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Entreacto estacional
Empieza el verano a retirar su parafernalia.
La escenografía meteorológica cambia telones y crea ambientes ambiguos. Palidecen sus propios matices y los vientos preparan sus potentes abanicos. Abrirán paso al otoño próximo y trotante. Viene a soplar sobre la hojarasca de las arboledas aumentadas y los reforzados y renovados panorámicos recalcitrantes.
Mientras más al norte del Río Bravo juegan vencidas la obsesión antimigrantes y la feminidad debutante, acá se articulan precozmente hipotéticas alianzas frente a campañas permanentes y adelantadas.
Se enferman las redes de causticidad ridiculizante. Sigue el laberinto de las búsquedas que no encuentran y de las violencias que no cesan. Son los que tienen capacidades excelentes quienes viven la ejemplariidad de sus trofeos heroicos. Sus limitaciones se vuelven heroicos en su paraolimpiada que contrasta con las discapacidades de la mediocridad conformista.
La esperanza encuentra rendijas para colarse en los ambientes de desconfianza. Es buena semilla en tierra de juventud buscadora de intrepideces y ávida de mensajes sin quejumbre. Tijeras voraces de sastre descontrolado cortan por lo sano y dejan intactos tumores malignos. Son concentraciones de ingresos sin justicia distributiva que hace tiempo son un asalto permanente a una economía urgida a restituir y a pagar su hipoteca social.
Una devaluación monetaria descomunal es ambivalente. Unos le dan bienvenida y otros la maldicen. Exportadores aplauden pagos en que uno de allá se convierte en casi veinte de acá. Aclama un turismo que se compensa de la alta divisa con volumen de visitantes gastadores. Quien hace depósitos desde allá para la familia siente que rinde más a su familia la encarecida billetiza verde.
El entreacto estacional no solo es climático sino también también político, económico, social y eclesial, no solo en el nivel jerárquico sino sobre todo en el de un laicado que madura su fe dentro de un laicismo legal llamado a descubrir y practicar la verdadera laicidad…