Usted está aquí
El “Tuétanos”
Saltillo crece. En ocasiones a cuenta gotas; en otros momentos y situaciones, a pasos agigantados y hasta a trompicones. Lo hace como es la vida misma: anárquica, por azar, por costumbre, por inercia y claro, por planificación de sus ciudadanos, sus protagonistas. Es el caso del sector gastronómico el cual muestra una pujanza digna de elogio. Opciones en materia de restaurantes en sus diferentes vertientes y servicios se abren al paladar no sólo de la ciudad (aunque sí es su principal cliente), sino de la región norte.
Para nadie es un secreto un éxodo sordo de fin de semana: restaurantes como “La Canasta”, “El Tapanco”, “El Mesón del Principal”, “Don Artemio”, “Terrazza Romana” y otros, los sábados y domingos se muestran abarrotados por… regiomontanos. Los restaurantes de ciertas colonias y avenidas de Monterrey, San Pedro y Santa Catarina, N.L., se muestran abarrotados los fines de semana por comensales… saltillenses. Así somos. Y cómo no habría de serlo si somos una misma región, una misa idiosincrasia y claro, compartimos nuestros gustos culinarios. Somos norteños, norestenses y usted lo sabe, en el origen de los tiempos de esta región, fuimos una sola región. Un gran valle, un solo reino.
Por eso nuestro intercambio es diario, sin prisa y sin pausa. Hoy almuerza en Saltillo camino al Aeropuerto de Monterrey (en el “Mesón del Principal”, por ejemplo), el ejecutivo el cual toma el vuelo rumbo a la siempre contaminada ciudad de México; al día siguiente regresa en el vuelo de medio día, llega a bastimentarse en Apodaca en el célebre “Barra 1900” (aquí hay un corte de carne “Cowboy”, de miedo. Hay tacos de fideos de rechupete y un postre de pastel de elote con cajeta en plato de acero hirviente. Un manjar) y de noche, asiste a brindar por el negocio pactado en México y les platica del viaje relámpago a sus amigos y amigas en la cantina “Tuétanos”, en el norte de Saltillo (Bulevar Pedro Figueroa). Cantina concepto gourmet la cual acabo de conocer en dos visitas consecutivas. Saltillo crece, “Tuétanos” es el mejor ejemplo de ello.
Había visto su publicidad en estas páginas de VANGUARDIA. Me habían apantallado lo bien tomado de sus fotografías y lo apetecible de sus platillos. Un día, pardeando la tarde en este verano infernal que nos asiste, recibí la invitación del empresario trotamundos, Miguel Ángel Wheelock, para ir a bastimentarnos a dicho restaurante. Fui el día que lo conocí. Allí mismo se pactó una pequeña cata de alimentos y charla con su chef ejecutivo, Armando Solís (Monterrey, N.L. 1983) quien no obstante su corta edad, 33 años, lleva ya 12 en el mundo de la gastronomía. Es licenciado precisamente en ello y en Mercadotecnia por la UMM. Solís me habla de su colaboración en varios proyectos donde la semilla primigenia ha sido la fusión, una especie de conciliación entre los activos y alimentos norestenses muy nuestros, con la siempre añoranza del mar y sus frutos: mariscos y pescados.
De aquí entonces que en la carta de esta Cantina Gourmet, afloren platillos con este maridaje. Atendidos con algarabía y gentileza por el gerente Nemo Saucedo y su capitán, Víctor Pérez, el matemático Wheelock y quien esto escribe disfrutamos de varios partillos en el par de ocasiones que hemos asistido. No deje usted de pedir la “coliflor frita”, naturalmente los “tuétanos” montados sobre un taco con carne en torilla de maíz, un “carpaccio de atún” o su clásico, “aguachile de rib-eye.” El ambiente es inmejorable, como debe de ser una buena cantina y el chef Solís, hace una coda: sus platillos los cocina con pasión, con amor y utiliza la mayor parte del tiempo y en la mayoría de sus platillos, ese elemento primigenio y principal de la humanidad el cual forma parte de nuestro ADN: el fuego. Saltillo crece, “Tuétanos” es un buen ejemplo de ello. No deje de ir a conocerlo.