En el caso Lozoya es importante lo moral, pero más lo legal, que es una de las expresiones de la justicia

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En el caso Lozoya es importante lo moral, pero más lo legal, que es una de las expresiones de la justicia

Felipe de Jesús Balderas Al final de su sexenio, por septiembre de 2016, en un discurso en el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, Enrique Peña Nieto hizo una paráfrasis del texto de la mujer adúltera que aparece en el capítulo 8 del Evangelio de San Juan, diciendo: (…) En México, en materia de corrupción nadie puede arrojar la primera piedra. Y remató: “Este tema que tanto lacera el tema de la corrupción, está en todos los órdenes de la sociedad y en todos los ámbitos, no hay alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra”.

Entendible, pues la Biblia fue el libro que marcó su vida, según lo dijo en la FIL de Guadalajara en 2011, y también porque durante 71 años su partido se caracterizó por realizar esas prácticas con singular alegría, que partieron de lo político para enquistarse, desgraciadamente, por todas las dimensiones de la vida en la sociedad mexicana.

Durante mucho tiempo, nos conformamos con pocos trofeos que los gobiernos nos presumían, sobre todo para legitimarse cuando había que sacar los ases bajo la manga para asegurarse un tránsito feliz en la consecución de su mandato o cercanos a las elecciones para garantizar la continuidad de sus partidos. Lo hicieron unos y otros como práctica común, porque finalmente nunca hubo quien se atreviera a arrojar la primera piedra.

Hubo muchos momentos de triste memoria que nos generaron un enorme menoscabo, que al tiempo se palearon, con aumentos excesivos de impuestos o con peticiones de préstamos a los organismos internacionales, aumentando indiscriminadamente la deuda externa, tratando de cubrir los robos descarados del erario, volviendo el ejercicio de la administración pública una profesión muy rentable donde no había inversión inicial, pero sí ganancias mayúsculas.

Con lo ocurrido en esta semana, se pone de manifiesto que los reportes de Transparencia Internacional a lo largo de 26 años se soportan, en una realidad, que por mucho ha superado a la ficción. La desconfianza que índices como Latinobarómetro recolectó una y otra vez con respecto a la poca aceptación de los partidos, al nivel de satisfacción del ciudadano con respecto a sus gobiernos, a la bulimia y anorexia de participación y el poco interés de la sociedad en temas políticos, sin lugar a dudas, tienen su origen en la corrupción.

La pelota ahora se encuentra en el área del Gobierno Federal, en concreto en la de la Fiscalía General de la República que no pueden ni deben permitir que esto se convierta en un circo mediático, como muchos ya han sentenciado. La deteriorada credibilidad en la aplicación de la Ley ésta en juego.

Es importante, por tanto, que los asesores del Presidente de la República le ayuden a diferenciar entre los conceptos: moral, ética, legal y jurídico en el marco de la justicia. El tema de la corrupción se encuentra ligado a esos conceptos, pero particularmente al tema legal.

La corrupción es un acto inmoral porque quienes incurrieron en ello –en el caso de Odebrecht– conocían las reglas del servicio público e hicieron lo contrario. Es inverso a la ética porque todos tenemos claro que es una acción contraria a los mínimos establecidos socialmente, porque el erario público tiene otros fines, no el enriquecimiento de quienes lo administran. Y finalmente, es un acto ilegal porque es contrario a lo que lo jurídico determina con respecto a esas prácticas.

La moral responde ante la sociedad circundante, la ética ante la propia conciencia y lo legal ante el Estado. La ley es el garante del equilibrio social, por tanto, en este caso lo que muchos esperamos es la aplicación de la ley, no de la moral. ¿Quiere la presente administración credibilidad? Que llame a quien tenga que llamar y que se les finque responsabilidades. La falta de credibilidad que tenemos en México se debe a que se ha priorizado lo político y ahora lo moral por encima de lo legal, trayendo las consabidas consecuencias.

El amor y paz y los abrazos no balazos, del Presidente de la República, se encuentran en la dimensión moral y ética. El tema Lozoya-Odebrecht y todo lo que de aquí surja, en la dimensión legal y jurídica. No es suficiente el desprestigio moral de los implicados, sino la adjudicación de responsabilidades. Si la pretensión de esta administración es pasar a la historia, tendrá que dar el primer paso, con personajes de alto calibre.

En el caso Lozoya, el desprestigio moral de los implicados no es suficiente, es más importante lo legal, que es una de las expresiones de la justicia. Así las cosas.