 años más de Trump o la alternativa demócrata desfigurada que se comporta como una gallina sin cabeza. México será, una vez más una piñata colgada a baja altura y sin movimiento, muy fácil de golpear cuando haga falta un poco de ruido antiinmigrante o racista, o cuando se quiera hacer ver (sin razón) que los tratados comerciales han sido un “subibaja” en el que solo un niño (México) se divirtió.
Debemos estar listos para un subibaja de emociones, no sólo por todo el ruido pro y anti 4T, que sigue polarizándonos internamente, sino porque se viene con más fuerza que nunca la 1T (Primero Trump) que seguramente nos hará salir raspados. ¿Será que debemos reducir la frecuencia y forma con la que nos sentamos a jugar con el vecino del norte? ¿Podemos esperar más del vecino cuando en casa cada quién jala para su lado? ¿Preferiría AMLO jugar al subibaja con Trump que con Calderón?
@josedenigris