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Elogio de la lectura
Siguen tiempos difíciles y duros en el calendario. Estos nubarrones cargados de peste y de tormenta van seguir. De hecho, se pueden magnificar. Todos los datos y todas las opiniones coinciden en un punto: el virus chino de laboratorio llegó para quedarse y habitar entre nosotros. Es como una infección estomacal más, una gripe estacional, una enfermedad perniciosa pero está sí la mayor parte del tiempo casi letal. Debemos de acostumbrarnos a comer y vivir con el bicho. Sí o sí. La vida no puede ni debe detenerse. ¿Esconderse? Ni pensarlo. Eso no sería vida. Por eso la posición cínica y valemadrista del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, me ha caído bien. Los malvados siempre me caen bien y mejor a los bien portados y a los pseudo héroes científicos, como el muñeco Hugo López-Gatell. Bolsonaro dijo de plano, no esconderse, no tiene caso: la población de Brasil será infectada al menos en un 70 por ciento por el virus y luego, se verá quién se salva.
Cuando un periodista le preguntó por la cifra de muertos hasta ese día, el presidente Jair Bolsonaro ladró al segundo: “Yo no soy enterrador”. Se puede estar a favor o en contra de su posición tan cínica y letal, pero no deja de ser atractivo su punto de vista. No debemos escondernos ante un bicho el cual va a vivir con mostros al menos dos años más en estado primitivo. Ya luego vendrán los tratamientos respectivos o bien, los vivos habrán desarrollado una inmunidad al bacilo luego de haberlo sentido en carne viva. Mientras tanto hay algo muy importante por hacer diariamente: vivir. Vivir como si fuese el último día de nuestras vidas. Sin duda, es menester celebrar el cumpleaños pospuesto, hacer fiesta por el logro obtenido, el bautizo del niño, el aniversario de bodas, el Día del Padre, el Día de la Madre, el Día del Maestro, el Día de la Lectura, el Día del Libro…
Días atrás en este calendario, se celebró justo lo anterior, el 23 de abril fue el Día Internacional del Libro. Y claro, amar al libro es amar la lectura. Esta es la fecha internacional. A nivel nacional, a nivel doméstico, tiene años celebrándose el Día Nacional del Libro el 12 de noviembre. Fecha la cual apenas ayer, todo mundo recordaba como el Día del Cartero (oficio ya en extinción. Como muchos otros). Pero lo bien cierto es lo siguiente: la Cámara Nacional de la Industria Editorial escogió dicha fecha por ser el natalicio de la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz. Escritora de una obra tan oscura el día de hoy, como lo fue en su momento. Para leer su texto cumbre, “El Sueño”, sigue necesitando uno de un mapa topográfico para transitarlo y no perderse en los melindres, retruécanos y esteros de dicho sueño oscuro. En ciertas parcelas, por su hermetismo, imposibles de deletrear. Lea usted algunos versos de la entrada (endecasílabos, octosílabos y heptasílabos) de “Primero sueño”. Van.
ESQUINA-BAJAN
“Piramidal, funesta de la tierra/ nacida sombra, al Cielo encaminaba/ de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las estrellas/… /la tenebrosa guerra/ que con negros vapores le intimaba/ la pavorosa sombra fugitiva/ burlaban tan distantes,/ que su atezado ceño/ al superior convexo no llegaba…”. Caray, caramba, poesía en estado puro. Alta, culterana, no imitadora de Luis de Góngora, sino su hermana en la lejanía. Al día de hoy hay varios estudios de semejante poema-ensayo-tratado de alrededor de mil versos, una verdadera selva filosófica y descriptiva de igual talante y profundidad a las “Soledades” de Luis de Góngora, “Muerte sin Fin” de José Gorostiza, “Tierra Baldía” de T.S. Eliot y “El Cementerio Marino” de uno de los más altos poetas el cual combinó a la perfección la solidez de la poesía (sentimientos) con la estructura más perfecta y acabada de la inteligencia (el pensamiento, la lucidez el pensamiento), el gran Paul Valéry.
Y cosa paradójica: Valéry en el invierno de su vida, no obstante su mente preclara y su inteligencia de fuego, fue presa de una pasión juvenil por una mujer, más joven que él. Una musa, pues. Ardor juvenil lo cual le valió precipitarse a la tumba. No sin antes, como no, escribir todo un libro de poemas al respecto. En fin, pronto lo abordaremos aquí en el espacio sabatino de “Café Montaigne”. Avanzamos: si de por sí las acciones siempre serán pocas para el fomento del libro y la lectura, ahora con motivo de la pandemia del miedo del virus chino, las acciones fueron como hoy es el mundo: lecturas virtuales. Todo es ficticio, todo es a través de una impoluta e higiénica pantalla plana de un celular “inteligente”. En fin.
Celebración sin lustre ni brillo. No el debido. En estas páginas de VANGUARDIA, antes de la llegada de dicha fecha y mientras México se debatía entre la fase 2 y 3 (intrascendente lo anterior por lo demás), la maestra y colaboradora de estas páginas, Esperanza Dávila Sota, publicó un espléndido texto titulado “Ciegos y bibliófilos”. El cual me gustó enormidades. Su tesis era sencilla y bella: sólo los ciegos y los bibliófilos enfermos como su servidor (soy las dos cosas), seguimos atados a la palabra escrita e impresa, como se ata y se pierde uno junto al embeleso de la mujer amada. Eva llevando el fruto prohibido en la mano, el cual nos llevará al delirio y a la pérdida total del paraíso. ¿Acaso importa? ¿Quién lo dijo: Oscar Wilde, Ralph Waldo Emerson? La mejor manera de liberarse de la tentación, es caer en ella. Y eso de estar y ser ciegos por elección y acariciar y paladear las letras de un libro, me recordó la vida de varios ciegos ilustres: el divino Homero, Jorge Luis Borges, James Joyce, el enorme John Milton. Quien se arrancó los ojos fue Demócrito de Abdera. Ciegos fueron João Cabral de Melo y Paul Groussac…
LETRAS MINÚSCULAS
Buen tema el cual exploraremos en “Café Montaigne”. Celebre usted al libro y la lectura todos los días, señor lector, la pandemia va para largo.