En la sociedad, todos tenemos responsabilidades, unos por decir y hacer, y otros por permanecer callados y no actuar

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En la sociedad, todos tenemos responsabilidades, unos por decir y hacer, y otros por permanecer callados y no actuar

Una de las analogías más famosas que aparece en los primeros capítulos del famoso libro del Génesis es la de “La mujer que Tú me diste” (Gn. 3,12).

Sin más, la situación está así: Dios crea al hombre y de él saca a la mujer. Viven en un lugar al que llaman “El Paraíso”, pero para vivir ahí hay una condición. Se trata de no comer del árbol de la “Ciencia del Bien y del Mal”. La mujer, por consejo de la serpiente, come y comparte con el hombre. Al comer, ambos se descubren desnudos. Dios aparece por ahí y, al ver que ahora visten sus cuerpos, hace a Adán la pregunta obligada: ¿por qué hiciste esto? La respuesta fue: “La mujer que Tú me diste por compañera, me dijo ‘come’ y comí”. Misma pregunta le hace a la mujer, y Eva responde: “La serpiente me sedujo y comí”.

Aunque la serpiente hablaba –porque dependiendo del género literario, todo puede pasar– no pudimos saber a quién más pudo haber culpado porque, siguiendo la dinámica, lo pudo haber hecho. El problema es que en la narración sólo existen Adán, Eva y la serpiente, y ya no había nadie más a quien responsabilizar, sino seguramente lo habrían hecho.

En un País mayoritariamente católico y predominantemente cristiano “no podemos negar la cruz de la parroquia”. Nos modelan, para bien o para mal, las costumbres y las referencias a las tradiciones judeo-cristianas. Por supuesto, como en todo lo escrito, al texto lo condiciona el contexto y el género literario con el que fue escrito, pero en este caso rescatamos en él el tema del reparto indiscriminado de culpas.

No es un tema solamente cultural, porque no responsabilizarse de las tomas de decisión que hacemos y de los actos que realizamos es connatural al ser humano. Sobre todo de los que no tienen una conciencia bien formada o no quieren entender las condiciones y requerimientos de vivir en una sociedad. El reparto indiscriminado de culpas campea por todas partes, de manera particular en la dimensión política y, sin lugar a dudas, es algo que se nos nota a leguas.

En el escenario público en México, curiosamente, nadie tiene responsabilidad de nada, siempre es “la mujer que Tú me diste”.

O falta vergüenza o valor, o sobra descaro y cinismo. Pocos asumen responsabilidades y muchos reparten, como Adán, culpas a diestra y siniestra. No es un tema de puestos y de roles, es la costumbre. Se culpa por sistema, por baja estima, pero sobre todo por no prever y asumir las consecuencias de nuestros dichos y hechos. Olvidamos que hay sanciones penales, civiles o morales.

El problema es que la forma en como se comportan quienes, un día sí y otro, salen en los diarios, las redes y la televisión; son las actitudes que, por mono de imitación, van tomando muchos mexicanos. Y entonces la culpa la tiene el Presidente. No, la culpa es de los gobernadores. No, el Congreso es el culpable. No, los culpables son los empresarios que no quieren pagar impuestos y quieren el poder. La culpa es de los partidos políticos, del INE, del alcalde, de las iglesias, de los ciudadanos; perdón, el culpable es López-Gatell y el Sector Salud, en fin, la lista del reparto de culpas podría ser interminable.

En otras ocasiones, el no asumir responsabilidad tiene que ver con un tema de hegemonía. Porque no solamente no tolero que otros lideren el País, el estado, la sociedad o el grupo al que pertenezco, cuando en mi percepción yo soy mejor que ellos para hacerlo. Y ante la tristeza que siento porque no soy yo, o quien sea a fin a mí, quien toma las decisiones; reacciono de forma violenta, intempestiva e intolerante repartiendo culpas para poder tumbarlos y, por supuesto, sin hacer una sola propuesta. Clásico en México.

Todo que ver con el síndrome de Procusto, tomado del mito del mismo nombre en la mitología griega, donde la mecánica se da en que quienes padecen esta patología menosprecian, acusan, culpan y responsabilizan sistemáticamente a quienes los superan en talento y habilidades. ¿Tiene usted el Síndrome de Procusto?

La pandemia, la inestabilidad política y económica, la violencia, la corrupción, los reclamos sociales que ahora vivimos y cualquier patología social, no terminarán hasta que los actuales actores del escenario político en nuestro País, usted y yo, asumamos responsabilidades de lo que pensamos, decimos y hacemos. Mientras tanto, no habrá salidas.

La repartición indiscriminada de culpas nos hace responsables a todos y a nadie del tema de la construcción social. Ante las situaciones que enfrentamos, se requiere de una vez por todas que cada quien haga lo que le toca hacer y lo haga con excelencia, no hay de otra. En la sociedad, todos tenemos responsabilidades, unos por decir y hacer, y otros por permanecer callados y no actuar.