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El tope II*

Me considero turista leal y relativamente frecuente de Puerto (y Nuevo) Vallarta, me considero también un promotor de este destino y de México en general cuando amigos y conocidos extranjeros hablan de posibles lugares para vacacionar.

A 15 minutos al norte del aeropuerto de Vallarta se encuentra Nuevo Vallarta, apenas cruzando el límite de Jalisco con Nayarit. Ahí hay hoteles y condominios que comparten una playa espectacular y parte de la Bahía de Banderas. Nuevo Vallarta se conecta mediante el bulevar Paseo de los Cocoteros y a través de años de circular por ahí me doy cuenta de que es una representación de México en tan sólo 5 kilómetros de pavimento, banquetas, rotondas, ciclo pistas, casetas de seguridad, palmeras, baches y… muchos topes.

En este bulevar hay hoteles y condominios de todo tipo que atraen a turistas de todo México y del mundo con servicios de primer nivel y la legendaria (y muy real) hospitalidad mexicana. En el camellón del bulevar se ha construido gradualmente un andador o ciclopista de excelente calidad donde los turistas pueden salir a hacer ejercicio. El que no trae automóvil tiene que atenerse al servicio de sitios de taxi a lo largo del bulevar. Aquí es donde la parte buena de México empieza a ser opacada por la parte no tan buena. Servicios de taxi sindicalizados, convertidos en monopolios de sus dos kilómetros de clientela cautiva, con autos en muy malas condiciones e incluso con posibles riesgos de seguridad. Los taxistas seguramente trabajando para alguien más que es dueño del auto, reportando con el sindicato y con la certeza de no tener competencia que los invite a mejorar lo que ofrecen a los turistas.

Pero si usted tiene la oportunidad de circular por Paseo de los Cocoteros podrá darse cuenta de que hay una cantidad grosera de topes (bordos le llaman en algunos lugares). Ahí es donde veo que los topes reflejan uno de los problemas de actitud (o cultura) que afectan no sólo a individuos que conducen sus automóviles, sino a ciudadanos, empresas y organizaciones de miles de personas todos los días. Los topes de Paseo de los Cocoteros están ahí porque la autoridad (generalmente ausente o rebasada) no puede confiar en que los conductores que por ahí circulan obedecerán las señales de tránsito. Es una forma de obligar a los automovilistas a reducir la velocidad. Un letrero de 40 km/h, una señal de ALTO, o un cruce peatonal en la esquina parecen ser consideradas como opcionales en México y como no somos capaces de seguir esas reglas básicas de convivencia humana, la autoridad tiene que recurrir a obstáculos físicos para motivarnos. En este caso el tope es realmente eso, un obstáculo, una barrera física. Pero los topes (reales y metafóricos) están por todos lados, hay trámites que son complejos por lo mismo que un tope es necesario, el ciudadano en general no parece ser digno de confianza. Ser candidato independiente, pagar impuestos, abrir un negocio, sacar una licencia, obtener una credencial para votar, conseguir una autorización para construir, contratar o despedir a alguien, son campos minados llenos de “topes”. Me parece que en las calles y en la vida diaria debemos empezar a identificar topes (y a aquellos que los ponen) que sobran y poco a poco quitarlos. Es difícil, como automovilista, como mexicano y como país en general poder tomar velocidad si en cada esquina hay un tope. Estamos ofendidos por una barda que construye Trump en la frontera, pero en realidad estas “minibardas” hechas aquí mismo, por y para nosotros, deberían ofendernos más. Nos describen como una sociedad poco educada y consciente.

*Una primera versión de esta columna fue publicada en este espacio el 8 de abril de 2018. México no se transforma a la velocidad que pudiera. La novedad este año es que agregaron letreros de ALTO más ubicados que al parecer son invitaciones atentas a tener cuidado de no atropellar a los peatones que usan la vita pista cuando un auto da una vuelta en “U”.

 

@josedenigris

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