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El Vaticano y la NASA
La Santa Madre Iglesia Católica, pía organización que por su humanismo, honestidad y congruencia es la segunda preferida de este espacio editorial, superada sólo por el tres veces “P” Revolucionario Institucional, anunció que ya analiza la posibilidad de ordenar sacerdotes casados. -Válido en países participantes. Limitado a una esposa por sacerdote. Aplican Restricciones-.
Yo creo honestamente que a la Iglesia le gustaría mucho dejar de ser tan atávica y entrar en la onda -pero en la nueva onda, no en la onda que estaba de onda cuando afirmaba que la onda aquella era mala onda-. Y pienso que como en cualquier otra institución, a su CEO, el Santo Padre, le encantaría reformar sus cánones y dogmas, modernizarlos aunque fuera un poco para que no huelan tanto a cadáver húmedo.
Por desgracia no es tan sencillo como que don Susan -Tidad- amanezca de buenas, con ganas de subirse en el tren y poner a ondear la multicolor bandera del orgullo LGBT en la Santa Sede.
Según yo, en cualquier enmienda o revisión que la Iglesia pretenda hacer sobre sus preceptos va implícita la humilde admisión de que antes estuvo equivocada, predicando desde el error.
¡Y vamos! Errores los puede cometer cualquiera, pero no la franquicia que suministra los sacramentos para nuestra eterna salvación.
Es decir: ¿Dónde queda la credibilidad de quien sostiene ser la única vía hacia la inmortalidad, si cada tantos años tiene que hacer rectificaciones? ¿Acaso en la Patria Celestial también cambian de política con cada sexenio y a los que antes no admitían, luego de unos siglos resulta que siempre sí?
No se vale aquí el argumento de que “está modernizándose” o “adaptándose a los tiempos” porque insisto: se supone que maneja verdades absolutas y perpetuas, inmunes al paso del tiempo, a la geografía, a los vaivenes de las sociedades y al pronóstico del tiempo.
Si hoy admite un error, ¿Qué garantías tengo de que todo lo demás no sea también una patraña y acabe por condenarme? ¿Qué certeza tengo de estar abrazando la fe verdadera, la auténtica, la de Dios y Cía?
¿Con qué confianza les delego mi llegada al Paraíso si cada dos minutos voltean a revisar el GPS?
La NASA, que se supone debería ser la antítesis del oscurantista vaticano, busca también corregir sus propias políticas excluyentes del pasado en el ánimo de forjarse una imagen progre, como lo exige la corrección vigente.
Luego de anunciar una nueva misión tripulada hacia la Luna terrestre, dejó en claro que en la tripulación estará por primera vez una mujer, la cual se convertirá en la primera en caminar sobre el romántico satélite.
Y si las cantinas en la Tierra no eran más zonas libres de estrógeno, lamento informarles a los caballeros lectores que está previsto que para el 2024 la Luna deje también de ser Club de Toby.
Yo realmente no sé si de verdad quieren las mujeres ir a la luna o sólo buscan cerciorarse de que sí fuimos a donde dijimos ir y no a alguna otra parte y nos pusimos todos de acuerdo para mentirles durante medio siglo. Me inclino por lo segundo.
El interés de la Agencia Aeronáutica Espacial en poner a una mujer en la Luna -y traerla de regreso, obvio, no sean cab…- sería aparentemente corregir sus primeros años, ya que todos los astronautas del programa Apolo fueron machos alfa, lomo plateado, barba de vikingo, brazo de leñador.
Es cierto, no se le dio entonces oportunidad a ninguna mujer de participar en aquellas misiones y gran injusticia había en ello. Los tiempos cambiaron y quiero pensar que en muchos aspectos para bien. Después del programa Apolo muchas valientes féminas han completado exitosas misiones en el espacio, incluso otras han perecido en nombre de la ciencia y el conocimiento, aunque ninguna ha posado su planta junto a la de Armstrong.
Pero sesgar de antemano el criterio de selección para la tripulación -misma que por cierto llevará el nombre de Artemisa, porque #MueraElHeteropatriarcado- son meras ganas de congraciarse con un público y de hacer relaciones públicas, una estrategia de comunicación y nada más.
Lo correcto habría sido abrir la selección a todos los aspirantes, sin hacer distinciones de sexo, seleccionar a los mejores postulantes y las que de allí resulten mujeres, ¡excelente!, sabremos que están por méritos propios y no por una graciosa concesión otorgada por el mismo machismo que antes las excluyó.
La política discriminatoria de los años sesenta estaba evidentemente equivocada, pero decidir algo tan delicado como la tripulación de una misión lunar como si se tratara del reparto de una serie para Netflix, me parece temerario hasta la estupidez.
Me extraña que la NASA, la misma NASA que le hace la tarea a Ricky Ricón, ignore que dos errores jamás han sumado un acierto.
En fin, que no es mi misión ni es mi Luna -o bueno, sí es, aunque nomás para escribir canciones-, pero yo nomás opino porque me preocupa mucho cada vez que alguien propone salidas facilonas a los problemas históricos que viene arrastrando la humanidad.
La NASA, que se supone debería ser la antítesis del oscurantista vaticano, busca corregir sus propias políticas excluyentes
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